DamiánEva piensa que aún tiene control. Que puede resistirse a mí, a lo que su propio cuerpo comienza a exigirle en silencio. La veo cada día intentar aferrarse a su humanidad como si fuera un escudo, pero en mi mundo, la moral es un concepto abstracto, frágil. Y hoy, voy a demostrárselo.Me reclino en la silla de cuero negro de mi estudio, observándola desde la distancia. Su postura es rígida, desafiante, con los brazos cruzados sobre el pecho y la mandíbula apretada. Me gusta verla así: como una fiera atrapada en una jaula que todavía cree que puede morderme.—Te haré una pregunta, Eva —murmuro con calma, dejando que la anticipación se filtre en mi tono—. ¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar para sobrevivir?Sus ojos centellean con algo entre rabia y duda. Está aprendiendo que las respuestas correctas en mi mundo no existen, solo elecciones… y consecuencias.—No voy a jugar tus juegos.Me río bajo, casi divertido.—Oh, pero ya estás jugando, aunque no te des cuenta.Me pongo de pi
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