Me pasó su chaqueta para cubrirme y acarició mi mejilla con un gesto demasiado íntimo para el caos que nos rodeaba.—Quédate aquí.—Ni loca.—Havana…—Si crees que después de una explosión me voy a quedar sola en tu casa de mafioso, necesitas una mejor estrategia de convencimiento.Me miró con esa expresión de “me encanta que seas así, pero te voy a hacer sufrir por ello después” y suspiró.—Bien. Pero te quedas en el coche.Oh, sí, claro. Segurísimo que iba a obedecer.Dejemos algo claro: me dijeron que me quedara en el coche.Pero, en mi defensa, nunca fui buena siguiendo órdenes.Así que, cuando Vincent salió del vehículo con su típica postura de “soy el diablo en traje y todo el mundo me respeta”, decidí que no iba a quedarme sentada como una mascota bien entrenada.Esperé a que él desapareciera entre la multitud de tipos sospechosos y, sigilosamente, abrí la puerta y bajé.Sí, lo sé.Pésima idea.Pero, en mi mente, esto era como una escena de mis libros: la protagonista se infilt
El aire dentro del auto estaba cargado, pesado con una electricidad que no se disipaba. Vincent seguía ahí, su cuerpo acorralándome contra la puerta del coche, su aliento chocando contra mi piel.—Que eres mía —repitió, su voz un murmullo grave que me erizó la piel.Mi cabeza me decía que debía responder algo inteligente, desafiante, pero mi cuerpo… Mi cuerpo tenía otras ideas. No me aparté cuando sus labios rozaron los míos, suaves, tentativos, hasta que la tensión se rompió y se adueñó de mi boca con un hambre que me dejó sin aire. Sus manos se deslizaron por mis caderas, atrayéndome más a él, como si quisiera grabar mi existencia en su piel.Yo le correspondí con la misma intensidad, con la necesidad de demostrar que no era solo suya, sino que él también me pertenecía. Mis dedos se enredaron en su cabello, tirando levemente, arrancándole un gruñido grave y delicioso que hizo que todo mi cuerpo se estremeciera.—Te vuelves insoportable cuando te desafían, ¿lo sabías? —jadeé contra s
Silencio. Tensión. Algo oscuro pasó por el rostro de Vincent… hasta que rodó los ojos y suspiró con fastidio.—¿En serio? —bufó—. Joder, sabía que volvería a meter sus narices.Antes de que pudiera decir algo más, un hombre entró con una gran sonrisa en el rostro, vestido con un traje demasiado colorido para la ocasión y con una expresión de total despreocupación.—¡Vinny, hermano del alma! ¡Hermanito del crimen y la mala vida! —exclamó el recién llegado, abriendo los brazos como si esperara un abrazo.Vincent se llevó una mano a la cara, negando con la cabeza.—Dios… maldito seas, Marco —murmuró.Yo pestañeé, confundida. ¿Este era el infame hermano del que hablaban con tanto misterio?Marco se giró hacia mí y sonrió de manera exagerada.—Y tú debes ser la damisela en apuros —dijo, con una reverencia ridícula—. Mucho gusto, soy Marco, el hermano guapo, inteligente y claramente el favorito de la familia.Me quedé mirándolo por un segundo antes de responder:—Si tú eres el favorito… la
A la mañana siguiente, decidí visitar a mi madre. Había pasado demasiado tiempo sin verla, y aunque le había enviado dinero para su tratamiento, quería asegurarme de que estuviera bien.Cuando llegué a su casa, la encontré sentada en el sofá, con un libro en la mano y su característico ceño fruncido. Me miró de arriba abajo, como si estuviera evaluando cada una de mis decisiones de vida.—¿Havana? —dijo con tono incrédulo—. Pensé que te habías unido a un culto o algo así.Suspiré y me dejé caer en el sillón frente a ella.—No, mamá, solo he estado… ocupada.Ella entrecerró los ojos.—¿Ocupada en qué exactamente? Porque de repente apareciste con dinero, y no quiero ni imaginarme en qué andas metida.Antes de que pudiera responder, mi hermana menor, Camila, irrumpió en la sala con una sonrisa radiante.—¡Havana! Mamá cree que eres traficante de órganos. Yo le dije que probablemente solo conseguiste un sugar daddy.—¡Camila! —exclamó mi madre con horror.Yo me llevé una mano a la cara.—
