El mensaje en el auto de Vincent era imposible de ignorar. "TRAIDOR", escrito con una pintura roja que goteaba de manera dramática sobre el capó negro y reluciente de su Maserati.—Oh, vaya… —murmuré, con una mezcla de horror y admiración—. Al menos tiene buena caligrafía.Vincent, en cambio, no parecía compartir mi apreciación artística. Su mandíbula se tensó y su mirada se oscureció. Dio un paso adelante, pasando los dedos sobre la pintura aún fresca, dejando una mancha carmesí en su piel.—Lo hizo de nuevo —murmuró con una calma que solo indicaba que alguien iba a morir en las próximas horas.Su hermano, Marco, que estaba a nuestro lado con una expresión entre divertida y preocupada, chasqueó la lengua.—Por lo menos esta vez no intentó volarte el coche —comentó, encogiéndose de hombros—. ¿Eso es progreso?Yo, en cambio, estaba procesando la información a mi manera. Miré a Vincent, luego al coche, luego a Marco.—¿Estamos hablando de la misma mujer que me dejó la basura en la puert
Vincent y Havana decidieron que era momento de averiguar más sobre la exnovia problemática. Para ello, Vincent la llevó a una de sus reuniones en un lugar discreto pero lujoso, un edificio que parecía una simple oficina corporativa por fuera, pero que dentro tenía todo el aire de un cuartel general de la mafia.—No vayas a asustarte, pequeña escritora, pero hoy vas a ver cómo trabaja un verdadero mafioso —le dijo Vincent con una sonrisa torcida.Havana sintió un escalofrío de anticipación y miedo. Una cosa era saber que Vincent era peligroso, pero otra era presenciarlo en acción. Sin embargo, su curiosidad la impulsaba a seguir adelante.Entraron en una sala oscura iluminada solo por una luz cenital que daba un ambiente de interrogatorio policial de película. Había una mesa con una laptop y un hombre de traje con cara de pocos amigos revisaba archivos en la pantalla. Otro tipo, con una cicatriz en la ceja y los brazos cruzados, observaba desde la esquina con una postura de matón de pe
Los días siguientes fueron una revelación y una condena al mismo tiempo. Me descubrí pensando en Vincent más de lo que me gustaría admitir, en su voz profunda, en su sonrisa contenida, en la intensidad de su mirada cuando decía mi nombre. Pero más allá de él, había algo más que me estaba empezando a atrapar: el club.Al principio, había sido solo una curiosidad, un misterio que se desplegaba ante mí con cada nueva noche que pasaba en ese santuario de decadencia y exclusividad. Pero ya no era solo eso. Ahora lo sentía en mi piel, en la forma en que mi pulso se aceleraba cuando cruzaba sus puertas, en el modo en que el aire dentro parecía distinto, más cargado de posibilidades, de peligro, de secretos.Vincent me guiaba a través de ese mundo como si supiera exactamente qué fibras tocar dentro de mí. No me presionaba, no exigía nada. Solo me mostraba. Y yo, con cada noche que pasaba en su compañía, dejaba de ser la observadora para convertirme en algo más.Me gustaba el club. Me gustaba
VINCENTMe quedé mirando la puerta por la que Havana se fue como si fuera a reabrirse sola y devolverme la dignidad que acababa de perder.Spoiler: no lo hizo.En vez de eso, me serví otro whisky, me senté en mi sillón favorito del salón de los miembros fundadores del club —un lugar que huele a cuero caro, secretos y decisiones cuestionables— y me pregunté cómo demonios terminé en esta situación. Otra vez.Porque, claro, uno pensaría que después de una relación desastrosa con una mujer como Juliette, uno aprendería algo. Spoiler número dos: tampoco lo hice.Juliette era fuego. Havana, en cambio, era… tormenta eléctrica. Belleza salvaje, energía caótica, palabras que cortaban más que las miradas. Me encantaba. Me aterraba. Me tenía completamente jodido.Y lo peor era que estaba empezando a importarme más de lo que mi historial emocional podía manejar. Porque no era solo deseo —aunque Dios, eso abundaba—. Era cómo me miraba cuando pensaba que no la estaba observando. Era la forma en que
