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CAP 4 EL DIA QUE TODO LO CAMBIO

Delia entendió. Gabriel terminó de escanear todos los documentos, Los gemelos salieron de la oficina, Delia se quedó un momento mirando alrededor, todo seguía como su padre lo tenía, no había entrado a la habitación desde su muerte, Edgar lo tenía siempre con llave, salió del despacho no sin antes revisar que todo haya quedado como estaba para que Edgar no se enterara que estuvieron ahí.

Gaby abrazó a su amiga calmándola. “Solo 7 días amiga y serás libre”.

Delia sonrió feliz y repitió incrédula. “Solo 7 días”.

Acompañó a los hermanos a la salida. Gaby abrazó a su amiga en la puerta de la casa y le dijo. “Se fuerte, te ayudaremos hasta el final”.

Delia sonrió confiada ahora tenía una oportunidad, no la desperdiciaría.

Gabriel tomó su manó besándola. “Sabes… desde niño te vi crecer junto a mi hermana, con el tiempo me di cuenta que me gustabas, no era solo amor de hermanos, era algo más, decidí irme a estudiar y prepararme para poder estar al nivel de tu familia, pero mi sorpresa cuando volví fue encontrarte con alguien más, te veías realmente enamorada así que lo deje… Lamento mucho todo esto Delia, espero que puedas encontrar paz y felicidad en este nuevo cambio”.

Ella sonrió y lo abrazó. “Gracias Gabriel”. Le reconfortaba saber sobre el pasado, ella en algún momento sintió algo por él pero cuando conoció a Edgar se dio cuenta que solo era admiración.

Se despidió de ambos, mirándolos subir a su auto y marcharse. Ella subió a su habitación a darse un baño ya era tarde y Martha no tardaba en llegar.

Después de un baño largo escuchó la puerta. “Pasa”.

Ella sabía que era la ama de llaves.

La mujer entró sonriente. “Señora llegue hace un momento, le traje algunas fresas de temporada, están muy dulces”. Delia sonrió y tomó el plato, ella tenía su cabello envuelto en una toalla y usaba bata. “Gracias Martha, ve a dormir, debes estar cansada”.

La mujer asintió y salió dando las buenas noches. Delia terminó de secar su cabello y estaba a punto de acostarse cuando su teléfono sonó. Ella leyó el identificador, era Edgar su esposo.

Ella observó el teléfono en silencio por algunos momentos y sin muchas ganas contesto. “Hola”.

“Delia, amor”. Era esa voz que alguna vez la llenaba de alegría al escucharla.

“Si”.

Edgar tomaba una copa de vino en su habitación, llevaba bata y al parecer terminada de darse un baño “Quería que supieras que llegue con bien, ¿Cómo estuvo tu día?”.

Ella se recostó en su cama. “Fue tranquilo, como todos los demás…”

Hubo un silencio después de eso, Edgar respiró hondo. “Está bien, descansa, te llamaré mañana en la noche”.

Ella colgó sin hablarle más, Edgar se quedó mirando el teléfono por un largo tiempo recordando aquel trágico día en que todo cambió…

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Recuerdo de Edgar…

“Sabes que me deseas tanto como yo a ti, lo que pasó entre nosotros no fue un error, me amas”. Ella empezó a acercarse más quedando muy cerca, puso sus manos en mi cuello, trate de alejarla, pero ella habló. “Intentémoslo, no me importa ser tu amante, lo que deseo es estar contigo, tu esposa nunca sabrá lo que pasa entre nosotros”.

Ella besó mis labios, por un momento me sentí perdido, tratando de recordar la noche que estuve con Paula, pero no recordaba nada de lo que ella me dijo, solo desperté ese día con ella en mi cama desnudos.

Paula seguía besándome, estos labios no sabían a la miel de mi querida Delia, su rostro apareció en mi mente y cuando intenté alejar a Paula la puerta se abrió.

Delia estaba de pie mirándonos, sus ojos que siempre estaban llenos de alegría ahora tenían gran decepción.

“Delia”. Solo alcance a pronunciar, mientras ella negaba con su cabeza, sus lágrimas empezaron a salir y fue cuando me di cuenta que fui un estúpido, camine hacia ella alejando a Paula.

Delia dio un paso atrás y se giró para salir del lugar. “¡Delia!”. Grité con todas mis fuerzas.

Delia llegó hasta el elevador que se abrió rápidamente, corrí a alcanzar la puerta, pero no tuve éxito, presioné el botón rápidamente con la idea de que el elevador volviera, se abriera, pero fue inútil.

“Edgar…” Paula me llamó, gire a verla. “Esto estuvo mal Paula, no volverá a repetirse, entendiste”.

Ella con los ojos llorosos asintió, me sentía un maldito patán, después de segundos de esperar el elevador decidí irme por las escaleras de emergencia, corrí bajando lo más rápido que pude, fue eterno el camino, al llegar, busqué a Delia en la entrada, me acerque al guardia preguntando. “¿Mi esposa?”.

El guardia me miró de una forma despreciativa. “Ella… salió caminando por la calle”.

Iba a salir del edificio, pero él me llamó. “Señor…”

Gire para verlo. “Su esposa tiró esto”. El me entregó una cajita arrugada, al abrirla encontré unos zapatitos de bebe blancos, observó la tarjeta con la letra de mi esposa que decía. “Serás papá”.

Yo no podía creerlo, mi pecho se agitó de felicidad, pero reaccione rápidamente y mire al hombre, que me estaba juzgando en silencio, lo sé, debió haber visto a Delia salir llorando y tirar la caja.

Salí en la dirección que él me dijo. La busqué entre la multitud, recordé que usaba un vestido blanco con flores, su cabello castaño colgaba en su espalda, gire viendo las calles y semáforos, mire en dirección al parque y la vi…

Corrí cruzando la calle sin fijarme, un auto casi me atropella, yo solo logré brincar en el capote.

Corrí, seguí corriendo para alcanzarla, ella caminaba hacia la siguiente avenida, me adentre en la calle del parque por donde ella iba y observe que llegó a la esquina donde otra gente esperaba que el semáforo cambiara a verde, pero ella no…

Siguió su camino como si no escuchara nada, como si ella estuviera en otro mundo, los transeúntes la observaron y le gritaron, pero Delia nunca se detuvo, siguió caminando, un auto la golpeó fuerte y la lanzó varios metros.

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