Capítulo 10
En la sala del tribunal, Fernando se hundía en su asiento, despojado por completo de la arrogancia que solía definirlo.

Permaneció en silencio, con la mirada perdida, hasta que el mecánico y su esposa se presentaron. Solo entonces, un destello de pánico puro quebró la impasibilidad de sus ojos.

—Su Señoría, fue este hombre quien me buscó para que yo cargara con la culpa de esa mujer.

—Ella vino a mi taller, supuestamente para una revisión, y me preguntó cómo podía hacer para que los frenos de su carro fallaran.

—Al principio pensé que bromeaba, así que le dije unos detalles… pero entonces me pidió que yo mismo manipulara los frenos.

—Me negué, claro. Nunca imaginé que ese carro terminaría teniendo un accidente de todas formas. ¡Su Señoría, yo soy inocente!

Esta vez, me había asegurado de tener todas las piezas. Nadie se imaginaba que la esposa del mecánico había guardado una grabación de aquel día.

—Mi esposo acababa de conseguir un trabajo nuevo y yo quería grabar ese momento, para qu
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