Edgar la giró para ver su rostro, acomodó su cabello para ver su expresión. “Paula irá conmigo… solo es por negocios, es mi asistente, tiene que acompañarme”. Él quería dejar claro por qué viajaba con la mujer. “Ramón también irá con nosotros”.
Delia no hizo ningún gesto y solo le dijo de forma muy tranquila. “Está bien”.
Edgar no estaba muy convencido, besó sus labios rápidamente. “¿Segura?”.
Delia le sonrió fingidamente. “Si, estaré bien”.
Edgar la dejó volver a su lugar y la siguió abrazando por detrás, le susurro algo más sin que lo mirara, no quería hacerla enojar…
“Cuando regrese del viaje iremos a ver un especialista”.
Delia frunció el ceño girándose para interrogarlo. “¿Especialista? ¿Para qué?”.
Edgar acarició su mejilla. “Tenemos años juntos y no has podido quedar embarazada… debe haber algún problema”.
Delia ya molesta le dijo. “Estoy bien, a mí no me pasa nada”.
Edgar trató de convencerla. “Solo quiero que nos examinen, a ambos, para ver si hay algún problema, descartar todo”.
Delia lo miró por un momento, había amado a este hombre por años, pero hoy al verlo no sentía la misma admiración y amor, solo deseaba estar lejos de él.
“Ok. Lo haremos como tú dices”. Ella no quería discutir más.
Edgar sonrió y besó su frente. “Bien, vamos a dormir”.
Por la mañana… Delia desayunaba en silencio en el comedor, Martha el ama de llaves estaba de pie esperando a que terminara, Edgar entró, ya vestido para salir a trabajar.
“Buenos días Amor”. El beso el cabello de Delia, ella le sonrió sin mirarlo. “Buenos días”.
Martha se acercó. “Edgar, tu desayuno está listo”.
Edgar se acercó a la mujer mayor besando su mejilla. “Gracias nana”. Él se acomodó en la mesa y disfrutó de su desayuno. “Está muy rico nana”. A la mujer se le iluminaron sus ojos y sonrió.
Martha, cuido de Edgar desde pequeño, sus padres siempre trabajaban, ellos murieron en un accidente cuando él tenía 17 años, Martha siguió con él toda la vida, lo amaba como a un hijo propio.
Delia tomó un sorbo de su café y rodó sus ojos para sus adentros.
Edgar terminaba su desayuno y le preguntó a Delia. “¿Fuiste al banco? ¿Por qué sacaste joyas de tu madre?”.
Ella levantó la vista mirando al hombre, la tenía completamente vigilada, ella no podía dar un paso sin que Edgar se enterara, tenía espías por doquier. “Necesitaba una gargantilla para el vestido de anoche y no me decidía, así que las traje todas a casa”.
Edgar entendió, sonriendo le pidió. “Si necesitas joyas te llevaré a comprar las que quieras”.
Delia le sonrió aceptando el trato. “Te lo diré la próxima vez”.
Llegó el día que Edgar tenía que viajar, él se despidió de su esposa en la puerta, besándola. “Regresaré en cuatro días amor”.
Ella asintió sonriendo de medio lado.
Edgar rozó su mejilla mirando su rostro antes de irse y él susurró. “Delia te amo… nunca lo olvides”.
Ella solo observó sus ojos, esos que antes adoraba tanto, verlos hoy no significaban nada para ella.
Edgar camino hacia el auto que lo esperaba, ahí ya venía Paula, ambas mujeres se miraron y Paula le sonrió fríamente burlándose.
Delia solo se quedó de pie en el mismo lugar hasta que el auto se alejó de la casa, el ama de llaves sonreía feliz. “Señora, el señor la ama tanto, siempre está pendiente de usted, me pidió que cuidara de sus comidas y su sueño”.
Delia miro a la mujer fingiendo felicidad. “Lo sé Martha”.
La ama de llaves se fue, Delia subió a su habitación, caminó alrededor como un león enjaulado, pensado cómo podría abrir el cajón donde Edgar guardaba los papeles de la empresa y el acta de matrimonio, tenía planeando esto hace meses y que Edgar se fuera de viaje por un fin de semana era una excelente oportunidad, solo tenía que deshacerse de Martha.
Tocaron a su puerta. “Señora, le traje algunas frutas, debe alimentarse bien si está pensando en tener un bebe, mientras iré a comprar la despensa”.
Delia abrió la puerta para que entrara, dejara la bandeja y le sonrió amablemente. “¿Martha podrías comprar pescado fresco en el arroyo?”.
La mujer lo pensó. “Mi viaje sería más largo señora, no llegare a prepararle la comida”.
Delia despreocupada le comentó. “No importa, me gustaría que le prepares al señor ese pescado ahora que vuelva, sé que los fines de semana está abarrotado el lugar y se termina, será mejor comprarlo hoy, además, te ayudare a prepararlo para él ¿Te parece?”.
La mujer mayor lo pensó por un momento y sonrió feliz notando el interés de la mujer por su jefe. “Tiene razón señora, iré al arroyo ahora mismo”.
