Todos los capítulos de LOS HEREDEROS DE LA MAFIA. Legado de la mafia.: Capítulo 61 - Capítulo 70
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Capítulo 61. Siempre mientes.
ElizavetaDespués de la conversación con Izan, no pude evitar esa sensación de vacío en mi interior, no entendía. ¿Por qué la vida tenía que ser tan dura para mí?Me senté en el piso, el frío del suelo de la celda se filtraba a través de mi ropa, pero el dolor en mi cuerpo era tan intenso que apenas lo notaba. Mis mejillas todavía ardían por el golpe de Dante, y mi brazo me dolía por la fuerza con la que me había agarrado. Me quedé sentada, recostándome de la pared, pero con las piernas recogidas contra el pecho, tratando de contener las lágrimas que no dejaban de caer, por más intentos que hacía de retenerlas. La celda estaba fría, oscura y silenciosa. El tiempo parecía haberse detenido, y yo estaba atrapada en un limbo de dolor y soledad. Mis pensamientos giraban en torno a Dante, a su ira, a su desprecio. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que me redujeran a esto? El tiempo no pasaba en ese maldito sótano. La humedad se adhería a mi piel como un castigo silenci
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Capítulo 62. Sentencia de muerte.
Nunca me había sentido así. Nunca había sentido que algo ardía dentro de mí, consumiéndome, devorándome. Era una sensación abrumadora, pero también excitante. Sentí cómo apartaba la ropa de mi cuerpo, cómo sus dedos recorrían mi piel con impaciencia cruel, dejando una estela de fuego a su paso. Sentí cómo sus dedos rompían la blusa que llevaba puesta, los botones volaron como esquirlas.No pude gritar. No pude huir.Su boca descendió por mi cuello, sus labios ardientes contra mi piel fría. Me sentí atrapada en un fuego que no entendía. Me odiaba por reaccionar. Me odiaba por arder.Intenté resistirme, pero era inútil. Él era demasiado fuerte, y yo demasiado débil. Pero, en el fondo, sabía que no quería resistirme. Dejé que el fuego me consumiera, que el deseo me dominara. Y en ese momento, supe que nada volvería a ser igual. Sus manos encontraron mis pechos, los acariciaron, los apretaron, y gemí sin querer. Quise taparme la boca, pero él me lo impidió. Su lengua trazó un camin
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Capítulo 63. El despertar del monstruo.
Dante.Juro que iba a cumplir con la recomendación que me dio mi hermano Izan. Iba a ser frío, calculador, a usar a Elizaveta como una herramienta para obtener información. Pero ella... ella despertaba algo en mí que no podía controlar. Rabia, odio, sí, pero también algo más. Algo que no quería nombrar, algo que me hacía perder la cabeza. Mientras tenía mis manos en su cuello, sentí un ramalazo de deseo que no pude ignorar. Era como si el whisky hubiera encendido una llama dentro de mí, una llama que solo ella podía apagar. Y antes de que pudiera pensarlo, mis labios se unieron a los suyos. El beso fue como un cerillo encendido en un barril de pólvora. El deseo fluyó en mi interior con una intensidad que me dejó sin aliento. Dejé la botella en el suelo y me centré en ella, en su cuerpo, en su piel, en su resistencia.. No sabía qué me había poseído. Tal vez fue el whisky, tal vez fue la ira, tal vez fue algo más profundo, más oscuro. Pero no podía controlarme. Su cuerpo tembloros
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Capítulo 64. Esto lo cambia todo.
DominicDespués de un momento apasionado, me había llevado a Trina para la casa, me había metido con ella en la primera habitación que encontré, por eso estaba un poco desorientado cuando sentí la luz del amanecer entrar por la ventana, miré el reloj en la pared y me sorprendí porque era la segunda vez que dormía tanto tiempo tranquilo, sin demonios del pasado, ni pesadillas, ni la niña que siempre salía junto a mí, esa misma que salvé y que ahora se había convertido en una mujer y dormía a mi lado. Besé su hombro, provocando un leve gemido en ella. Estaba desnuda bajo la sábana, no pude contenerme y se la quité. La recorrí mirándola con deseo, llevé mi boca a su cuello y lo chupé con pasión, mientras con una mano la posaba en su centro.—Eres una maldita bruja. ¿Crees que voy a volverme adicto a ti?La pregunta quedó suspendida en el aire mientras mis dedos exploraban su húmeda intimidad. Ella gimió suavemente, arqueando la espalda en respuesta a mis caricias. Por un momento, me per
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Capítulo 65. ¿Te gusta jugar con fuego?
DominicUna sonrisa enigmática curvó sus labios. —¿Acaso tengo otra opción?—No suelo complacer a nadie, pero haré una excepción contigo —dije con tono bajo, enredando un mechón de su cabello entre mis dedos. Ella resopló con ironía. —Oh, qué honor. Me limité a mirarla. Había sido mía toda la noche, y aun así, seguía desafiándome con esa mirada de hielo. —Cualquier cosa que pidas —le aseguré. Sus labios se curvaron en una sonrisa burlona. —¿En cualquier cosa? —Lo que sea. Ella se rio. Un sonido frío y cortante. —¿Estás seguro? Entonces, déjame irme. Sus ojos verdes brillaron con una chispa de malicia. El aire entre nosotros se volvió más espeso. Sus ojos me desafiaban, esperando ver si tenía el valor de cumplir mi promesa. El aire se espesó. Mis músculos se tensaron como cuerdas a punto de romperse. —Jamás, todo, excepto eso —la agarré de la cintura, arrastrándola contra mí—. Eres mía. Y no te soltaré. Ella no se inmutó. —Entonces, dejar de prometer lo que no
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Capítulo 66. Podrías quemarte.
