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CAPÍTULO 5. ENCENDIDOS

Había visto a las mujeres ponerle el puntapié a Tabata, eso me molestó sobremanera, por eso estaba allí estaba pendiente de las respuestas de las mujeres mientras las miraba desafiante. Ellas solo se miraban entre sí con sus rostros pálidos imagino producto de la angustia ocasionada el haber sido descubiertas por mí, aunque de sus bocas no salía el mínimo ruido, al parecer la impresión de haber visto mi expresión de completo enfado, las hizo perder sus facultades vocales.

Nuevamente les volví a exigir una explicación — ¿Entonces? ¿Cuántas horas vamos a pasar aquí esperando ustedes se dignen a responder una simple pregunta? La paciencia realmente no es una de mis virtudes.

Después de un par de minutos, cuando vieron mi insistencia, e intención de no desistir al interrogatorio, no les quedó otra opción, sino la de hablar, al parecer Becca era su defensora. Ella creía que por ser mi amante, iba a aceptar de buenas a primera sus argumentos.

Sin embargo, resultó estar afectada por mi actitud, cuando pronunció con voz temblorosa.

—Enrico, verás, no tienes por qué molestarte. Nadie está atacando a esta jovencita… Fue solo un simple accidente.

—¡No fue un accidente!—pronuncié cabreado—. Yo vi cuando Laurence le puso el pie, ustedes también la vieron, no traten de negarlo. Les voy a advertir, espero esta sea la última vez, que hagan algo así en contra de alguien en esta empresa, pero sobre todo no las quiero cerca de Tabata, no se les ocurra hacerle daño, es más deberán cuidarla, porque si algo le llegase a pasar, así no sean ustedes las causantes, voy a responsabilizarlas, tomaré las grabaciones e interpondré una demanda en contra de ustedes por agresión ¿Caspisci?

Sin esperar respuestas de las tres mujeres, ingresé al área de la oficina donde vi a Tabata sentada con sus rodillas extendidas, estaba herida, le salía sangre, haciendo un gesto de dolor, eso me preocupó, por ello terminé acercándome a ella; sin preguntarle su estado, la levanté en brazos como si pesara como una pluma y empecé a caminar hacia la oficina, bajo la protesta de la chica.

—¿Qué haces hombre? ¡Bájame! ¡Por Dios! ¿Qué van a pensar todos? Eso dará lugar a intensificar los ataques en mi contra—manifestó Tabata con mortificación

—Deberían entender lo contrario, no volverte a hacer objeto de sus maldades. En cuanto a lo demás, me tienen sin cuidado sus pensamientos, nadie debe cuestionarme porque este lugar es mío, nadie va a decirme cómo comportarme, por eso hago como deseo, a ti tampoco debería importarte sus opiniones. Además, te estoy ayudando porque no puedes caminar así.

La llevé al interior del despacho, cuando ingresamos me di cuenta, como Tabata miraba todo con curiosidad, empecé a ver a los lados como tratando de adivinar la impresión que le daría mi oficina.

La oficina era amplia con una decoración moderna. Los colores preponderantes eran blanco y negro, con unos grandes ventanales, los cuales permitían observar una agradable vista de la ciudad, con mobiliarios ergonómicos, un área al extremo de una esquina decorada con un sofá rinconera grande en color blanco, una mesa de vidrio en el centro, el cual le profería carácter al lugar, según decían el mimo reflejado por mí.

Ella siguió observando, mientras yo permanecía atento a sus expresiones, la senté en el sofá mientras entraba en una de las puertas ubicadas al lado izquierdo de mi despacho donde estaba el baño, me lavé las manos con agua y jabón, luego de un par de minutos saqué un kit de primeros auxilios, regresando a donde ella estaba.

Me acerqué a ella arrodillándome en el suelo, saqué un trozo de gasa, lo cubrí con agua oxigenada, comencé a desinfectarle las heridas provocadas en ambas rodillas. Después cubrí otra con alcohol, también se lo apliqué, ante un gesto de lamento de Tabata, no pude evitar preguntarle:

—¿Te duele?

—Arde. Por favor ¿Pudieras dejar de limpiarme ya?