Delia concedió. "No te preocupes por mi comida de hoy, prepararé algo o pediré a domicilio”.
La mujer comprendió y salió de la casa, el chofer la llevó, Delia se quedó sola en la casa.
Delia sacó su teléfono marcando un número. “Gaby”.
La mujer del otro lado sonrió. “Hola amiga”. Ella pintaba sus uñas mientras sostenía el teléfono con el hombro y su oreja.
Delia miró por la ventana y le dio la noticia. “Es hora, llama al cerrajero y a tu hermano”.
Gaby colgó rápidamente, se levantó de la silla haciendo varias llamadas. Llegó a la mansión 45 minutos después.
Delia se quedó mirando la entrada vacía por la ventana recordando el día que le pidió ayuda a un abogado…
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Señora, usted no puede pedir el divorcio, solo el señor Ornelas puede y sobre la empresa… necesito los papeles que dicen que se firmaron cuando su padre estaba vivo, los documentos no están aquí, además… será difícil que pueda divorciarse y quedarse con la empresa…
Delia frunció el ceño. “¿Por qué? Se puede comprobar que soy la hija legítima, tengo derecho”. Ella no entendía.
El hombre le explicó. “El señor Ornelas y su padre hicieron un contrato especial y secreto, ambos estuvieron de acuerdo y no puede ser dado al público”.
“¡Pero debe haber algo que se pueda hacer!”.
El hombre negó. “Por lo que se y lo que el abogado de su padre y el señor Ornelas nos entregó, el único albacea de todo es su esposo, si usted quiere pelear algo debe traer los documentos necesario y…” Ella notó el nerviosismo del hombre. “¿Qué pasa?”. El hombre le explicó. “El señor Ornelas, su esposo ya es muy poderoso en la ciudad, la gente y otras empresas tienen miedo de lo que pueda hacer en su contra si la ayudamos”. Ella abrió mucho los ojos, nadie estaba dispuesto a ayudarla por miedo. ----------------------- Ella volvió en sí y abrió la puerta al escuchar el timbre, recriminando a la mujer que entraba. “¿Por qué tardaste tanto?”. Gaby era una mujer rubia de ojos verdes, era hermosa y simpática, entró junto a los dos hombres. “Cálmate, tenemos tiempo, Martita está ayudando a un anciano en el arroyo, creo que hasta le está coqueteando”. Delia negó rodando los ojos, su amiga tenía muchas formar y artimañas para salirse con la suya. Gabriel hermano gemelo de Gaby se ac
Delia entendió. Gabriel terminó de escanear todos los documentos, Los gemelos salieron de la oficina, Delia se quedó un momento mirando alrededor, todo seguía como su padre lo tenía, no había entrado a la habitación desde su muerte, Edgar lo tenía siempre con llave, salió del despacho no sin antes revisar que todo haya quedado como estaba para que Edgar no se enterara que estuvieron ahí. Gaby abrazó a su amiga calmándola. “Solo 7 días amiga y serás libre”. Delia sonrió feliz y repitió incrédula. “Solo 7 días”. Acompañó a los hermanos a la salida. Gaby abrazó a su amiga en la puerta de la casa y le dijo. “Se fuerte, te ayudaremos hasta el final”. Delia sonrió confiada ahora tenía una oportunidad, no la desperdiciaría. Gabriel tomó su manó besándola. “Sabes… desde niño te vi crecer junto a mi hermana, con el tiempo me di cuenta que me gustabas, no era solo amor de hermanos, era algo más, decidí irme a estudiar y prepararme para poder estar al nivel de tu familia, pero mi sorpresa c
La gente gritó y estaban asombrados por el accidente, el hombre del auto salió mirando desde su puerta a mi esposa en el suelo incrédulo. Yo me quedé estático, no podía moverme, mi corazón agitado retumbaba en todo mi pecho, solo estaba a metros de ella y no pude detenerla… No pude salvarla… Llegué hasta ella caminando muy despacio, un hombre la atendía y pedía una ambulancia a gritos, había sangre… en su cabeza su ropa estaba rasgada y lo peor, había sangre en su entrepierna. Yo me acerqué, apretaba fuerte la caja con mis manos, el hombre me miró preguntando. “¿La conoce?”. Yo asentí. “Es mi esposa”. El hombre gritó. “¡Llame a una ambulancia rápido!”. Él se alejó de mi esposa pidiéndole a la gente alejarse y dar espacio, yo me incliné tocando su rostro, ella estaba inconsciente, su bello rostro tenía raspaduras menores. Los paramédicos me alejaron y la atendieron, yo di mi nombre y subimos a la ambulancia, observé por la ventana por unos momentos mirando la caja de Delia en la
