Capítulo 8
Apenas salió del hospital, su asistente lo llamó.

—Señor Villareal, revisé las cámaras. Hace tres días su esposa estuvo afuera de su estudio, pero no entró, se fue.

—¿Hace tres días?

En ese instante, recordó algo.

Corrió desesperado hacia su carro y arrancó a toda velocidad rumbo a casa.

Durante el trayecto, no paró de llamar a Mariana, pero su teléfono siempre indicaba que estaba apagado. Tampoco contestó ninguno de sus mensajes.

Nunca antes había pasado algo así.

Antes, sin importar lo tarde que él regresara o lo temprano que se marchara, Mariana siempre lo esperaba en casa, siempre lo despedía en la puerta.

En tres años de matrimonio, apenas habían discutido; los pocos roces o momentos desagradables, ella siempre los había tragado en silencio.

Su repentina partida tomó a Fernando completamente desprevenido.

Abrió la puerta principal. El interior de la casa lo recibió con un vacío inusual.

El retrato de bodas había desaparecido de la pared. En las habitaciones, no quedaba ni un solo
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