Vincent cerró la puerta de la sala detrás de nosotros, y por un instante, la tensión en el aire se volvió casi palpable. Él no dijo nada al principio, solo me miró, como si intentara medir mis pensamientos, mis dudas, mis miedos.—Antes de mostrarte más —dijo finalmente, acercándose un paso—, quiero asegurarme de que comprendes algo, Havana. No hay vuelta atrás.Su voz era un susurro grave, cargado de promesas que no terminaba de descifrar. Lo miré, sintiendo cómo el calor subía por mi cuello hasta mi rostro. Sabía que hablaba de su mundo, pero el tono de su voz y la forma en que sus ojos se clavaban en los míos hacían que cada parte de mí se sintiera expuesta.—No estoy segura de nada —admití en un hilo de voz, sin apartar la mirada.Vincent sonrió, esa sonrisa arrogante que siempre parecía tener el poder de desarmarme. En un movimiento lento, como si quisiera darme tiempo para detenerlo, alzó una mano y rozó mi mejilla con el dorso de los dedos.—Havana… —murmuró mi nombre como si f
El aire en la habitación estaba cargado, denso, como si el tiempo se hubiera detenido en el momento exacto en que nuestros cuerpos quedaron entrelazados. La piel de Vincent aún ardía contra la mía, su respiración era profunda y pausada, como si intentara recuperar el control de sí mismo.Yo, por otro lado, no podía dejar de reír.—¿De qué te ríes? —preguntó con una ceja arqueada, su tono divertido mientras deslizaba la punta de los dedos por mi espalda.—De lo absurdo que fue todo —respondí, tapándome la cara con las manos mientras una carcajada escapaba de mis labios—. Quiero decir… tú, el mafioso implacable, el hombre de mirada letal y actitud de ‘no me toques si no quieres problemas’, acabas de… bueno, ya sabes…—Oh, sí. Lo sé. —Su sonrisa fue lenta, como la de un depredador satisfecho, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda—. Y por lo que puedo notar, a ti te gustó tanto como a mí.Me mordí el labio, negándome a responder, pero la sonrisa tonta en mi rostro me delataba.Porque
Si el pecado tenía una dirección en esta ciudad, era aquí.Atravesar las puertas del Midnight Club no era simplemente entrar a un lugar; era sumergirse en un universo donde la moral se diluía con el champagne y los límites se desdibujaban con cada risa ahogada y cada susurro entrecortado.Y yo… yo estaba en medio de todo.Vincent me había dicho que quería que viera su mundo. Que lo viviera, lo entendiera, y entonces, escribiera sobre él.Y vaya si lo estaba viviendo.—¿Todavía respiras? —me murmuró al oído con una sonrisa divertida.—No estoy segura —respondí, sintiendo que mi cerebro trataba de procesar todo a la vez.El club era un espectáculo de decadencia y opulencia, una fantasía sensual que cobraba vida con cada rincón que mirara. Un techo altísimo decorado con lámparas de cristal que reflejaban la luz en destellos dorados. Paredes de terciopelo oscuro. Sofás amplios donde personas hermosas se desparramaban en posiciones que sugerían que estaban muy, muy cómodas entre ellas.Y l
El hospital olía a desinfectante y a algo más… algo frío. Como si la tristeza se hubiera impregnado en las paredes.Suspiré antes de entrar en la habitación, ajustándome el abrigo como si pudiera ocultar lo que traía conmigo.El dinero.No sabía si el peso en mi pecho era por la emoción o la culpa.Cuando abrí la puerta, encontré a mi madre sentada en la cama con una revista en las manos y a mi hermana menor, Sofía, acomodándole las almohadas con esa dulzura que siempre la había caracterizado.—¡Havana! —exclamó Sofía con una sonrisa radiante.—Hola, mamá —saludé, dejando mi bolso sobre la mesita de noche.Mi madre levantó la vista y, aunque sonrió, sus ojos tenían ese brillo agotado que me recordaba lo frágil que era.—Hola, cariño. No esperaba verte hoy.—Siempre vengo cuando puedo —respondí con una sonrisa.No mencioné que, últimamente, no había podido venir tanto. Entre el club, Vincent y la extraña realidad en la que me estaba sumergiendo, sentía que estaba viviendo en dos mundos
