Gabriel les regalo una bella sonrisa, eran increíblemente llamativos, sus ojos verdes claros lo hacían ver muy guapo y algunas canas que se mostraban entre su cabello bien peinado, le daban un toque maduro y sensual. Ambas lo vieron irse, la pequeña apuntaba con su manita en dirección de Gabriel y Delia sonreía diciéndole tiernamente. “Si, es papá, dile adiós a papá” La niña balbucea “Pa, pa”. No muy lejos de ahí, había un carro negro que la vigilaba. Un hombre la miraba detenidamente, el apretó el volante fuerte, sus nudillos se pusieron rojos… Delia entró con la pequeña al patio del restaurante donde había algunas mesas para los comensales, se sentó con la niña, una empleada le llevó galletas y algo de comida. Delia le dio a la pequeña de comer, hacía ruidos como un avión y le daba probaditas a la pequeña, la bebe muy obediente comía aplaudiendo y saboreando la comida. Ben salió con una rebanada de tarta y bromeó diciendo. “Invita la casa”. Delia sonrió negando con la cabeza
Edgar caminó hasta ella quedando muy cerca, la miraba con dolor al rostro. “Lo sé Delia… sé que para ti terminó, sé que ya no me amas, lo he entendido… pero yo… sigo amándote más cada día de mi miserable vida”El respiro profundo levantando su mirada al cielo antes de volver a verla. “Todo lo que pasó… fue culpa de Paula, no te voy a negar lo que pasó cuando nos besamos, pero solo fue eso… yo siempre la rechace”.Delia no quería hablar más de eso. “No me interesa nada que tenga que ver con Paula”.Edgar la tomó del brazo. “Pero yo sí, debes escuchar lo que tengo que decirte”.Gabriel salió del auto al mirar que la tomó del brazo.“Mari es hora de irnos”.Delia miró a Gabriel, quería dejar claro esto de una vez. “Gabriel, está bien, espera en el auto”.Gabriel no muy convencido regresó al auto, pero los vigilaba.Edgar miraba a Delia con mucho dolor. “Necesitaba encontrarte, verte”.Delia trató de contener sus lágrimas. “Ya lo has hecho, ahora por favor vete y no vuelvas”.Edgar negó.
El chico al ver que comía se sentó a un lado de él, sacó una manta vieja y la colocó en ambos. Edgar lo miró por un momento preguntando. “¿Cómo te llamas?”. El chico sin dejar de mirar el cielo le contestó. “Ray”. “Yo soy Edgar”. El chico afirmó. Seguía mirando las estrellas. Edgar hizo lo mismo y alejó el pan duro escondiéndolo detrás. Ray le preguntó. “¿Sabes cuántas estrellas hay en el cielo?”. Edgar le dijo. “Son millones”. Ray asintió. “Mamá decía que eran cuatrillones”. El triste se abrazó sus pies con sus manos, recordó a su mamá. Edgar preguntó. “¿Dónde está tu mamá?”. Ray giro a verlo. “Ella murió, estoy solo”. Edgar sonrió tristemente. “Yo también estoy solo…” Ellos siguieron observando la noche iluminada de millones de estrellas y la gran luna. Edgar del cansancio se quedó dormido, al despertar por la mañana, observó alrededor, el chico estaba recostado a su lado. Edgar sonrió, escuchó la voz de Ramon. “Señor Ornelas”. Edgar se levantó despacio y movió sus manos
Al entrar ella se giró mirando al hombre, le dijo tajantemente. “No podemos hacer tratos con él”. El chef no entendía. “¿Qué? ¿Por qué? hice una investigación, su empresa nos da los mejores beneficios y descuentos, sus productos son de primera, no hay una compañía como esta en toda la región”. Delia no quería trabajar con Edgar. Ella se cubrió la frente desesperada. El chef le explicó más tratando de convencerla. “La empresa está siendo trasladada a esta ciudad y nosotros somos de los primeros en beneficiarnos, es una gran oportunidad”. Delia frunció el ceño. “¿Trasladarse?”. El chef confirmó. Si, viene a quedarse aquí para abrir sus horizontes a más restaurantes y qué mejor que en la capital”. “Edgar es un buen tipo, lo conozco desde hace unos meses”. Ben quería convencerla, no entendía por qué no aceptaba a Edgar. Delia bufo. “¿Buen tipo? lo dudo…” El chef no entendía porque Delia se negaba. “Hay algo verdad… ¿Dime que es? ¿Por qué no quieres trabajar con él?”. Ben se acerc
