Meses después… Delia revisaba algunos pendientes, se hallaba cansada y no había podido dormir bien los últimos días, su padre estaba delicado de salud. Edgar entró con un café en sus manos. Se acercó a su esposa, llegando por detrás y besó su cuello acercando la taza. “Tómalo te hará bien”. Delia suspiró al oler el café, lo tomó en pocos sorbos. Edgar se sentó frente a ella y pensativo le dijo. “No crees que será mejor que me encargue de la empresa”. Delia dejó su taza en el escritorio. “¿Irme de la empresa?”. Edgar se recargó en el escritorio frente a ella cruzando sus brazos. “Si, estás trabajando duro aquí, también en la asociación y la enfermedad de tu padre, es mucho peso para ti”. Ella suspiró recargándose en la silla, cerró sus ojos por un momento, Edgar se levantó acercándose y sentándose en el escritorio muy cerca de ella, frente a frente, acarició su mejilla. “Esto es mucho para ti… déjame ayudarte aquí…” Ella abrió los ojos y miró al hombre, lo amaba con locura y la
Gaby entró a la casa, Delia salió de la habitación de sus papás y llegó a las escaleras pidiéndole a su amiga. “Sube”. Gaby subió las escaleras hasta la habitación de Delia, ella se movía por todos lados terminando de empacar algunas fotos de sus padres, Gaby al ver la habitación se asombró. Delia tomó la bolsa de deportes revisando por última vez su teléfono, Gaby caminaba por la habitación anonadada. “Espero que esto, haga que te deje en paz”. Delia ignoró a su amiga y siguió en lo suyo. Gaby giro mirando a su amiga cerrar la bolsa. Delia caminó a la cama y la observó por un momento para después dejar su teléfono desbloqueado, levantó la vista y se colocó la bolsa. “Listo, hay que irnos”. Gaby asintió y salieron juntas, charlaban mientras llegaban al auto de Gaby, que estratégicamente estaba estacionado cerca del vigilante, el hombre se asomó y miró a las dos mujeres, llevaban ropa deportiva y cada una su maleta de deportes, el volvió a la caseta y abrió el portón. Delia y Gab
Delia entró al baño, ahí encontró a una chica jugando con su celular, llevaba igual y su parecido a Delia era sorprendente. “Hola”. Delia se acercó. La chica guardó su teléfono y la miró. Delia le dijo. “Hagamos esto rápido”. La chica y Delia conversaron un poco, Delia se colocó una peluca rubia rápidamente, la chica se peinó el cabello como Delia, ya estaba teñido igual, sus facciones eran tan parecidas que podrías confundirlas fácilmente. Al final Delia le entregó un fajo de dinero diciendo. “Lo único que tienes que hacer, es salir en 5 minutos después de que me vaya y deambular por todo el lugar tratando que no te vean el rostro”. La chica entendió y se quedó ahí viendo a Delia mirarse por última vez en el espejo, ella respiro profundo y salió. Camino hasta la entrada, se encontró de frente con uno de los guardias, pero la ignoró al ver su cabello. Delia salió del lugar, Gaby la miraba de reojo. “Suerte”. Susurró y siguió tomando su bebida. Después de cinco minutos la chica
Ella negaba con la cabeza asustada. “Yo… te amo Edgar… Sé que es mi hermana, pero no tengo la culpa de enamorarme de ti, haría cualquier cosa porque te quedaras conmigo… Delia no te ama y nunca lo hará como yo lo hago”. Edgar se río levantándose. “Sabes… dudé muchas veces sobre su relación de hermanas, pero confié en ti… fue lo peor que pude hacer”. Paula le contó la historia de que eran hermanas, al principio no lo creía, pero ella le mostró pruebas de ADN y fotografías donde su suegro y la madre de Paula estaban juntos, Delia amaba a sus padres y adoraba el gran amor que se tenían, no permitiría que se desilusionara, así que optó por pedirle a Paula que lo ocultara de Delia, él se encargaría de ayudarla y apoyarla en secreto. Ramon entró, observó a Paula en el suelo y a su jefe de pie cerca. “Señor…” Edgar levantó la vista mirándolo, estaba molesto por que lo interrumpió. Ramon se acercó y le entregó la tableta. Edgar observó la noticia… Era sobre él y Paula, todas las foto