Lunes. Otra vez. Y no un lunes cualquiera. Era uno de esos lunes que sabías que iban a apestar desde el primer segundo en que abrías los ojos y sentías que hasta la luz del sol tenía ganas de pelear contigo.La primera señal de que el universo estaba en mi contra fue cuando derramé café sobre el manuscrito que estaba editando. La segunda, cuando abrí el correo y vi el asunto:“Sobre tu novela: URGENTE”—lo cual, en lenguaje editorial, suele significar: “Hola, estamos a punto de arruinarte el día”.Respiré hondo y abrí el correo.Querida Havana,Hemos leído los primeros capítulos que nos entregaste.Nos preocupa un poco la dirección del contenido: es... demasiado íntimo.¿Podemos tener una llamada para hablar sobre los límites entre ficción y realidad?PD: El personaje de “V” es increíblemente realista. ¿Inspiración personal?Inspiración personal. Ja. Qué linda forma de decir “¿te estás acostando con tu personaje o qué?”. Me pasé la mano por la cara, hundida en mi sofá, con el gato dor
Desde que mamá empeoró, la casa olía más a eucalipto y menos a café. Y eso, para mí, era la señal de que el apocalipsis emocional estaba a la vuelta de la esquina.Había pasado semanas intentando equilibrar mi vida secreta como escritora de romance mafioso con toques de bondage emocional, y mi otra vida, la de hija ejemplar que lleva sopita y facturas médicas. Spoiler: estaba fracasando en ambas.Pero el universo, que tiene el mismo humor cruel que una ex que te ve feliz, decidió que era momento de un segundo cruce de mundos. Porque mamá, muy señora ella, había pedido que Vincent volviera. Sí, porque la primera vez no fue suficiente, claro. “Quiero volver a ver al patrocinador de tus crisis existenciales”, dijo.Y ahí estaba yo. Tres días después. Con Vincent a mi lado. En la sala de mamá. Otra vez.El aire era espeso. La tensión, palpable. Mamá, sentada en su butaca de enferma profesional, con su mantita de cuadros, sus ojos brillantes y su peinado perfecto, como si no estuviera con
Esa noche, el ambiente en el club parecía más cargado que de costumbre. Me sentía un poco fuera de lugar, pero sabía que no podía faltar. Vincent me había invitado nuevamente, y aunque mi mente estaba llena de preguntas, mi cuerpo ya no podía ignorar esa conexión palpable que teníamos. La tensión entre nosotros, mezclada con las inquietudes sobre mi libro y la situación de mi madre, era la receta perfecta para una noche llena de complicaciones.Cuando llegué, Vincent no estaba en su rincón habitual. En lugar de eso, me recibió en una zona más privada, como si quisiera alejarme de las miradas curiosas del resto del club. Lo primero que noté fue la seriedad en su rostro, una expresión que rara vez veía en él. Me quedé quieta, sin saber si debía pr
La puerta del apartamento se cerró con un suave clic y la mujer del servicio de limpieza apareció en el umbral, con su bata de trabajo y una sonrisa radiante, como si fuera el momento más común del día. Su presencia era como un respiro, una figura de normalidad, y yo, con el consolador vibrando en mi mano, me sentí completamente fuera de lugar.—¡Oh, perdón! —dije rápidamente, guardando el juguete lo mejor que pude, aunque la caja dorada con el nombre de Vincent grabado seguía visible y era, sin duda, el centro de atención de toda la habitación—. Estoy... estoy organizando algo. Ya sabes, una... especie de... de experimento.La mujer me miró fijamente, una ceja levantada, pero, afortunadamente, no hizo más preguntas. A vece