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A PESAR DEL TIEMPO
A PESAR DEL TIEMPO
Por: Jeda Clavo
CAPÍTULO 1. AVVOCATI

Me levanté con entusiasmo, feliz porque ese sería mi primer día de trabajo como asistente en uno de los mejores bufetes de abogado del país “Studio Legale Avvocati Colombo”, no lo podía creer, yo Tabata Bellini tendría esa oportunidad.

Había realizado unas pasantías por un mes en dicho bufete, una vez concluí un curso de formación para asistentes, me encantó trabajar allí, el ambiente laboral, los conocimientos, todo. Mi gran ilusión era ingresar a una escuela de leyes en cualquiera de las universidades del país, soñaba un día en convertirme en una prestigiosa abogada. Por ello sin decirle a nadie, introduje el currículo en ese prestigioso bufete. Tal vez porque en el fondo creí no me seleccionarían, al no tener la experiencia laboral, aunado a mi edad, pues solo contaba con escasos dieciocho años.

Sin embargo, mi sorpresa fue mayúscula cuando dos semanas después de ingresar la hoja de vida, me llamaron a una entrevista laboral con la jefa de Recursos Humanos. Ella se quedó gratamente admirada, al comprobar mis credenciales, con tan poca edad, me había dedicado a realizar cursos de redacción, computación, incluso hablaba con fluidez español e inglés, al  parecer fueron esos dos factores decisivos para seleccionarme.

Ahora estaba aquí, nerviosa como nunca, mirando el closet como si tuviese ante mí un problema de física nuclear, fui sacando una a una las prendas y arrojándolas en la cama, definitivamente no tenía ropa para colocarme, mi vestuario no era adecuado para acudir a trabajar en un bufete.

Cuando hice las pasantías fui a trabajar con el uniforme del instituto, pero ahora no podría irme vestida de esa forma. Suspiré resoplando de la impotencia, me senté en la cama sin saber lo que haría. Mientras dibujaba en el rostro un puchero de frustración, escuché unos golpes en la puerta y la voz de mi madre.

— Tabata ¿Estás lista?— interrogó mi madre a través de la puerta.

—Aún no madre, ¿Puedes venir a ayudarme? —le pedí.

De inmediato se asomó por la puerta, al ver mi desastre abrió la boca sorprendida.

—¿Qué desastre tan grande Tabata? ¿Por qué has hecho eso? —interrogó en tono de aprensión.

—Lo siento mucho, lo arreglaré cuando llegue del trabajo. No pude conseguir ropa adecuada, tengo puros shorts, vestimenta deportiva, las faldas son demasiadas cortas para ir a la oficina así, sobre todo tratándose del primer día del trabajo. No puedo perder esta oportunidad, fue difícil obtener la autorización de papá para dejarme ir a trabajar.

—Entonces no puedes darte por vencida, algo debe haber allí con la cual puedas vestirte —expresó mi madre. Juntas comenzamos a buscar ropa adecuada.

Mis pantalones estaban rotos por todos lados, hasta en los glúteos porque así se usaban. Como estábamos en verano, aprovechaba el clima para vestirme cómoda, con el estilo de mi agrado, casual y relajado.

Luego de más de quince minutos buscando, escogí el jean con menos rotos en sus piernas, una blusa negra de tiros, un blazer negro de un corte formal, fue lo mejor que encontramos para vestirme. Me recogí el cabello de un hermoso rubio oscuro, en un moño alto, maquillé mis ojos con delineadores y sombras, resaltando mis orbes verdes. En los labios, apliqué un labial color nude. Aunque no vestía todo lo convenientemente formal, había quedado bastante bien, dando un aspecto de seriedad.

Una hora después, había realizado la entrevista con la jefa de recursos humanos, quien terminó asignándome como apoyo al staff de secretaria de los abogados especialista en materia penal del bufete.

En ese momento me encontraba sacando copias a un expediente. Respiré profundo, un poco irritada, porque pensé estaría asignada a un trabajo donde utilizaría más mis neuronas en vez de mis manos.

Di un resoplido de impotencia, sin embargo, no me di cuenta y marqué sin querer el panel de la máquina, empezaron a salir hojas por todas partes de manera descontrolada, mientras yo trataba por todos los medios, de frenar ese proceso apretando diversos botones sin ningún resultado.

Estaba a punto de llorar de la impotencia, cuando escuché unos pasos a mi espalda, después una voz ronca casi en mi oído, provocándome excitación y erizamiento en la piel.

—¿Necesitas ayuda? —interrogó. Avergonzada no tuve otra alternativa, sino aceptar su ofrecimiento.

—Si por favor, disculpe. Estaba pensando en tonterías, en mi distracción terminé presionando el botón para hacer múltiples copias. ¡Qué horror! Gracias a Dios no me vio ninguno de los jefes, porque si se dan cuenta terminaran echándome el primer día—. De inmediato vi el fuerte brazo cruzarse a un lado de mí, haciéndose cargo de la situación.

—No te preocupes, nadie se enterará. Este será un secreto entre tú y yo—expresó colocándome a un lado, allí lo pude ver, guiñándome un ojo mientras sonreía, dejándome sin aire.

Era un hombre de una belleza extraordinaria, su cabello era tan negro como el ébano, sus oscuros ojos daban la impresión a simple vista de ser negros, pero cuando concentrabas la atención en ellos, realmente eran de un marrón oscuro intenso, su piel dorada, una nariz aguileña, unos labios gruesos, demasiado provocativos, los cuales incitaban a besar, en definitiva era un espécimen fuera de lo común.

