VI. Azrakeel
El espejo estaba hecho añicos, pero la habitación seguía impregnada de algo... ajeno. Un silencio denso, antinatural, se había colado por las grietas del cristal, como si lo que estaba dentro aún no se hubiera ido del todo.—¿Qué demonios fue eso…? —murmuró Eva, sin esperar respuesta. Aún podía sentir la presión en el pecho, como si una garra invisible la hubiese rozado desde el otro lado del velo.Salem dio un sorbo a su botella de whisky, guardándola luego en su abrigo como si necesitara asegurarse de tenerla cerca. Su mirada estaba clavada en el marco vacío del espejo, como si pudiera ver algo más allá.—No era un demonio cualquiera —dijo finalmente—. Eso fue una advertencia.Caín se cruzó de brazos, su voz baja, tensa.—¿De quién?Una carcajada suave, distorsionada, emergió de los trozos rotos del espejo. Un sonido que parecía filtrarse desde algún rincón oscuro del mundo, como si algo se riera desde un túnel lejano.Salem no parpadeó.—Azrakeel.Eva sintió cómo ese nombre caía so
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