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La invitación
El reloj marcaba las dos de la madrugada cuando cerré mi laptop por décima vez esa noche. La pantalla en blanco parecía un espejo de mi mente: vacía, estancada, incapaz de hilvanar siquiera un párrafo coherente. Había prometido entregar mi nueva novela a la editorial hacía semanas, pero la inspiración seguía siendo una amante esquiva, siempre a punto de aparecer pero nunca lo suficientemente tangible como para quedarse.Mi apartamento, ubicado en un piso 27, era mi refugio. Diseño minimalista, ventanales de piso a techo que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Las luces danzantes de los rascacielos y el ruido sordo del tráfico lejano componían una sinfonía que había aprendido a amar. Pero esa noche, ni siquiera la energía vibrante de la metrópoli lograba calmar la frustración que hervía en mi interior.“Necesito algo… diferente”, murmuré mientras me levantaba del escritorio. Caminé descalza hasta la cocina y me serví una copa de vino blanco, esperando que el líquido frío pudier
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El Enigma del Anfitrión
El sonido de mis propios latidos retumbaba en mis oídos mientras el hombre en el escenario dejaba que el silencio lo envolviera. Sus movimientos eran deliberados, calculados, como si supiera exactamente el efecto que causaba en la sala. Y vaya si lo sabía. Cada mirada estaba clavada en él, incluidas las mías.“Bienvenidos al Club de Medianoche,” dijo con voz profunda y aterciopelada, que se deslizó por mi espina como una caricia invisible. “Aquí, no existen límites. Solo posibilidades.”Su mirada regresó a mí, tan directa que me sentí desnuda bajo su escrutinio. Quise sostenerle la mirada, desafiarle incluso, pero algo en sus ojos —oscuros y peligrosos como un bosque de noche— me desarmó. Me revolví ligeramente en el sofá, consciente de que mi vestido, ajustado y atrevido, no dejaba mucho a la imaginación. Pero, en lugar de sentirme vulnerable, hubo una chispa de poder en la forma en que su atención se quedaba en mí.“Esta noche,” continuó, “será especial. Algunos encontrarán respuest
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Nombre revelado
Le pedí que me dijera su nombre... definitivamente lo hizo. Con su voz profunda y misteriosa me dijo que se llama Vincent.La tensión en la habitación era tan densa que casi podía tocarla. Vincent —porque ahora sabía su nombre— me observaba con una calma que rozaba lo insolente, como si disfrutara de mi desconcierto. Su figura recostada en el sofá proyectaba una seguridad que resultaba irritante y fascinante a partes iguales.“Vincent,” repetí, probando su nombre en mis labios como si fuera un acertijo. “Bonito nombre. Aunque no explica por qué estoy aquí.”Una sonrisa ligera se dibujó en su rostro. “No todo debe explicarse de inmediato. La curiosidad es mucho más emocionante, ¿no crees?”“No cuando soy yo quien está en la oscuridad,” le respondí, cruzando los brazos en un gesto defensivo. Mi voz sonaba más firme de lo que me sentía. “Me invitaste aquí por una razón. Y no creo que sea solo para compartir una copa de licor.”“Eres perspicaz,” admitió, inclinándose ligeramente hacia ade
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Propuesta Indecente
La puerta del club se cerró detrás de mí con un suave clic, y el sonido de los tacones de mis zapatos resonó en el mármol blanco que cubría el suelo. Había algo en el aire, una electricidad sutil que recorría mi cuerpo, un cosquilleo que no podía ignorar. Pero lo que realmente me dejó sin aliento fue el lugar en el que estaba. El lujo desbordante me rodeaba como un abrazo cálido y peligroso, el tipo de lujo que no se ve todos los días. Las paredes de cristal reflejaban las luces suaves que iluminaban la sala, y cada rincón parecía haber sido diseñado para ser admirado y deseado.Me sentí pequeña, casi ridícula, como si fuera una mota de polvo en medio de un universo de opulencia. Mi vestido negro, aunque elegante, parecía insignificante comparado con las riquezas que se exhibían a mi alrededor. Los muebles de terciopelo, los candelabros de cristal que colgaban desde el techo como si fueran estrellas, las mesas de mármol que brillaban con una luz propia… todo me dejaba sin palabras. No
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El control
La mañana después de la oferta de Vincent, me desperté con una sensación extraña en el estómago. Era como si hubiera hecho un mal movimiento en una partida de ajedrez, pero no supiera si mi rey ya estaba a punto de ser capturado o si, de alguna manera, podía dar vuelta la jugada. Mientras me vestía, me miraba en el espejo y veía a esa mujer que, a veces, se sentía tan segura y astuta, y otras veces, tan perdida como una aguja en un pajar.La propuesta de Vincent seguía rondando en mi mente como una sombra, un eco persistente de las palabras que había pronunciado. La verdad, mi primer impulso había sido rechazarlo, había sentido como si me estuviera ofreciendo algo que no quería. Pero la realidad me había golpeado en el rostro, y ese golpe venía con el nombre de dinero. Ayudar a mi madre, asegurarme de que recibiera el tratamiento que necesitaba, todo eso se había convertido en mi obsesión.No estaba segura de lo que quería hacer, y si soy honesta, me estaba sintiendo completamente div
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Decisiones
El siguiente día, me desperté con la cabeza un poco más clara, pero el mismo nudo en el estómago. Había pasado toda la noche dándole vueltas al asunto, analizando cada palabra de Vincent, cada gesto. Y lo peor de todo es que sentía que ya había tomado una decisión, aunque mi orgullo se aferraba a la idea de que podría seguir resistiéndome. Pero, en el fondo, sabía que estaba más cerca de aceptar su propuesta de lo que quería admitir.A pesar de todo el lujo, la seducción, y la tentación que todo esto implicaba, algo en mi interior me decía que podía jugar con esas cartas sin perderme en el juego. Algo me susurraba que este no era solo un trato de dinero, sino un escenario donde yo podría llevar las riendas de mi destino. La cuestión era saber cómo. Y eso, claro, me hacía sentir un poco excitada.La llamada de Vincent llegó poco después del almuerzo, como si hubiera sabido exactamente cuándo mi mente ya estaba a punto de ceder. Su voz, tan tranquila, tan calculadora, me hizo preguntarm
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Acepto...
