EPÍLOGO

Un año después del nacimiento de los mellizos.

El jardín estaba decorado en tonalidades azules y rosado, hermosas sillas y mesas vestidas de estos colores, había payasos, inflables de niña y de niño, la mesa con entremeses. Veía hacia la entrada esperando la llegada de Donatto, quedó en llegar el día anterior y aún no aparecía. Estaba ansiosa por volver a verlo, tenía dos meses que no lo veíamos, aunque hablábamos por teléfono, videollamadas, no volvió a hablarme de querer casarse conmigo, mantuvo su promesa de no hacerlo, por más de quince meses.

A veces me preguntaba, si quizás encontró a alguien más y se olvidó de mí, porque no podía creer como se mantenía célibe un hombre tan guapo y extraordinario como él, más cuando

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