Todos los capítulos de LOS HEREDEROS DE LA MAFIA. Legado de la mafia.: Capítulo 51 - Capítulo 60
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Capítulo 51. No saldrás viva de aquí.
Elizaveta. El frío del bosque se clavaba en mis huesos, pero no era nada comparado con el hielo que Dante dejaba caer sobre mí con cada mirada, cada palabra. Corríamos entre los árboles, nuestras pisadas, aplastando hojas secas y ramas caídas. El sonido de nuestros pasos resonaba en la noche, mezclándose con el latido frenético de mi corazón. No sabía si estábamos huyendo de algo o hacia algo, pero una cosa era clara, Dante no confiaba en mí. Sus ojos ardían con una furia contenida cada vez que me veía, haciéndome temblar por dentro. No importaba lo que hiciera, lo que intentara… para él, siempre sería una amenaza, una traidora, una maldit4 Petrov.Corríamos entre los árboles, la maleza, desgarrando nuestra piel, las ramas, golpeándonos como látigos. La adrenalina me impulsaba a seguir adelante, pero cada paso me recordaba que mi presencia no era bienvenida.Cuando nos detuvimos un momento para recuperar el aliento, Dante no tardó en lanzarse sobre mí.Su mano dura y áspera se ce
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Capítulo 52. Bienvenida a tu infierno.
Elizaveta. El dolor en mi mejilla ardía como fuego, pero no era nada comparado con el dolor en mi corazón. Dante me miraba con ojos llenos de odio, en ese momento sus manos se apretaron sobre mis hombros con tanta fuerza que creí que me los destrozaría. Las lágrimas nublaban mi visión, pero no podía apartar la mirada de él. —No te estoy traicionando —susurré, mi voz quebrada—. Solo quería… quería asegurarme de estar a salvo. —¿En serio? ¿Querías estar a salvo? —gritó, sacudiéndome—. ¿Llamando a quién? A tu hermana ¡Eres una mentirosa, Elizaveta! ¡Una maldita Petrov! Sus palabras me atravesaron como cuchillos. Sabía que no confiaba en mí, pero ver tanto odio en sus ojos me destrozó. —No soy como ellos —dije, luchando por contener el llanto—. Nunca lo he sido. No los estaba traicionando yo…Dante no me dejó hablar.—Ni una palabra más, porque no creeré nada que salga de tu mentirosa boca —espetó mirándome con rabia. Con su respiración agitada, sus ojos brillando con una furia q
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Capítulo 53. El verdadero juego de Nadia.
Trina.Me desperté con el calor de su cuerpo pegado al mío. Mi respiración se detuvo por un instante, mi cuerpo quedó inmóvil, mientras la calidez de la piel masculina envolvía la mía.Era Dominic.Giré apenas la cabeza y lo vi. Dormía profundamente, su brazo rodeándome como si temiera que me fuera a escapar. Por un momento, me quedé quieta, observándolo. Así, en la quietud del sueño, parecía vulnerable. Nada que ver con el hombre cruel que había visto matar con tanta facilidad como respirar. No tenía la arrogancia ni la crueldad en su rostro ahora. Sin el ceño fruncido, sin la frialdad helada en sus ojos, parecía… asequible. Casi inocente.Casi.Observé cada línea de su rostro con una extraña sensación en el pecho. Mi mente retrocedió en el tiempo, recordando a ese jovencito que una vez me salvó. Aquel pequeño héroe que me había protegido cuando nadie más lo hizo. Aquel jovencito que me dio la mano y me sacó de aquel lugar cuando yo creía que iba a morir.¿Dónde estaba ese chiquil
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Capítulo 54. Él tenía el juego ganado.
TrinaEl silencio de la cocina era engañoso. Mientras mordía el sándwich que me había preparado, trataba de no pensar en él. En Dominic. En la forma en que su cuerpo se había entrelazado con el mío. En la manera en que sus manos me habían hecho sentir cosas que no quería admitir. Pero no podía evitarlo. Cada vez que cerraba los ojos, lo veía. Lo sentía. Mecía mis pies bajo el banco, tratando de calmarme, pero el recuerdo de su piel contra la mía me hacía estremecer. Maldita sea, ¿por qué no podía olvidarlo? Justo cuando abrí los ojos, vi a dos guardias acercarse. Sus rostros eran impasibles, pero sus movimientos eran decididos. —¿Qué pasa? —pregunté, tratando de mantener la calma. —Debes acompañarnos —dijo uno de ellos, agarrándome del brazo con firmeza. —¿Para dónde? —pregunté, mirándolos con recelo. —Eso no es tu problema —respondió el otro—. Solo debes saber que es orden de Dominic. En ese momento, la señora que me había estado cuidando se acercó con una bolsa oscura e
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Capítulo 55. No puedes hacer eso.
Trina.Un momento después, nos subieron a unas vans. Recorrimos aproximadamente unos cinco o seis kilómetros, pero dentro de la misma propiedad. Aunque el trayecto fue corto, cada segundo en ese maldito vehículo se sintió eterno.Mi mente era un caos.¿Dominic realmente me había entregado como una más?Me negaba a creerlo. Me negaba a ser tan ingenua. Pero cuando bajé, uno de los hombres me quitó el collar que me marcaba como una de las sumisas de Dominic. —Esto ya no te pertenece —dijo uno de los guardias.Nos guiaron a un pasillo largo y estrecho, iluminado por lámparas colgantes de un dorado opulento. La decoración era lujosa, cada detalle reflejaba.El pasillo nos llevó a una especie de salón, donde otro grupo de mujeres esperaban.¿Cuántas éramos?Mi corazón latía con fuerza, cada bombeo era una cuenta regresiva hacia lo desconocido.Un hombre alto, vestido con un traje de diseñador, caminó hacia el centro de la sala.—Prepárense —anunció con voz autoritaria—. Ya va a empezar
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Capítulo 56. La puja.
