La puerta del club se cerró detrás de mí con un suave clic, y el sonido de los tacones de mis zapatos resonó en el mármol blanco que cubría el suelo. Había algo en el aire, una electricidad sutil que recorría mi cuerpo, un cosquilleo que no podía ignorar. Pero lo que realmente me dejó sin aliento fue el lugar en el que estaba. El lujo desbordante me rodeaba como un abrazo cálido y peligroso, el tipo de lujo que no se ve todos los días. Las paredes de cristal reflejaban las luces suaves que iluminaban la sala, y cada rincón parecía haber sido diseñado para ser admirado y deseado.
Me sentí pequeña, casi ridícula, como si fuera una mota de polvo en medio de un universo de opulencia. Mi vestido negro, aunque elegante, parecía insignificante comparado con las riquezas que se exhibían a mi alrededor. Los muebles de terciopelo, los candelabros de cristal que colgaban desde el techo como si fueran estrellas, las mesas de mármol que brillaban con una luz propia… todo me dejaba sin palabras. No podía dejar de pensar en cómo una simple invitación me había traído aquí, a este lugar donde todo parecía estar al alcance de alguien que viviera una vida muy diferente a la mía.
Vincent estaba allí, esperándome con una copa de vino en la mano. Su mirada, intensa como siempre, me recorrió de arriba abajo con una suavidad que, aunque disimulada, no pasó desapercibida. Me sentí vulnerable, pero también extrañamente excitada. Había algo en la forma en que me miraba que hacía que todo en mi interior se encendiera.
“Me alegra que hayas aceptado la invitación”, dijo, su voz grave, como si estuviera saboreando cada palabra. “Siempre me ha fascinado tu belleza, Havana. Pero no es solo eso lo que me atrae de ti.”
Mi corazón dio un brinco, pero me forzaba a mantener la calma. Sabía que no debía dejarme llevar tan fácilmente, no debía mostrarme débil. Sin embargo, la atmósfera del lugar me envolvía de tal manera que casi podía sentir cómo mis pensamientos se deslizaban como seda entre mis dedos.
“Eres una mujer inteligente”, continuó él, dando un paso hacia mí. “Y ese es el tipo de personas que realmente me interesan.”
Sonreí, tratando de parecer más tranquila de lo que realmente estaba. “¿Es eso todo lo que te atrae de mí, Vincent? ¿Mi inteligencia?”
“También tu belleza, por supuesto. No me hagas decir lo obvio”, dijo, su tono ahora más bajo, casi susurrante. “Pero hay algo en ti, algo que no se ve a simple vista. Es tu ingenio, tu capacidad para ver más allá de lo que los demás ven. Y eso me cautiva.”
Me sentí halagada, aunque no estaba completamente segura de lo que él esperaba de mí. Y entonces, como si lo hubiera estado esperando todo este tiempo, lo dijo.
“Te ofrezco una propuesta, Havana. Algo que, sé, te hará pensar.”
Un cosquilleo de nerviosismo recorrió mi espalda. El tono de su voz había cambiado, y no era uno que dejara espacio a dudas.
“Te ofrezco una suma generosa, semanalmente, a cambio de tu compañía. No es solo una invitación a un club de lujo, es un trato en el que ambos ganamos.”
Mi mente se detuvo. De inmediato, algo en mí reaccionó, una pequeña alarma interna que me hizo cuestionar todo. ¿Estaba escuchando bien? ¿Estaba siendo propuesta de esta manera? La idea de aceptar su oferta me hacía sentir… sucia. Casi como si fuera una prostituta. Una prostituta, pero a la alta sociedad, con vinos caros y seda en lugar de sábanas de algodón.
“Vincent…” Mi voz tembló, aunque traté de mantenerme firme. “¿Estás sugiriendo que… que…”
“Que vendes tu compañía por dinero, sí”, completó él con una sonrisa tranquila. “Pero, no me malinterpretes. No es eso lo que está en juego aquí. No es lo que me interesa de ti. Lo que realmente quiero es todo lo que eres, tu belleza, tu mente, tu forma de ver el mundo. Y, si soy sincero, también disfruto de la idea de tener algo que nadie más puede poseer tan fácilmente.”
