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CAP 2 CONTRATO ESPECIAL

Edgar la giró para ver su rostro, acomodó su cabello para ver su expresión. “Paula irá conmigo… solo es por negocios, es mi asistente, tiene que acompañarme”. Él quería dejar claro por qué viajaba con la mujer. “Ramón también irá con nosotros”.

Delia no hizo ningún gesto y solo le dijo de forma muy tranquila. “Está bien”.

Edgar no estaba muy convencido, besó sus labios rápidamente. “¿Segura?”.

Delia le sonrió fingidamente. “Si, estaré bien”.

Edgar la dejó volver a su lugar y la siguió abrazando por detrás, le susurro algo más sin que lo mirara, no quería hacerla enojar…

“Cuando regrese del viaje iremos a ver un especialista”.

Delia frunció el ceño girándose para interrogarlo. “¿Especialista? ¿Para qué?”.

Edgar acarició su mejilla. “Tenemos años juntos y no has podido quedar embarazada… debe haber algún problema”.

Delia ya molesta le dijo. “Estoy bien, a mí no me pasa nada”.

Edgar trató de convencerla. “Solo quiero que nos examinen, a ambos, para ver si hay algún problema, descartar todo”.

Delia lo miró por un momento, había amado a este hombre por años, pero hoy al verlo no sentía la misma admiración y amor, solo deseaba estar lejos de él.

“Ok. Lo haremos como tú dices”. Ella no quería discutir más.

Edgar sonrió y besó su frente. “Bien, vamos a dormir”.

Por la mañana… Delia desayunaba en silencio en el comedor, Martha el ama de llaves estaba de pie esperando a que terminara, Edgar entró, ya vestido para salir a trabajar.

“Buenos días Amor”. El beso el cabello de Delia, ella le sonrió sin mirarlo. “Buenos días”.

Martha se acercó. “Edgar, tu desayuno está listo”.

Edgar se acercó a la mujer mayor besando su mejilla. “Gracias nana”. Él se acomodó en la mesa y disfrutó de su desayuno. “Está muy rico nana”. A la mujer se le iluminaron sus ojos y sonrió.

Martha, cuido de Edgar desde pequeño, sus padres siempre trabajaban, ellos murieron en un accidente cuando él tenía 17 años, Martha siguió con él toda la vida, lo amaba como a un hijo propio.

Delia tomó un sorbo de su café y rodó sus ojos para sus adentros.

Edgar terminaba su desayuno y le preguntó a Delia. “¿Fuiste al banco? ¿Por qué sacaste joyas de tu madre?”.

Ella levantó la vista mirando al hombre, la tenía completamente vigilada, ella no podía dar un paso sin que Edgar se enterara, tenía espías por doquier. “Necesitaba una gargantilla para el vestido de anoche y no me decidía, así que las traje todas a casa”.

Edgar entendió, sonriendo le pidió. “Si necesitas joyas te llevaré a comprar las que quieras”.

Delia le sonrió aceptando el trato. “Te lo diré la próxima vez”.

Llegó el día que Edgar tenía que viajar, él se despidió de su esposa en la puerta, besándola. “Regresaré en cuatro días amor”.

Ella asintió sonriendo de medio lado.

Edgar rozó su mejilla mirando su rostro antes de irse y él susurró. “Delia te amo… nunca lo olvides”.

Ella solo observó sus ojos, esos que antes adoraba tanto, verlos hoy no significaban nada para ella.

Edgar camino hacia el auto que lo esperaba, ahí ya venía Paula, ambas mujeres se miraron y Paula le sonrió fríamente burlándose.

Delia solo se quedó de pie en el mismo lugar hasta que el auto se alejó de la casa, el ama de llaves sonreía feliz. “Señora, el señor la ama tanto, siempre está pendiente de usted, me pidió que cuidara de sus comidas y su sueño”.

Delia miro a la mujer fingiendo felicidad. “Lo sé Martha”.

La ama de llaves se fue, Delia subió a su habitación, caminó alrededor como un león enjaulado, pensado cómo podría abrir el cajón donde Edgar guardaba los papeles de la empresa y el acta de matrimonio, tenía planeando esto hace meses y que Edgar se fuera de viaje por un fin de semana era una excelente oportunidad, solo tenía que deshacerse de Martha.

Tocaron a su puerta. “Señora, le traje algunas frutas, debe alimentarse bien si está pensando en tener un bebe, mientras iré a comprar la despensa”.

Delia abrió la puerta para que entrara, dejara la bandeja y le sonrió amablemente. “¿Martha podrías comprar pescado fresco en el arroyo?”.

La mujer lo pensó. “Mi viaje sería más largo señora, no llegare a prepararle la comida”.

Delia despreocupada le comentó. “No importa, me gustaría que le prepares al señor ese pescado ahora que vuelva, sé que los fines de semana está abarrotado el lugar y se termina, será mejor comprarlo hoy, además, te ayudare a prepararlo para él ¿Te parece?”.

La mujer mayor lo pensó por un momento y sonrió feliz notando el interés de la mujer por su jefe. “Tiene razón señora, iré al arroyo ahora mismo”.

Delia concedió. "No te preocupes por mi comida de hoy, prepararé algo o pediré a domicilio”.

La mujer comprendió y salió de la casa, el chofer la llevó, Delia se quedó sola en la casa.

Delia sacó su teléfono marcando un número. “Gaby”.

La mujer del otro lado sonrió. “Hola amiga”. Ella pintaba sus uñas mientras sostenía el teléfono con el hombro y su oreja.

Delia miró por la ventana y le dio la noticia. “Es hora, llama al cerrajero y a tu hermano”.

Gaby colgó rápidamente, se levantó de la silla haciendo varias llamadas. Llegó a la mansión 45 minutos después.

Delia se quedó mirando la entrada vacía por la ventana recordando el día que le pidió ayuda a un abogado…

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Señora, usted no puede pedir el divorcio, solo el señor Ornelas puede y sobre la empresa… necesito los papeles que dicen que se firmaron cuando su padre estaba vivo, los documentos no están aquí, además… será difícil que pueda divorciarse y quedarse con la empresa…

Delia frunció el ceño. “¿Por qué? Se puede comprobar que soy la hija legítima, tengo derecho”. Ella no entendía.

El hombre le explicó. “El señor Ornelas y su padre hicieron un contrato especial y secreto, ambos estuvieron de acuerdo y no puede ser dado al público”.

“¡Pero debe haber algo que se pueda hacer!”.

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