La tensión en el aire era palpable. Como un delicado hilo que, de un momento a otro, podría romperse, y cuando Vincent se acercó un paso más hacia mí, mi corazón aceleró. No sé si era el poder de su presencia o el hecho de que me encontraba en el borde de una decisión irreversible, pero algo me impulsaba a seguir adelante, a atravesar ese umbral que, hasta ahora, había estado tan decidido a evitar.Me quedé en silencio un momento, observando cómo él parecía esperar mi respuesta con una calma desbordante, como si supiera que, al final, no tendría otra opción que aceptar. Pero algo en mi interior se revolvía, luchaba por no rendirme tan fácilmente, por mantener el control de la situación. Me negaba a ser una pieza más en su juego, aunque me atrajera de una manera casi peligrosa.“Si acepto, ¿qué te hace pensar que no podré tomar las riendas de esto?” Dije, alzando una ceja con esa mezcla de arrogancia y picardía que solía usar para salir de cualquier enredo. No podía permitir que me vie
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Su mundo
Havana se había acostumbrado al lujo y al caos que ahora definían su vida. Las noches en el club, llenas de música suave, luces cálidas y conversaciones envueltas en secretos, eran su nuevo refugio, pero también un recordatorio constante del peligro que acechaba a cada paso. A pesar de la seguridad que Vincent le prometía, la sombra de la amenaza reciente no la abandonaba.La mujer que la había mirado con odio reapareció en una noche aparentemente tranquila. Esta vez no se limitó a observar. En un rincón del club, mientras Havana disfrutaba de un trago sola, la desconocida se le acercó. Con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, la mujer dejó una copa sobre la mesa de Havana y se inclinó para susurrarle:—Vincent es mío. Siempre lo ha sido. ¿Crees que puedes quitármelo?Antes de que Havana pudiera responder, la mujer desapareció entre la multitud, dejando tras de sí un aire de amenaza y perfume caro. El corazón de Havana latía con fuerza, y una mezcla de rabia y miedo la invadió. Esta
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Nos encontramos los dos
Vincent cerró la puerta de la sala detrás de nosotros, y por un instante, la tensión en el aire se volvió casi palpable. Él no dijo nada al principio, solo me miró, como si intentara medir mis pensamientos, mis dudas, mis miedos.—Antes de mostrarte más —dijo finalmente, acercándose un paso—, quiero asegurarme de que comprendes algo, Havana. No hay vuelta atrás.Su voz era un susurro grave, cargado de promesas que no terminaba de descifrar. Lo miré, sintiendo cómo el calor subía por mi cuello hasta mi rostro. Sabía que hablaba de su mundo, pero el tono de su voz y la forma en que sus ojos se clavaban en los míos hacían que cada parte de mí se sintiera expuesta.—No estoy segura de nada —admití en un hilo de voz, sin apartar la mirada.Vincent sonrió, esa sonrisa arrogante que siempre parecía tener el poder de desarmarme. En un movimiento lento, como si quisiera darme tiempo para detenerlo, alzó una mano y rozó mi mejilla con el dorso de los dedos.—Havana… —murmuró mi nombre como si f
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¿Primera vez?
El aire en la habitación estaba cargado, denso, como si el tiempo se hubiera detenido en el momento exacto en que nuestros cuerpos quedaron entrelazados. La piel de Vincent aún ardía contra la mía, su respiración era profunda y pausada, como si intentara recuperar el control de sí mismo.Yo, por otro lado, no podía dejar de reír.—¿De qué te ríes? —preguntó con una ceja arqueada, su tono divertido mientras deslizaba la punta de los dedos por mi espalda.—De lo absurdo que fue todo —respondí, tapándome la cara con las manos mientras una carcajada escapaba de mis labios—. Quiero decir… tú, el mafioso implacable, el hombre de mirada letal y actitud de ‘no me toques si no quieres problemas’, acabas de… bueno, ya sabes…—Oh, sí. Lo sé. —Su sonrisa fue lenta, como la de un depredador satisfecho, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda—. Y por lo que puedo notar, a ti te gustó tanto como a mí.Me mordí el labio, negándome a responder, pero la sonrisa tonta en mi rostro me delataba.Porque
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