XLII Posesión

Max se bebió su café deseando que fuera un Vodka bien fuerte, que se sintiera como un electrochoque en medio de sus aturdidos sesos. Sara le había relatado con lujo de detalles su plan de liberación y el inesperado desenlace, confiando en su hermética discreción.

—No creas que te juzgo, Rojas, pero luces bastante bien para prácticamente haber visto morir al que fue tu novio por tres años.

—Me duele lo que le ocurrió, pero fue el camino que Jay eligió. Yo intenté salvarlo a pesar de todo.

—Fue bastante conveniente que muriera, igual que Iván Reyes.

—Esta vez no fueron los militares, sino él. Jay trabajaba en diseño y construcción. Sabía usar explosivos para demoler edificios. Atentó contra Misael, le hizo explotar el auto.

Una señal de alerta brilló en los ojos de Max.

—No. No te atrevas a pensar algo así —dijo Sara, evidenciando una potente habilidad telepática—. Vi a Jay a los ojos cuando dijo que haría volar la casa. Lo hizo a plena conciencia, nadie lo presionó. Imagino que no pu
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