—Havana, querida, ¡y yo preocupada pensando que estabas haciendo cosas ilegales para conseguir dinero!Camila, que había estado silenciosa hasta ahora, explotó en carcajadas.—Técnicamente, eso sigue estando en el aire, mamá —comentó con sorna.Rodé los ojos y Vincent sonrió, divertido.—Puedo asegurarle que Havana no hace nada que no quiera hacer —afirmó, lanzándome una mirada cargada de significado.—Ajá, ajá… —mi madre no parecía del todo convencida, pero al menos parecía divertida. Y eso ya era un avance.—Entonces, Vincent, ¿a qué te dedicas? —preguntó de pronto, afilando la mirada.Me tensé. Vincent, en cambio, mantuvo su sonrisa impecable.—Negocios. Inversiones. Cosas aburridas que dudo que le interesen, señora.—¡Oh, no me subestimes! —dijo ella con una carcajada. —Me encanta saber en qué tipo de negocios está metido mi futuro yerno.—¡MAMÁ! —protesté, sintiendo mis mejillas arder.Vincent soltó una carcajada, disfrutando la situación más de lo que debería.—Tendré que invita
La noche en el club prometía ser una de esas que dejan huella. Apenas cruzamos la entrada, Vincent me guió con su mano firme en la parte baja de mi espalda. Era un gesto de control absoluto, posesivo, pero que en mí solo encendía un fuego que no sabía si quería apagar.Las luces del club titilaban con destellos dorados y escarlatas, la música vibraba en el aire y el murmullo de conversaciones se mezclaba con risas y promesas susurradas. Este lugar era un mundo aparte, un rincón de la ciudad donde la realidad se distorsionaba y las reglas se escribían en deseo.—Te ves hermosa esta noche —murmuró Vincent en mi oído, su aliento cálido enviándome un escalofrío delicioso por la columna.—Lo sé —respondí con una sonrisa traviesa, disfrutando del modo en que sus ojos se oscurecieron levemente.—Presumida.—Realista.Se rio bajo, un sonido grave y seductor que me hizo apretar los muslos instintivamente. Vincent tenía ese poder sobre mí, el de convertir incluso el acto más simple en algo eléc
Desperté envuelta en el calor de Vincent. Su brazo rodeaba mi cintura con posesividad, como si temiera que me desvaneciera en la bruma del amanecer. Sentí su respiración contra mi cabello, pausada, tranquila, como si por primera vez en mucho tiempo él pudiera relajarse por completo.Giré lentamente para mirarlo. Aún dormido, su rostro se veía más joven, menos marcado por la dureza del mundo en el que se movía. Con la yema de mis dedos recorrí su mandíbula, su pómulo, memorizando cada detalle como si fuera la primera vez.—Si sigues tocándome así, no podré seguir durmiendo —murmuró con voz ronca sin abrir los ojos.Sonreí, sin retirar la mano. —Tal vez esa es la idea.Un suspiro bajo salió de sus labios antes de que abriera los ojos y me atrapara con esa mirada suya que siempre lograba desarmarme.—¿En qué piensas?—En ti —confesé sin reservas.Sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada. —Qué peligroso, Havana.—Lo sé —respondí antes de besarlo, un roce lento y perezoso que se fue i
Cuando llegamos a la mansión de la madre de Vincent, el aire se sintió denso. No porque fuera incómodo, sino porque era de esos lugares en los que podías oler el dinero en las cortinas y en la vajilla de porcelana. La mujer nos esperaba en la sala, sentada con una copa de vino en la mano, observándome como si intentara descifrar qué demonios hacía yo ahí.—Tú eres Havana —dijo, entrecerrando los ojos.—En efecto —respondí, con la misma energía de una entrevista de trabajo para un puesto que no había solicitado.La madre de Vincent, elegantísima y con un aire de reina, entrelazó los dedos sobre su regazo.—Eres escritora.—Así es.—Interesante —murmuró, y el juicio en su tono era más fuerte que un golpe de martillo de juez.Vincent intervino, apoyando una mano en mi espalda, con una sonrisa que delataba que estaba disfrutando de la situación.—Madre, no la interrogues. Havana es increíble. Y además, sabe más de literatura que cualquier persona que conozco.Eso pareció darle una excusa