Interrogó la joven con una mirada de excitación, eso causó una gran satisfacción en mí, solté la gasa con la cual la limpiaba, comencé a acariciar sus rodillas de manera circular, mientras el deseo en mí crecía y no estaba dispuesto a apartarla hasta estar completamente satisfecho.

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Estaba como hipnotizada, porque no solo sentía el ardor producido por el líquido en mi herida, sino también otro tipo de ardor presente, instalado en la parte baja del vientre, provocando nuevamente esas pulsaciones en mi vagina, las cuales se hacían presentes cuando tenía a Ric cerca y ahora se intensificaron cuando empezó a acariciarme alrededor de mis rodillas.

Después el hombre fue subiendo sus manos por encima de mis rodillas, comenzó a acariciarme lentamente en el interior de mis muslos. Ese gesto produjo un cúmulo de sensaciones en mí, a tal extremo que la respiración empezó a entrecortarse, sentí como un fuego se agitaba en mi interior. Un gemido salió de mis labios, inconscientemente intenté cerrar mis piernas, pero Enrico me lo impidió.

Él me observaba fijamente, yo sentía el rubor en mis mejillas, lo observaba con la misma intensidad, mis labios entreabiertos, con todo el cuerpo entumecido por el deseo, bajé la vista por el resto de su cuerpo, no pude evitar ver en su pantalón un destacado bulto, haciéndome humedecer más.

Enrico subió su mano hasta llegar a mis pantis, la cual apartó, comenzó a tocar mi húmedo botón. Mis pensamientos ya estaban nublados por ese inmenso deseo devorador, me abrió más las piernas, empezó a abrirse paso en el interior de mis pliegues.

Quería con ansias extinguiera ese deseo, sentía como mi vagina era devorada por la pasión, ansiaba quitara ese ardor en mí, me comencé a contornear al ritmo marcado por Enrico con sus dedos, cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, él sacó su mano, yo emití un gritito de protesta. Él llevó a mi camisa sus manos y empezó a soltar cada uno de los botones, dejando al descubierto el brasier.

Llevó su boca a mis senos, comenzó a succionarlos por encima de la tela, volviéndome más loca del deseo, pero al parecer eso no era suficiente para él y habló con voz ronca:

—Deseo tenerlos en mi boca, muero por chuparlos, morderlos, succionarlos —subió la prenda apartándola hacia arriba, descubriendo mis pechos siguió hablando —, ¡por Dios! Son hermosos, aperlados, con esos orgullosos pezones sonrosados, están erectos porque están tan deseosa como yo. Quiero estar dentro de ti, llenarte completamente con mi polla hasta hacerte gritar de deleite, moverme mientras me la aprietas —decía sonriendo complacido.

Sin perder más tiempo acercó su boca caliente a mi pezón, extrajo su lengua, con la punta recorrió el contorno, llenándolos de caricias, mientras yo estaba derretida ante su toque.

Sentí como un líquido fluía a borbotones de mi interior, deseaba profundizara sus caricias, para mí era una necesidad, quería apagara, ese ardiente fuego acumulado en el centro de mi sexo, el cual amenazaba con consumirme abrasadoramente. Sin pensarlo, agarré una de sus manos, la dirigí nuevamente entre mis piernas, para que continuara tocándome allí.

De la boca de Rick salió un sonido gutural, después se convirtió en una sonrisa.

Él me recostó en el mueble, luego se subió, se sentó a horcajadas encima de mí, flexionando sus rodillas en el sofá a cada lado del cuerpo, para evitar aplastarme con su peso. Sacó su mano de donde yo la había introducido, la metió debajo de mi trasero, elevó un poco mis caderas para tener más facilidad de friccionar su pene contra mi pelvis, era la sensación más gloriosa experimentada, le producía un calor desesperante. Lo necesitaba dentro de mí, sin pensar más, comencé a llenar la oficina con mis suaves gemidos, mientras Ric me miraba enfebrecido por el mismo deseo, el cual nos dominaba a los dos.

“Sigue con tu mente lo que buscas, como si ya lo hubieras encontrado.” Viola Davis- Amma.

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