—Sí, yo tampoco dije nada. Tranquila.Fernando pareció relajarse un poco y, de pronto, cambió de tema.—Mañana es el cumpleaños de Bárbara, nos invitó a su fiesta.Y yo asentí sin dudar, confirmando mi asistencia, tras lo cual, Fernando por fin respiró aliviado, y, con aparente buen humor, me acompañó a la salida. ...Al llegar a casa, descolgué la foto de nuestra boda y, con unas tijeras, la hice pedazos. Sin embargo, no me detuve ahí: el portarretrato de la mesa también acabó destrozado, y el anillo de compromiso, ese diamante que alguna vez me emocionó tanto, lo arrojé al inodoro, sin pensarlo dos veces. Esa noche, Fernando no volvió a casa.A la media noche, revisé las redes sociales, y vi que Bárbara Lombardi había publicado una selfi.Detrás de ella se veía la mano de un hombre, sin anillo de matrimonio, pero con el reloj que yo misma le había regalado a Fernando.Eran las once de la noche, y ellos seguían juntos.A la mañana siguiente, vi que Bárbara había hecho una
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