Acepto...

La tensión en el aire era palpable. Como un delicado hilo que, de un momento a otro, podría romperse, y cuando Vincent se acercó un paso más hacia mí, mi corazón aceleró. No sé si era el poder de su presencia o el hecho de que me encontraba en el borde de una decisión irreversible, pero algo me impulsaba a seguir adelante, a atravesar ese umbral que, hasta ahora, había estado tan decidido a evitar.

Me quedé en silencio un momento, observando cómo él parecía esperar mi respuesta con una calma desbordante, como si supiera que, al final, no tendría otra opción que aceptar. Pero algo en mi interior se revolvía, luchaba por no rendirme tan fácilmente, por mantener el control de la situación. Me negaba a ser una pieza más en su juego, aunque me atrajera de una manera casi peligrosa.

“Si acepto, ¿qué te hace pensar que no podré tomar las riendas de esto?” Dije, alzando una ceja con esa mezcla de arrogancia y picardía que solía usar para salir de cualquier enredo. No podía permitir que me viera como la mujer vulnerable que se dejaría llevar por la corriente.

Vincent se acercó aún más, casi pegándose a mí, y sentí su calor envolviéndome. Por un momento, quise apartarme, pero mi cuerpo no respondió como esperaba. Sabía que había algo más en juego aquí que solo la oferta de dinero o poder. Era una batalla de voluntades, y en este instante, me sentía como una jugadora dispuesta a arriesgarlo todo.

“Porque sé lo que eres capaz de hacer, Havana,” dijo, su voz baja y cargada de una intensidad que me recorrió la piel. “Y porque también sé que, cuando decides algo, no te detienes hasta conseguirlo. Ya tienes todo bajo control, aunque no lo quieras admitir. Tú decides hasta dónde quieres llegar, y yo solo quiero ser parte de ese juego.”

Me mordí el labio, sintiendo cómo las palabras de Vincent empezaban a calar en mi mente. Estaba jugando con fuego, pero no podía negar que me gustaba. Estaba seducida por su audacia, por esa seguridad que tenía en sí mismo y en lo que creía que podía ofrecerme.

“No soy una niña, Vincent. Y no voy a dejar que me uses como a una de tus apuestas.” Respondí, aunque mi voz ya no era tan firme como antes. Había algo en él que me hacía cuestionarme todo lo que creía sobre el control, sobre el poder, sobre la seducción. Algo que me retaba a bajar la guardia, a poner en juego todas mis reglas. Y, quizás, eso era lo que más me atraía.

Él sonrió, esa sonrisa que sabía perfectamente cómo hacerla aparecer en los momentos exactos. “Nunca he dicho que me interese usar a las personas, Havana. Lo que quiero es que te des cuenta de lo que realmente deseas. Y, lo que más me atrae de ti, es que sabes que puedes tenerlo todo, si decides jugar con tus propias reglas.”

Mis pensamientos estaban en caos. Todo lo que había construido en mi vida, todo lo que había logrado, se sentía a punto de desmoronarse, o quizás de transformarse en algo nuevo. Un juego que solo yo podía jugar, pero cuyas reglas no estaba segura de dominar.

Lo miré a los ojos, con una mezcla de desafío y curiosidad. “Entonces, ¿qué propones? ¿Qué exactamente estás esperando de mí?”

Vincent se inclinó un poco más cerca, y en ese momento sentí la electricidad entre nosotros como una corriente que amenazaba con devorarme. “Lo que quiero es exactamente lo que te he ofrecido. Una oportunidad para que uses todo lo que eres capaz de hacer, sin restricciones. Con el dinero, con la libertad que te da el control. Y, claro, también quiero disfrutar viendo cómo te adentras en este mundo, cómo descubres lo que realmente eres capaz de conseguir.”

Mis labios se entreabrieron ligeramente, y, por un instante, lo que sentí no fue ni temor ni duda, sino pura anticipación. Había algo en sus palabras, algo en su tono, que me provocaba a seguir adelante. No era solo el dinero lo que me estaba ofreciendo. Era algo mucho más tentador: el poder de decidir, el poder de ser quien quería ser sin importar las consecuencias.

“Entonces, ¿cuándo empezamos?” Pregunté, la pregunta saliendo de mis labios casi como un susurro, pero con la certeza de que ya no había vuelta atrás.

Vincent dejó escapar una risa suave, pero fue su mirada la que me lo dijo todo. No se trataba solo de un acuerdo de negocios, no se trataba solo de una transacción. Era un juego de seducción, de control, de poder y deseo. Y, aunque sabía que me estaba metiendo en algo más grande que yo, no pude evitarlo.

“Ahora mismo, Havana.” Dijo, y sus ojos brillaron con una chispa que me hizo pensar que, tal vez, este juego no era solo suyo. Quizás, por primera vez, yo también podía ser quien dictara las reglas.

Y así, en ese mismo instante, con la tensión a su máxima expresión, algo en mi interior hizo clic. Había dado el primer paso, y ya no había marcha atrás. Ahora, lo único que quedaba por hacer era averiguar hasta dónde me llevaría este juego.

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