El mejor abogado penalista de la ciudad hizo un espacio en su ocupada agenda para representar a Misael. Sara había hecho un excelente trabajo convenciéndolo. Sara y su recientemente adquirida fortuna.En pocas horas y, con ayuda de ella, armó el caso. Efectivamente, mediante las grabaciones de seguridad de la casa de Misael, demostraron que él estuvo allí durante el ataque a Trinidad. Tendrían que ser sometidas a peritajes para comprobar que no habían sido alteradas, lo que tardaría bastante. Y el fiscal que llevaba el caso no tenía ninguna razón para que un hombre sin antecedentes policiales previos y tan respetable en la sociedad, esperara en la cárcel mientras tanto. Su identidad de lobo seguía siendo un secreto, pues él mismo no había hecho nada que lo revelara y sería tratado como humano hasta que saliera a la luz lo contrario.Misael Overon fue dejado en libertad con las medidas cautelares de arraigo nacional mientras duraran las investigaciones. Cuando dejaba la estación, los
Sara se estacionó en el jardín de la que parecía una hermosa mansión, con blancos muros estilizados y ventanas grandes y traslúcidas, que delineaban los cuatro pisos. Podría haber sido un hotel, ideal para pasar el verano cerca del mar, que rugía a la distancia. La casona estaba emplazada sobre un risco, bajo el que rompían las holas. Unos cuantos kilómetros hacia el sur estaba la casa en la playa de Misael. Tan increíblemente cerca y tan lejos a la vez.—Hola, buenas tardes. Soy la detective Rojas, hice una cita con el doctor Roa para ver a una paciente —le dijo Sara a la recepcionista.Hasta donde había visto del interior, el lugar le seguía pareciendo un hotel. Tal vez lo delatara el aroma, con un cierto toque químico y meloso, característico de los sedantes.—El doctor está en una reunión. Si gusta, puede tomar asiento para esperarlo.—Gracias.Los asientos de la recepción eran de cuero café, mullidos y cómodos. Dos enfermeras pasaron frente a ella.—Ha estado bastante tranquila ú
Eran pasadas las nueve de la noche cuando Sara cruzaba la sala de la casa de Misael camino a la escalera. El amargor del aroma a quemado la hizo desviarse a la cocina, donde el olor se mezclaba con el de la carne cocida y frutas de la estación. Encontró a Misael usando un mandil y guantes de cocina. El hombre sacó una fuente del horno y la dejó en la encimera. El olor a carne y frutas se intensificó. En el lavaplatos, una olla ennegrecida se remojaba bajo un hilo de agua.—¿Estás cocinando?—Ninguna mujer ha postulado al puesto de sirvienta y no quiero que la casa huela a otros hombres.Fuera del aroma de los alimentos, Sara distinguió las esencias de Ulises y Jong. Supuso que lo habrían ayudado con los quehaceres domésticos.—No fuiste a la empresa.—En la situación actual, mi presencia allí sólo la hundirá más. Las acciones ya están por el suelo, pero prefiero no pensar en eso. No quiero pensar en nada ahora, salvo en si añadí la sal suficiente o si le di el tiempo necesario en el
"Mi ser está siendo llevado al límite, no sé cuánto más pueda soportarlo"..."Cierra los ojos y escucha mi voz, Misael. Todo estará bien si dejas que él también la escuche"."Él no quiere escucharte esta vez, Dolly, él quiere algo más"... 〜✿〜Guillermo Martínez, doctorado en botánica, observaba la flor bajo una lupa, con la misma concentración con que Sara y Max lo miraban a él. En su oficina, aromatizada por las rosas que languidecían en un jarrón sobre el escritorio, había pinturas de flores. La del fondo mostraba a unas flores blancas que parecían manchadas de sangre oscura, como la que había salpicado la alfombra de la casa de la colina.El experto se levantó a coger un libro de la repisa de la izquierda. Buscó en el índice y hojeó rápidamente.—Aquí está. La flor que me trajeron es de una especie de sándalo.Por instantes, el lobo fantasma reflotó en las mentes de Sara y Max, que intercambiaron miradas cargadas del mismo sentimiento de expect