Martha fue a buscar una bolsa grande y empezó a despejar cada foto, ella estaba triste, lo único que deseaba es que Edgar fuera feliz, lo había cuidado desde pequeño, el perder a sus padres lo marcó y cuando conoció a Delia, él volvió a renacer. Era un hombre feliz y cariñoso, nunca se imaginó que él hiciera esto, engañar a su esposa, ella sabía perfectamente que la amaba mucho, hasta llegar al punto de obligarla a estar con él, pensó que con el tiempo las cosas se arreglarían entre ellos, pero nunca se imaginó tal escena. Edgar llegó a la oficina, Ramon lo seguía, una de las secretarías entró detrás de los dos hombres. “Señor, le llegó este sobre”. Edgar se sentó en la silla y cansado se rasco los ojos. “Déjalo en el escritorio”. Ella entendió que el jefe no estaba de humor y salió. Ramon observó el sobre y leyó de dónde venía. “Señor, es del juzgado de lo familiar”. Edgar vio el sobre y lo tomó abriéndolo. Saco los papeles leyendo el título. -Demanda de divorcio- Edgar no pod
Gabriel les regalo una bella sonrisa, eran increíblemente llamativos, sus ojos verdes claros lo hacían ver muy guapo y algunas canas que se mostraban entre su cabello bien peinado, le daban un toque maduro y sensual. Ambas lo vieron irse, la pequeña apuntaba con su manita en dirección de Gabriel y Delia sonreía diciéndole tiernamente. “Si, es papá, dile adiós a papá” La niña balbucea “Pa, pa”. No muy lejos de ahí, había un carro negro que la vigilaba. Un hombre la miraba detenidamente, el apretó el volante fuerte, sus nudillos se pusieron rojos… Delia entró con la pequeña al patio del restaurante donde había algunas mesas para los comensales, se sentó con la niña, una empleada le llevó galletas y algo de comida. Delia le dio a la pequeña de comer, hacía ruidos como un avión y le daba probaditas a la pequeña, la bebe muy obediente comía aplaudiendo y saboreando la comida. Ben salió con una rebanada de tarta y bromeó diciendo. “Invita la casa”. Delia sonrió negando con la cabeza
Edgar caminó hasta ella quedando muy cerca, la miraba con dolor al rostro. “Lo sé Delia… sé que para ti terminó, sé que ya no me amas, lo he entendido… pero yo… sigo amándote más cada día de mi miserable vida”El respiro profundo levantando su mirada al cielo antes de volver a verla. “Todo lo que pasó… fue culpa de Paula, no te voy a negar lo que pasó cuando nos besamos, pero solo fue eso… yo siempre la rechace”.Delia no quería hablar más de eso. “No me interesa nada que tenga que ver con Paula”.Edgar la tomó del brazo. “Pero yo sí, debes escuchar lo que tengo que decirte”.Gabriel salió del auto al mirar que la tomó del brazo.“Mari es hora de irnos”.Delia miró a Gabriel, quería dejar claro esto de una vez. “Gabriel, está bien, espera en el auto”.Gabriel no muy convencido regresó al auto, pero los vigilaba.Edgar miraba a Delia con mucho dolor. “Necesitaba encontrarte, verte”.Delia trató de contener sus lágrimas. “Ya lo has hecho, ahora por favor vete y no vuelvas”.Edgar negó.
El chico al ver que comía se sentó a un lado de él, sacó una manta vieja y la colocó en ambos. Edgar lo miró por un momento preguntando. “¿Cómo te llamas?”. El chico sin dejar de mirar el cielo le contestó. “Ray”. “Yo soy Edgar”. El chico afirmó. Seguía mirando las estrellas. Edgar hizo lo mismo y alejó el pan duro escondiéndolo detrás. Ray le preguntó. “¿Sabes cuántas estrellas hay en el cielo?”. Edgar le dijo. “Son millones”. Ray asintió. “Mamá decía que eran cuatrillones”. El triste se abrazó sus pies con sus manos, recordó a su mamá. Edgar preguntó. “¿Dónde está tu mamá?”. Ray giro a verlo. “Ella murió, estoy solo”. Edgar sonrió tristemente. “Yo también estoy solo…” Ellos siguieron observando la noche iluminada de millones de estrellas y la gran luna. Edgar del cansancio se quedó dormido, al despertar por la mañana, observó alrededor, el chico estaba recostado a su lado. Edgar sonrió, escuchó la voz de Ramon. “Señor Ornelas”. Edgar se levantó despacio y movió sus manos