El aroma a café recién hecho flotaba en el aire mientras removía distraídamente el mío, viendo cómo la espuma hacía pequeños remolinos en la taza.—Así que, déjame ver si entendí bien —dijo Valeria, mi mejor amiga, alzando una ceja mientras tomaba un sorbo de su capuccino—. ¿Un multimillonario misterioso te paga una cantidad obscena de dinero por escribir, pero además te quiere como su acompañante personal en su club privado?Asentí con calma.—Ajá.—¿Y este club es…?—Exclusivo. Muy lujoso.—Y lujurioso, supongo.Bajé la mirada y sonreí de forma traviesa.—Quizá un poquito.Valeria soltó una carcajada.—Havana, en serio. Si alguien más me contara esto, pensaría que se lo sacó de una novela barata.—Oh, cariño, esto ni siquiera califica como novela barata. Esto es nivel "telenovela de las nueve".Ella se recostó en la silla, cruzando los brazos.—¿Y qué tal es él? Quiero detalles jugosos.Jugué con la cucharita del café, pensando en Vincent. Su mirada afilada, su voz grave, la forma e
No sé en qué momento perdí el control de la situación, pero cuando abrí los ojos, ya estaba sentada en su coche, con el motor rugiendo bajo nosotros y la ciudad deslizándose a través del parabrisas.—¿Por qué tengo la sensación de que me acaban de secuestrar? —dije, cruzándome de brazos.Vincent sonrió sin apartar la vista de la carretera.—Porque técnicamente lo hice.—Genial. Al menos admítelo con orgullo.—No es secuestro si disfrutas el viaje, Havana.Me giré en el asiento para mirarlo con escepticismo.—¿Y si grito?—Podrías intentarlo, pero dudo que quieras que alguien interrumpa esto.Su mano se deslizó con descaro sobre mi muslo.Maldito.Mi piel ardió bajo su toque, pero me negué a darle la satisfacción de verme perder la compostura.—Eres un mafioso manipulador.—Y tú eres una escritora que se muere por saber qué pasa después de la escena en el callejón.Puse los ojos en blanco.—No me conoces tanto.—Havana, te he estado siguiendo por años a través de tus libros. Sé exactam
No sé en qué momento terminé contra la pared, con Vincent besándome como si quisiera devorarme entera.Su lengua exploraba mi boca con una intensidad que me hacía arder, sus manos dibujaban caminos en mi espalda, y mi ropa de alguna manera empezó a desaparecer en el proceso.—¿Sabes qué es lo mejor de todo esto? —susurró contra mi cuello.Traté de recordar cómo funcionaban las palabras, pero su boca en mi piel estaba saboteando mi capacidad de pensar.—¿Q-qué?—Que sigues pensando que tienes el control.Oh, no.Oh, sí.Me sujetó de la cintura y en un movimiento experto me levantó, haciendo que enroscara mis piernas alrededor de él.—Vincent, espera…—¿Sí? —preguntó con la arrogancia de un hombre que sabía perfectamente que no quería que esperara nada.Abrí la boca para responder, pero en ese preciso momento…📢 ¡BOOM!¡Una explosión!El estruendo fue tan fuerte que la casa entera tembló.Mis ojos se abrieron de golpe y mi libido murió en el acto.—¿QUÉ DEMONIOS FUE ESO? —grité, intent
Me pasó su chaqueta para cubrirme y acarició mi mejilla con un gesto demasiado íntimo para el caos que nos rodeaba.—Quédate aquí.—Ni loca.—Havana…—Si crees que después de una explosión me voy a quedar sola en tu casa de mafioso, necesitas una mejor estrategia de convencimiento.Me miró con esa expresión de “me encanta que seas así, pero te voy a hacer sufrir por ello después” y suspiró.—Bien. Pero te quedas en el coche.Oh, sí, claro. Segurísimo que iba a obedecer.Dejemos algo claro: me dijeron que me quedara en el coche.Pero, en mi defensa, nunca fui buena siguiendo órdenes.Así que, cuando Vincent salió del vehículo con su típica postura de “soy el diablo en traje y todo el mundo me respeta”, decidí que no iba a quedarme sentada como una mascota bien entrenada.Esperé a que él desapareciera entre la multitud de tipos sospechosos y, sigilosamente, abrí la puerta y bajé.Sí, lo sé.Pésima idea.Pero, en mi mente, esto era como una escena de mis libros: la protagonista se infilt