Durante sus años en la academia, Sara había leído sobre el síndrome del miembro fantasma y cómo las víctimas de alguna amputación podían continuar percibiendo dolor o comezón en el miembro que ya no existía. Había una explicación científica relacionada con el sistema nervioso y su funcionamiento y cómo nos permitía tener un mapa mental de todo el cuerpo, que recordaba cada parte, aunque ya no existiera. En eso pensó por unos segundos Sara. A eso se aferró para no derrumbarse, a buscar la explicación de por qué sentía las manos de Misael acariciando su piel mientras las veía aferrando con violencia el malogrado cuerpo de una mujer.—¡Aléjate de ella! —gritó.Le apuntaba con su arma hacia los brazos. Allí dispararía si no tenía opción.Él ni se inmutó con su presencia.—¡Misael, apártate o dispararé! Su orden tenía tintes de súplica. Y él no oía. El hombre alzó los puños y los dejó caer con fuerza en el pecho de la mujer. Unas costillas crujieron. Los alzó de nuevo, sus ojos no vieron
—Has vuelto a verte ruinoso —le dijo Jenny a Max cuando lo saludó en la estación por la mañana.Las ojeras se habían instalado con más fuerza que nunca y la piel cenicienta resurgía para hacerlo parecer un anciano enfermizo. No se había rasurado y su cabello se veía indomable.—Qué bueno que el amor es ciego —dijo él, besándole la mejilla.Ella le besó los labios. Estaban en el rincón del café.—¿Cómo está Sara? Ella siempre llega temprano y hoy no ha aparecido.—Sara está siendo sacudida por la peor de las tormentas. Espero que sea lo suficientemente fuerte para llegar a puerto con las velas rotas. —No imagino estar en su lugar. La persona que más amaba y en quien depositó su confianza resultó ser alguien monstruoso. Tal vez quiera irse lejos y dejar todo atrás.—Espero que no lo haga, espero que el amor no sea tan ciego.Max esperó unas horas por Sara. Imaginó que ella querría estar presente en el interrogatorio de Misael. No contestó sus llamadas. Tal vez Jenny tuviera razón, tal
—Gracias por venir, no sabía a quién más llamar —dijo Sara, guiando al hombre hasta la terraza.—Llamaste a la persona correcta. Los del gobierno no suelen tomar las mejores decisiones en estos casos.Eso no tenía que decírselo, le bastaba a ella recordar el caso de Iván Reyes y su injustificada muerte a manos de los militares.Marcos Barra, voluntario del refugio de lobos, se dispuso a abrir el ventanal luego de observar unos instantes al animal. Sara retrocedió. Sus dedos fueron hacia la cadera y rozaron la culata de su pistola.El hombre se coló por una pequeña apertura y volvió a cerrar. El lobo reaccionó a su presencia elevando las orejas. Lo mismo había hecho cuando Sara, envalentonada tras una hora de vigilarlo, había asomado el brazo para dejarle un pocillo con agua. Fue el momento en que captó que olía a sangre.Marcos sacó algo de su bolso y se lo ofreció. Eran trozos de carne seca. El lobo olisqueó el aire e, inclinándose hacia él, los comió lentamente. Tras unos cuantos tr
—Salía con alguien. Ella nunca lo dijo, pero se le notaba. Andaba riéndose sola.—Yo una vez se lo pregunté. "No puedo decirte, es un secreto", eso fue lo que me dijo.—Necesitamos la autorización de alguna de ustedes para registrar el departamento de su hermana. Eso ayudará a que la investigación avance más rápido —dijo Max.—Claro, yo tengo una copia de la llave. Déjela con el conserje cuando acabe.—Por favor, atrapen al cabrón que le hizo esto a Jacinta para que ya no pueda lastimar a nadie más.Sara y Max asintieron. Sara se había contactado con Claudia y Adela para saber de sus actuales situaciones y tenían oficiales resguardándolas.Luego de darles la espantosa noticia a las hermanas, únicas familiares de Jacinta en la ciudad, lograron obtener algo de información sobre la vida personal de la muchacha. Había sido estrangulada, luego de recibir una paliza. Y su cuerpo siguió siendo castigado luego de su muerte, porque matarla no era suficiente para su asesino, poseído por un hamb