Mi cuerpo se tensó. ¿Era esto realmente una propuesta de este tipo? Un trato por dinero, a cambio de algo tan intangible, tan prohibido… pero a la vez tan tentador. La necesidad de dinero para mi madre, las deudas médicas, todo eso se volvía más urgente con cada segundo que pasaba. ¿Qué tan lejos estaba dispuesta a llegar para ayudarla?
Me mordí el labio, pensativa. No quería ser tan fácil, no quería ceder ante esta tentación. Pero, por otro lado, me sentía tan atrapada en mi propia desesperación, tan atrapada en lo que necesitaba, que la oferta de Vincent comenzaba a parecer menos una trampa y más una oportunidad. ¿Qué tan lejos podía llegar? ¿Qué tan lejos quería llegar?
“¿Y qué exactamente quieres de mí, Vincent?” Pregunté, más para desviar la conversación que para entenderlo completamente.
“Lo que quiero de ti es muy simple”, dijo, acercándose un poco más, lo suficiente para que pudiera sentir su calor. “Quiero que estés aquí, conmigo. Que disfrutes de este lujo, de este estilo de vida. Y que me acompañes en más que solo reuniones o cenas. Que aceptes este trato, y yo te haré olvidar cualquier duda.”
Sus palabras me envolvían, casi hipnóticas. Mi mente estaba llena de preguntas, pero en el fondo, sabía que las respuestas no importarían en ese momento. Solo quedaba una decisión. Y aunque mis dudas seguían zumbando en mi cabeza, sabía que mi necesidad de dinero, mi deseo de ayudar a mi madre, estaba comenzando a superar cualquier otro principio.
“¿Y si no acepto?” pregunté, con una sonrisa, intentando mantener la distancia. Pero sabía que ya estaba demasiado cerca.
“Entonces, vivirás con la duda de lo que podría haber sido”, dijo con una sonrisa de desafío. “Pero, créeme, no será tan divertido como vivirlo ahora.”
Me quedé en silencio por un largo momento, mi mente haciendo malabares con las consecuencias, pero algo en mí ya había tomado la decisión. Estaba atrapada en su red, y, tal vez, era justo lo que necesitaba para salir de la oscuridad.
“¿Y qué pasa después?” pregunté, sintiendo la calidez de mi propio cuerpo traicionándome.
“Lo descubrirás, Havana. Lo descubrirás.”
La mañana después de la oferta de Vincent, me desperté con una sensación extraña en el estómago. Era como si hubiera hecho un mal movimiento en una partida de ajedrez, pero no supiera si mi rey ya estaba a punto de ser capturado o si, de alguna manera, podía dar vuelta la jugada. Mientras me vestía, me miraba en el espejo y veía a esa mujer que, a veces, se sentía tan segura y astuta, y otras veces, tan perdida como una aguja en un pajar.La propuesta de Vincent seguía rondando en mi mente como una sombra, un eco persistente de las palabras que había pronunciado. La verdad, mi primer impulso había sido rechazarlo, había sentido como si me estuviera ofreciendo algo que no quería. Pero la realidad me había golpeado en el rostro, y ese golpe venía con el nombre de dinero. Ayudar a mi madre, asegurarme de que recibiera el tratamiento que necesitaba, todo eso se había convertido en mi obsesión.No estaba segura de lo que quería hacer, y si soy honesta, me estaba sintiendo completamente div
El siguiente día, me desperté con la cabeza un poco más clara, pero el mismo nudo en el estómago. Había pasado toda la noche dándole vueltas al asunto, analizando cada palabra de Vincent, cada gesto. Y lo peor de todo es que sentía que ya había tomado una decisión, aunque mi orgullo se aferraba a la idea de que podría seguir resistiéndome. Pero, en el fondo, sabía que estaba más cerca de aceptar su propuesta de lo que quería admitir.A pesar de todo el lujo, la seducción, y la tentación que todo esto implicaba, algo en mi interior me decía que podía jugar con esas cartas sin perderme en el juego. Algo me susurraba que este no era solo un trato de dinero, sino un escenario donde yo podría llevar las riendas de mi destino. La cuestión era saber cómo. Y eso, claro, me hacía sentir un poco excitada.La llamada de Vincent llegó poco después del almuerzo, como si hubiera sabido exactamente cuándo mi mente ya estaba a punto de ceder. Su voz, tan tranquila, tan calculadora, me hizo preguntarm