DominicEl líquido caliente empapó mi pantalón, pero la quemadura no era nada comparada con la rabia que bullía dentro de mí como lava negra, espesa y letal, recorriendo mi cuerpo como un incendio incontrolable. Todos en la sala contenían la respiración, esperando mi reacción. Esperando que la destrozara. Y Dios, cómo lo deseaba. Pero no como ellos pensaban. Trina seguía allí de pie, desafiante, con ese collar de “mi sumisa” brillando alrededor de su cuello, una burla viviente a mi autoridad, con la jarra vacía en la mano y la respiración agitada. Su rostro estaba encendido de furia, sus labios entreabiertos temblaban levemente, no de miedo, sino de furia contenida y desafiante, su mirada clavada en mí, sin un atisbo de arrepentimiento.Esa maldita mujer disfrutaba esto. Un silencio sepulcral llenó la sala. Todos los jefes de las mafias observaban con atención, esperando mi reacción. Sabían que no podía dejar pasar este acto de rebeldía sin consecuencias.Mi primer impulso fu
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Capítulo 67. Tal vez quiero arder.
Dominic Sus ojos se entrecerraron, desafiantes a pesar del temblor que recorrió su cuerpo. Sentí cómo se tensaba sobre mi regazo, sus músculos contraídos en anticipación. —Tal vez quiero arder —respondió, su voz apenas audible. Esas palabras encendieron algo primitivo dentro de mí. Con un gruñido, la sujeté con más fuerza, mis dedos dejando marcas en su piel. La deseaba con una intensidad que me asustaba, que amenazaba con consumirme por completo. —Ten cuidado con lo que deseas —advertí, mi voz ronca por el deseo contenido—. Podría concedértelo. Sin darle tiempo a responder, capturé sus labios en un beso feroz y hambriento. Ella gimió contra mi boca, sus manos aferrándose a mi camisa como si fuera un salvavidas en medio de una tormenta. El mundo a nuestro alrededor se desvaneció. Ya no existían las miradas curiosas, los susurros escandalizados. Solo éramos ella y yo, consumidos por un fuego que amenazaba con reducirlo todo a cenizas. Justo cuando estaba a punto de rendir
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Capítulo 68. No pacten con mi enemigo.
Dominic El humo de los puros flotaba en el aire, impregnando el salón con el hedor de poder, traición y violencia contenida. Las sombras de los candelabros alargaban los rostros de los hombres sentados alrededor de la mesa, haciendo que sus expresiones fueran aún más frías, más letales. Y en el centro de todo, yo. Seamus se recostó en su silla, con su copa de whisky en la mano, como si estuviera disfrutando de un maldito espectáculo. —Así que, pakhan, ¿quieres mi apoyo? —dijo con sorna, inclinando la cabeza. —Tienes bolas, lo admito. Pero hay una diferencia entre tener bolas y tener lo que se necesita para liderar la Bratva. Mantuve la calma. No porque no quisiera volarle la cabeza allí mismo, sino porque quería que se ahogara en su propia arrogancia antes de hundirle el cuchillo. —Soy el líder natural de esta organización… a su debido tiempo se los mostraré —afirmé, mi tono gélido, letal. —Y si no lo crees, Seamus, entonces elige bien tus próximas palabras. Su sonrisa se
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Capítulo 69. Las reinas se coronan, cuando el rey está listo para arrodillarse.
DominicMis palabras cayeron como un martillo.El aire en la habitación se espesó. Unos segundos de incertidumbre… luego, los asentimientos comenzaron.Uno a uno.Cada jefe de mafia en la sala comprendió que no estaba jugando.—Entonces ahora hablemos de cómo haré de la Bratva la organización más poderosa de este jodido mundo y lo que les voy a dar a cambio de su lealtad por su apoyo, después de todo, les conviene estar de mi lado.Después de mis palabras, Luan Gashi, jefe de la mafia albanesa, fue el primero en romper el silencio. —Tienes el puerto bajo tu control, Ivankov. Eso vale mucho... pero no lo suficiente. Sus ojos azules, fríos como el acero, no parpadeaban. Sabía lo que quería. —Dame acceso a tus rutas de contrabando y tendrás mi apoyo para derrocar al Pakhan.Andru, a mi lado, tensó los músculos. Era un trato peligroso. Los albaneses eran buenos aliados, pero traicioneros. —No, las rutas son mías, respondí, sosteniendo su mirada. Pero te daré un diez por ciento... a
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Capítulo 70. Ella ya era mía.
DominicEstaba ansioso por terminar las conversaciones con toda esa gente e irme a reunir con Trina. Los minutos me parecieron eternos, hasta que por fin pude dejar a todos atrás y dirigirme a buscar a la mujer que me había robado la paz.Mi cuerpo aún ardía con la adrenalina cuando llegué a su puerta. Los guardias se apartaron de inmediato cuando me vieron.—¡Retírense! —ordené.Empujé la puerta con un movimiento seco.Trina estaba junto a la ventana, descalza, con una camisa cubriéndole el cuerpo. Se giró cuando entré, sus ojos verdes afilados como cuchillas.—¿Viniste a continuar lo que empezaste? —preguntó con voz calmada, pero desafiante.Cerré la puerta con el talón, quitándome la chaqueta mientras avanzaba hacia ella.—No —gruñí—. Vine a recordarte por qué no debes desafiarme. Ella inclinó la cabeza, cruzándose de brazos. Caminé hacia ella y la agarré de la cintura.—¿De quién carajos es esa camisa? —espeté con furia.Ella se encogió de hombros y me miró con indiferencia.—¿Q
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