No pude evitar sentir mi estómago encogerse, ante el escrutinio realizado por el hombre. Me reprendí mentalmente “¿Qué estás diciendo Tabata a caso? ¿Te has vuelto loca?”.

Estaba concentrada observándolo, totalmente abstraída, no lo escuché hablar, sino hasta oírlo repetir sus palabras, llamando mi atención. Eso provocó demasiada vergüenza en mí, tiñéndose de rojo mis mejillas, mientras él se sonreía con picardía, dándose cuenta sin lugar a dudas de la causa de mi silencio. Me había quedado lela, soñando despierta con él.

—Disculpa, ¿te encuentras bien? —repitió mientras yo era un manojo de nervios, a pesar de encontrarme en un ambiente fresco, comencé a transpirar copiosamente.

Cuando escuché el sonido de su voz volví a la realidad, me había llamado varias veces, pero estaba tan concentrada imaginándome besándolo que no lo escuché.

—Lo siento, pensaba en otra cosa. Yo soy Tabata ¿Y tú cómo te llamas? —le pregunté sonriente.

Lo vi titubear por un momento, luego respondió —Soy Ric—expresó extendiendo su mano—, es un placer conocerte Tabata.

Habló sin dejar de ver fijamente a mis labios, mientras pasaba su lengua por los suyos en un gesto sensual. Me reprendí por atrevida, ¿Qué carajos me estaba sucediendo con ese hombre? No solo alteraba mis hormonas, sino también provocaba cortocircuitos en mi cerebro.

— ¿Trabajas aquí? ¿Eres de los abogados del bufete? —pregunté con curiosidad.

—Pues, es un poco complicado darle respuesta a esa pregunta—manifestó el hombre sin dejar de exhibir esos perfectos dientes, dignos de cualquier comercial de dentífrico.

— Bueno, un simple no o un sí basta —hablé coqueta sin darme cuenta.

—Bueno si es así de simple, entonces no trabajo aquí. Bueno, Tabata —pronunció mi nombre con una dulce entonación —. Ha sido agradable hablar contigo Tabata, vuelvo y repito tu secreto está seguro conmigo. De hecho, preciosa,  cuando estés conmigo siempre estarás a salvo—guiñó un ojo saliendo del pequeño salón, dejándome demasiado emocionada por haber coincidido con semejante hombre.

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Al salir de la zona de fotocopiado caminé con destino a mi oficina, la cual  conservaba en ese lugar. Lo hice de manera sigilosa, no deseaba se dieran cuenta de mi llegada, bueno solo la chica a quien acababa de conocer hacia un momento, pero ella no contaba. Al parecer no tenía la mínima idea de quién era yo. Me gustaba aparecerme de sorpresa, eso me permitía ver como se comportaba la gente cuando no estaba y cuán sinceros eran. Era agradable ver con mis propios ojos, como se manejaba mis bufetes sin estar yo presente.

Luego de más de media hora revisando cámaras, documentos, envíe un mensaje a Jacco, mi amigo, uno de los encargados de la oficina cuando yo no estaba, lo cual era bastante seguido, porque casi no viajaba a esta sucursal.

Estoy aquí en mi oficina. Te espero en dos minutos”, le escribí.

Me quedé con un bolígrafo en las manos mientras pensaba, en la chica de hace un momento, no había podido quitármela de la cabeza, era muy bella con unos labios carnosos, me provocó mordérselos, un cuerpo de infarto, una clara invitación a pecar, pensé mientras no dejaba de sonreír, justo en ese momento entró mi amigo y se quedó sorprendido de verme tan de buen humor.

— ¡Wow! Eso si es nuevo, verte tan feliz—declaró mi amigo en un gesto exagerado de sorpresa.

— Necesito casarme, voy a optar por un cargo de juez contencioso expresé con tranquilidad.

—También puedes hacerlo estando soltero, no veo cuál sea la limitante—indicó Jacco.

—Jacco, un hombre casado, de familia se ve más estable tanto emocional como moralmente y sabes bien cuál es mi objetivo principal, convertirme en uno de los magistrados del supremo tribunal —pronuncié con convicción.

—Bueno, escógelas entre tus amantes, hasta donde sé tienes más de una en cada sucursal de tu bufete —pronunció burlándose.

No se tomó mi confesión con seriedad, pensaba era una broma, sin embargo, nunca había hablado con tanta seriedad en mi vida.

—Ellas no sirven, son mujeres demasiado experimentadas, no van a dejar sus carreras por dedicarse a un hogar y tener hijos. Necesito a una mujer joven, bonita, alegre, inocente e ingenua. Sobre todo fácil de moldear, obediente a mis órdenes.

» De esas para quienes los príncipes azules siguen existiendo, enamorada, capaz de entregar todo por su hombre, donde yo sea lo más importante. Solo una mujer así, no pondrá reparos en nada, además, necesito confié ciegamente en mí, no me provoque escenas, ni me persiga, que se quede en casa esperándome mientras estoy lo mío y por supuesto bonita —Jacco se quedó viéndome sorprendido, pero sin dejar de expresar un gesto de burla.

— ¡Por Dios! Existe una mujer así, ¿Dónde está? También quiero una para mí así. No creo la puedas encontrar en el círculo donde nos movemos.

—Pues Jacco, si existe. La he encontrado trabaja en el centro de reproducción de documentos, se llama Tabata y quiero conocer todo sobre ella.

“El milagro de existir, el instinto de buscar, la fortuna de encontrar, el gusto de conocer.” Joan Manuel Serrat.

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