La tensión en el aire era palpable. Como un delicado hilo que, de un momento a otro, podría romperse, y cuando Vincent se acercó un paso más hacia mí, mi corazón aceleró. No sé si era el poder de su presencia o el hecho de que me encontraba en el borde de una decisión irreversible, pero algo me impulsaba a seguir adelante, a atravesar ese umbral que, hasta ahora, había estado tan decidido a evitar.Me quedé en silencio un momento, observando cómo él parecía esperar mi respuesta con una calma desbordante, como si supiera que, al final, no tendría otra opción que aceptar. Pero algo en mi interior se revolvía, luchaba por no rendirme tan fácilmente, por mantener el control de la situación. Me negaba a ser una pieza más en su juego, aunque me atrajera de una manera casi peligrosa.“Si acepto, ¿qué te hace pensar que no podré tomar las riendas de esto?” Dije, alzando una ceja con esa mezcla de arrogancia y picardía que solía usar para salir de cualquier enredo. No podía permitir que me vie
El reloj marcaba las dos de la madrugada cuando cerré mi laptop por décima vez esa noche. La pantalla en blanco parecía un espejo de mi mente: vacía, estancada, incapaz de hilvanar siquiera un párrafo coherente. Había prometido entregar mi nueva novela a la editorial hacía semanas, pero la inspiración seguía siendo una amante esquiva, siempre a punto de aparecer pero nunca lo suficientemente tangible como para quedarse.Mi apartamento, ubicado en un piso 27, era mi refugio. Diseño minimalista, ventanales de piso a techo que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Las luces danzantes de los rascacielos y el ruido sordo del tráfico lejano componían una sinfonía que había aprendido a amar. Pero esa noche, ni siquiera la energía vibrante de la metrópoli lograba calmar la frustración que hervía en mi interior.“Necesito algo… diferente”, murmuré mientras me levantaba del escritorio. Caminé descalza hasta la cocina y me serví una copa de vino blanco, esperando que el líquido frío pudier
El sonido de mis propios latidos retumbaba en mis oídos mientras el hombre en el escenario dejaba que el silencio lo envolviera. Sus movimientos eran deliberados, calculados, como si supiera exactamente el efecto que causaba en la sala. Y vaya si lo sabía. Cada mirada estaba clavada en él, incluidas las mías.“Bienvenidos al Club de Medianoche,” dijo con voz profunda y aterciopelada, que se deslizó por mi espina como una caricia invisible. “Aquí, no existen límites. Solo posibilidades.”Su mirada regresó a mí, tan directa que me sentí desnuda bajo su escrutinio. Quise sostenerle la mirada, desafiarle incluso, pero algo en sus ojos —oscuros y peligrosos como un bosque de noche— me desarmó. Me revolví ligeramente en el sofá, consciente de que mi vestido, ajustado y atrevido, no dejaba mucho a la imaginación. Pero, en lugar de sentirme vulnerable, hubo una chispa de poder en la forma en que su atención se quedaba en mí.“Esta noche,” continuó, “será especial. Algunos encontrarán respuest
Le pedí que me dijera su nombre... definitivamente lo hizo. Con su voz profunda y misteriosa me dijo que se llama Vincent.La tensión en la habitación era tan densa que casi podía tocarla. Vincent —porque ahora sabía su nombre— me observaba con una calma que rozaba lo insolente, como si disfrutara de mi desconcierto. Su figura recostada en el sofá proyectaba una seguridad que resultaba irritante y fascinante a partes iguales.“Vincent,” repetí, probando su nombre en mis labios como si fuera un acertijo. “Bonito nombre. Aunque no explica por qué estoy aquí.”Una sonrisa ligera se dibujó en su rostro. “No todo debe explicarse de inmediato. La curiosidad es mucho más emocionante, ¿no crees?”“No cuando soy yo quien está en la oscuridad,” le respondí, cruzando los brazos en un gesto defensivo. Mi voz sonaba más firme de lo que me sentía. “Me invitaste aquí por una razón. Y no creo que sea solo para compartir una copa de licor.”“Eres perspicaz,” admitió, inclinándose ligeramente hacia ade