Edgar suspiró y le dijo. “Lo siento”. La mano de Delia tembló y se detuvo ella levantó la vista mirándolo en silencio, sus palabras eran algo que ella nunca esperó escuchar. Edgar al tener su atención siguió. “Siento mucho lo que pasó, fui un imbécil en creer en Paula, ella…” Delia lo interrumpió. “No quiero escuchar nada de esa mujer”. Se levantó molesta de la silla, Edgar hizo lo mismo cubriendo su camino rápidamente y regresándola a la silla. Edgar se recargo en la silla quedando muy cerca acorralándola. “Pero quiero que me escuches. Solo una vez, solo necesito que me des una oportunidad”. Su aliento llegó a la nariz de Delia ese olor a menta inconfundible en él, pero esta vez llevaba un pequeño toque a cigarrillo, era muy leve pero Delia podía sentirlo. Edgar miró sus ojos detenidamente, tenerla de nuevo tan cerca le trajo muchos recuerdos. El empezó a hablar bajo acercándose más a ella. “Delia…” El susurró muy cerca de sus labios, ella había perdido completamente la noci
Recuerdo de Delia y Gabriel… Gabriel observaba los anuncios en el periódico. “Este se ve bien, podríamos remodelarlo con el tiempo”. Delia le preguntó mientras trabajaba en la computadora. “¿Estás segura que quieres que sea un restaurante?”. Gabriel asintió. “Si, la comida será deliciosa y la gente hará fila para entrar, tú y yo seremos las anfitrionas, Gabriel se encargará de todo lo técnico y administrativo, es bueno en eso”. Delia sonrió imaginando el futuro que tenían. Gabriel llegó al departamento con comida. “Buenos días”. Dejó bolsas de comida en la mesa. Gabriel se levantó directo a las bolsas. “¿Qué trajiste?”. Ella abrió una bolsa al sentir el olor, se cubrió la boca y corrió al baño. Delia se fue detrás al verla vomitar en el excusado preguntó. “¿Estás bien?”. Después de vaciar su estómago, Gabriela salió asintiendo. “Si, es solo que tengo algunos días enferma del estómago, iré a ver el doctor mañana”. Delia la observó detenidamente y con hermetismo le hizo una pr
Caminaron juntos por el cementerio hasta el auto, Gabriel acomodó a la pequeña en su asiento. Delia se sentó en el piloto y pidió las llaves. “Es mi turno”. Gabriel le entregó las llaves y se colocó sus lentes oscuros, Delia hizo lo mismo acomodando sus lentes oscuros regalándole una gran sonrisa a Gabriel. Ella condujo hasta un centro comercial, disfrutaron de la tarde junto con la pequeña que veía a las botargas brincar y bailar, la pequeña sonreía feliz y aplaudía moviendo su cabeza. Delia la acompañaba y bailaba igual que ella. No muy lejos de ahí, Edgar estaba de pie mirándolos, odiaba la imagen, parecían una hermosa familia feliz. Ray también los miraba de vez en cuando pues veía el espectáculo mientras comía las golosinas que Edgar le compró. “Mamá se ve feliz”. fue lo que dijo con la boca llena de dulces. Edgar resopló y le advirtió. “Será más feliz cuando esté con nosotros”. Ray asintió y siguió viendo el espectáculo. Días después… Delia llegó al restaurante con la
Delia les dio algunas instrucciones y las dejó con Ben qué les diría sus horarios de trabajo y las reglas del lugar. Al entrar Delia se encontró con Gabriel sentado en el sillón serio y al parecer muy molesto. “Quiero que la despidas”. Delia se sentó en su lugar. “Pero si la acabo de contratar, ella podría demandarnos”. Gabriel afirmó. “Si la dejas aquí será un problema, no presenciaste como me hablo, es una grosera”. Delia jugó con su pluma. “¿Por qué te molesta tanto Gabriel? Fue solo un malentendido”. Gabriel se levantó exasperado. “¿Un malentendido? Esa chica se atravesó en mi auto cuando estaba en verde, pude haberla atropellado incluso pudo morir y ella lo único que hizo fue golpear mi auto furiosa gritándome groserías”. Delia río del hombre. “Tú siempre has dicho que yo soy la que tomó decisiones aquí, así que me gusta ella para trabajar aquí, solo ignorala y ya”. Gabriel se quedó en silencio apretando las sienes era decisión de Delia todo lo relacionado con el restaurante