La mujer observó la bolsa preguntando. “¿Va a salir señora?”. Delia confirmó sentándose en la mesa. “Si, iré a la asociación, necesito verificar algunos asuntos personalmente”. Delia se encargaba de una asociación que su padre había creado para mujeres con cáncer. Martha entendió y le expresó. “Le diré al chofer que esté listo”. Delia asintió, sabía que no podría salir de la casa sin que el chofer la llevara. Tenía que vigilarla en todo momento. Llegó a la asociación, el chofer se despidió, pero no se fue, se quedaría hasta que Delia terminará. Gaby ya la esperaba en su oficina. Delia entró cerrando y sacó la caja llena de joyas de su madre. Gaby examinó las piezas. “Son hermosas, tu padre siempre tuvo buen gusto para los regalos”. Delia miró una pieza en especial, eran un collar con zafiros, Delia al igual que su madre amaban los zafiros. Gaby guardó todo en su bolsa. “Mi hermano dijo que tenía todo listo, solo seis días Delia”. Delia asintió, claro que contaría cada día c
Edgar y Delia entraron al despacho, al cerrarla puerta Edgar se acercó a ella tratando de abrazarla, Delia se negó. “Habla te escuchó”. Edgar le dijo. “Yo, fui un tonto, Paula me beso y yo no la aleje, es mi culpa, pero nunca había pasado más nada entre nosotros, yo te amo Delia, eres la única”. Delia lo miró y le dijo. “Será mejor que nos demos un tiempo, perdí a mi bebe y no estoy lista para seguir contigo”. Edgar se acercó besándola. “Yo te ayudaré, a mí también me dolió, fue mi culpa Delia, déjame estar contigo, sanarnos juntos”. Ella amaba al hombre, pero el dolor por perder a su pequeño le carcomía el corazón y todo por su engaño. “No estoy segura de que pueda perdonarte”. Edgar le dijo acercándose a ella tomando sus mejillas. “Vuelve conmigo, solo unos meses, dame la oportunidad de reivindicarme”. Ella asintió, Edgar beso sus labios y la abrazo, pero ella se quedó estática, recordando cómo su esposo besaba a otra. Lo peor era imaginárselo en la cama con Paula. -----------
El señor Fausto le explicó a su hija tomándola de la mano. “Yo… le entregué todo… confiaba en él… era como un hijo”. Delia agacho su cabeza, ahora entendía, ellos ya no tenían nada, limpio su rostro de lágrimas y le sonrió a su padre. “Iré por mis cosas”. Ella subió quedándose en el pasillo por unos segundos recargada en la pared. El señor Fausto miró a su hija subir derrotada, después giró mirando a Edgar. “Esto… nunca te lo perdonare”. Edgar se acercó. “Yo la amo, solo quiero que este conmigo, con el tiempo ella me perdonara y volveremos a hacer la familia de siempre, ya lo verás, sé que en este momento no me entiendes, pero no olvides que eres como mi padre, el que nunca tuve y lo único que quiero es que sigamos juntos, los tres”. Fausto observó al hombre negando. Se levantó del sillón tratando de caminar a las escaleras, Edgar quería ayudarlo, pero el hombre se negó manoteando para que no lo tocara. Delia se burló y caminó hasta su habitación. ----------------------- Delia
Al día siguiente Martha se despidió. “Señora, volveré en unos días, espero que disfruten de su aniversario, se lo merecen”. Delia asintió sonriéndole. “Disfruta tu viaje”. Martha subió al coche donde el chofer la esperaba, Delia se quedó sola en la casa, subió las escaleras y sacó una pequeña maleta de deportes del armario. Delia tenía casi todo listo era poca la ropa que llevaría con ella, no quería recuerdos de nada que estuviera conectado con Edgar, entró en su armario buscando la carpeta de documentos personales, pero en vez de eso encontró una caja, la tomo sacándola y llevándola a la cama, estaba llena de polvo, ella sopló el polvo y la abrió, ahí encontró los detalles que Edgar le daba cuando eran novios, fue sin dudarlo una bonita época, ella estaba realmente enamorada…. Recuerdo de Delia… Delia bajo del auto, entrando en la empresa, su padre quería que aprendiera todo sobre la compañía, habían contratado un nuevo administrador, era hijo de un viejo amigo que murió hace t
Meses después… Delia revisaba algunos pendientes, se hallaba cansada y no había podido dormir bien los últimos días, su padre estaba delicado de salud. Edgar entró con un café en sus manos. Se acercó a su esposa, llegando por detrás y besó su cuello acercando la taza. “Tómalo te hará bien”. Delia suspiró al oler el café, lo tomó en pocos sorbos. Edgar se sentó frente a ella y pensativo le dijo. “No crees que será mejor que me encargue de la empresa”. Delia dejó su taza en el escritorio. “¿Irme de la empresa?”. Edgar se recargó en el escritorio frente a ella cruzando sus brazos. “Si, estás trabajando duro aquí, también en la asociación y la enfermedad de tu padre, es mucho peso para ti”. Ella suspiró recargándose en la silla, cerró sus ojos por un momento, Edgar se levantó acercándose y sentándose en el escritorio muy cerca de ella, frente a frente, acarició su mejilla. “Esto es mucho para ti… déjame ayudarte aquí…” Ella abrió los ojos y miró al hombre, lo amaba con locura y la