DominicLa sala estaba llena de murmullos, de miradas codiciosas y de sonrisas que ocultaban intenciones oscuras. Yo estaba en el centro de todo, con el peso de la decisión más importante de mi vida sobre mis hombros. Trina estaba allí, en el escenario, con ese vestido rojo que la hacía parecer una diosa caída. Su mirada era un desafío, una mezcla de furia y desesperación que me atravesaba como un cuchillo. Hablé con el presentador, mi voz firme y autoritaria. —Antes de que empiece la subasta, debo hacer un anuncio. Me acerqué al podio, sintiendo cómo todas las miradas se clavaban en mí. Los hombres en la sala eran depredadores, listos para devorar lo que yo les ofreciera. Pero Trina no era una mercancía. No podía serlo. —Caballeros —comencé, mi voz resonando en el silencio—, les agradezco su presencia esta noche. Como pueden ver, tenemos una selección excepcional de mujeres para ustedes. En breves momentos, el presentador iniciará con la primera subasta de la noche. Hice una
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Capítulo 57. Pensé que no eras el demonio que creí.
DominicMe quedé viendo a Nadia con una sonrisa, me incliné a Andru dándole instrucciones.—Treinta y cinco millones —dijo, su voz resonando en la sala.Nadia miró, sorprendida por un momento, antes de que su expresión se endureciera.—Cuarenta millones —contraatacó.Sentí la mirada de todos sobre mí, a pesar de que era Andru que estaba pujando, todos sabían que él era mi hombre de confianza. Ese era un juego peligroso. Mostrar tanta desesperación por una mujer era una debilidad que no podía permitirme. Pero la idea de Trina en manos de Nadia... o de cualquiera me causaba una profunda inquietud.Volví a inclinarme hacia Andru y él asintió ante mis palabras.—Cincuenta millones —dijo, con voz fría como el hielo.El jadeo colectivo en la sala fue audible. Nadia palideció, sabiendo que no podía superar esa oferta.El presentador, visiblemente nervioso, miró alrededor de la sala.—¿Alguien ofrece más? —preguntó, su voz temblando ligeramente.El silencio fue su respuesta.—Vendida al señor
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Capítulo 58. Me las vas a pagar, Ivankov.
DominicEl silencio entre nosotros se hizo espeso.Y entonces ocurrió.Me lancé hacia ella. Como una fiera. Como un demonio que se consume en su propio infierno y, hice una seña a Andru para que nos dejara solos y este salió de inmediato sin preguntar nada.La acorralé contra la pared, aprisionando su cuerpo entre el mío y el mármol helado.Ella jadeó, sorprendida. Pero no me empujó. No me golpeó.Nos quedamos así, respirando el veneno del otro.Mi frente se apoyó contra la suya. Mi voz fue un gruñido roto.—Maldita seas… me tienes obsesionado.Sus ojos se abrieron, y allí estaba… Todo.El miedo. La confusión. La rabia. Y la esperanza de que no se moría, aunque yo me empeñara en aplastarla.—¿Por qué no me dejaste allí? —preguntó con voz seria—. ¿Por qué me compraste si no valgo nada para ti?Mi mano subió, temblorosa, hasta su mandíbula.—Porque sí vales —admití en un murmullo que me supo a traición.Ella soltó una risa amarga, casi rota.—Lo disimulas muy bien.—Es mi trabajo, Trina
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Capítulo 59. Esa es ella.
IzanEl olor a alcohol y desinfectante impregnaba la habitación. El médico terminó de vendar mis heridas, sus manos hábiles y rápidas, pero su expresión era grave. Dante estaba sentado a mi lado, su rostro tenso, sus ojos fijos en la pared frente a nosotros. El ambiente en la habitación era pesado, cargado de tensiones no resueltas. Mi mente estaba a kilómetros de distancia, atrapada en una maraña de pensamientos. Doloridos, sí… pero no rotos. No mientras Trina estuviera allá afuera, quizás en manos de algún bastardo.—Deben mantenerse en reposo —se escuchó la voz del médico, rompiendo el silencio—. Las heridas son profundas, y si no se cuidan, podrían infectarse. Dante gruñó, claramente molesto. —No tenemos tiempo —dijo, su voz áspera—. Hay demasiadas cosas en juego. El médico se quedó en silencio. Giré la cabeza hacia él, que permanecía sentado frente a mí, su camisa manchada de sangre seca, el rostro impenetrable.—Dante, no me parece buena la idea de que hayas encerrado a
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Capítulo 60. El rastro del monstruo.
IzanJorge, acercó más la imagen para ver mejor. —La persona que la acompaña no se dejó ver —dijo, su voz llena de frustración. —Lo sabía —murmuré—. Ese hijo de put4 sabía que podía haber cámaras. Ocultó su rostro deliberadamente.Maldije en voz baja, sintiendo la impotencia de no tener respuestas claras. Pero entonces recordé algo. —Dante—dije acercándome más—. ¿Recuerdas el desfile? Ella llegó en una motocicleta.—Claro, con ese tal Dominic Ivankov —agregó Dante.Escuchar ese nombre me heló la sangre.—Sí, es el mismo hombre que financió el evento de moda.—Claro el mismo —confirmó Jorge—. Yo tengo una información sobre él, pensé que se la había dado —expresó frunciendo el ceño, mientras empezaba a revisar carpetas digitales en su equipo.Asentí apoyando las manos en el escritorio, apretando los dientes.—Claro, fue él quien se la llevó.Una certeza se clavó en mi pecho como una daga. Ella no se había escapado, había sido un secuestro. Era algo calculado. Frío. Planeado.—Inv
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