El siguiente día, me desperté con la cabeza un poco más clara, pero el mismo nudo en el estómago. Había pasado toda la noche dándole vueltas al asunto, analizando cada palabra de Vincent, cada gesto. Y lo peor de todo es que sentía que ya había tomado una decisión, aunque mi orgullo se aferraba a la idea de que podría seguir resistiéndome. Pero, en el fondo, sabía que estaba más cerca de aceptar su propuesta de lo que quería admitir.
A pesar de todo el lujo, la seducción, y la tentación que todo esto implicaba, algo en mi interior me decía que podía jugar con esas cartas sin perderme en el juego. Algo me susurraba que este no era solo un trato de dinero, sino un escenario donde yo podría llevar las riendas de mi destino. La cuestión era saber cómo. Y eso, claro, me hacía sentir un poco excitada.
La llamada de Vincent llegó poco después del almuerzo, como si hubiera sabido exactamente cuándo mi mente ya estaba a punto de ceder. Su voz, tan tranquila, tan calculadora, me hizo preguntarme si todo esto era un juego solo para él, pero decidí no pensar demasiado en eso. No esta vez.
“¿Estás lista para nuestra conversación, Havana?” Su tono era ligero, pero había algo detrás que me hizo sonreír, casi como si estuviéramos jugando a un juego de ajedrez, y yo ya hubiera movido mi reina.
“No sé si estoy lista, Vincent. Aún estoy decidiendo si esto es una locura o una oportunidad.” Respondí, aunque sabía que la oportunidad era mucho más que eso. “Pero, ¿por qué no nos vemos de nuevo? Quizás eso me ayude a tomar una decisión final.”
La risa suave de Vincent al otro lado de la línea me hizo sentir como si estuviera hablando con alguien que sabía exactamente lo que iba a decir antes de que yo lo hiciera. “Perfecto, Havana. Te espero. Y, por supuesto, lo que sea que decidas, estaré aquí para escuchar.”
Colgué, y sin darme tiempo para pensar demasiado, me dirigí a mi vestidor. El lugar en el que estaba por entrar era un laberinto de lujo, de lujo del que ni siquiera sabía si quería ser parte. Pero me estaba adentrando en ello. Y me vestí como si fuera a una guerra.
Elegí un vestido negro, sencillo pero sofisticado, que me ajustaba como una segunda piel. El corte era elegante, pero lo suficientemente atrevido como para hacerme sentir poderosa. Sabía lo que estaba haciendo: me estaba armando, no solo para un encuentro con Vincent, sino para enfrentarme a esa parte de mí que siempre había temido sucumbir a la tentación. No podía darme el lujo de dudar más.
El club estaba aún más imponente esa noche. Las luces bajas, la música suave, y la sensación de exclusividad que lo envolvía me hacían sentir como si estuviera en un sueño, pero uno del que no podía despertar. Y cuando entré, allí estaba él, esperándome, como un rey en su trono. Pero esta vez, no me sentí tan pequeña.
Vincent me miró con ese aire de intriga que siempre tenía, como si estuviera esperando que dijera algo, pero no lo hice. Solo lo observé a él y a su mundo, respirando la atmósfera de poder que emanaba de cada rincón. Él no solo controlaba el lugar; controlaba la situación, y algo dentro de mí se despertó ante esa realidad.
Me acerqué a él, desafiando mi propio miedo, mi propio deseo de irme. Y cuando estuve frente a él, lo único que me importaba era una cosa: yo tenía el control.
“¿Estás lista para hablar de lo que propusiste?” Pregunté, mi voz más firme de lo que esperaba, y lo observé a los ojos, desafiando lo que podía pensar.
Vincent sonrió, una sonrisa que tenía más de juego que de cordialidad. “¿Decidiste ya qué hacer, Havana? Porque la oferta sigue sobre la mesa, y sigo esperando tu respuesta.”
Lo miré de arriba abajo, evaluando cada detalle. Sabía que lo deseaba, lo sabía de la misma forma que sabía que podía manipular la situación para que todo fuera a mi favor. Mi mente, esa mente que tanto había cultivado y que tanto me había permitido escapar de mis propios límites, ya estaba pensando en las jugadas que seguiría.
“No sé qué hacer, Vincent.” Respondí con una pizca de humor. “Lo que me ofreces es tentador, pero tengo mis dudas. Y tú sabes que no soy una mujer que toma decisiones a la ligera. Me cuesta pensar en los riesgos.”
"Los riesgos, Havana..." Dijo con una suavidad peligrosa. “Es parte de lo que hace la vida interesante. Las mujeres como tú no temen arriesgarse, sé que lo sabes. Sabes cómo usar lo que tienes a tu favor. Y eso es lo que me atrae tanto de ti.”
Me mordí el labio con una sonrisa traviesa. “Eso es lo que te gusta de mí, ¿eh? Mi ingenio. Mis… habilidades.”
Vincent me miró, su expresión se suavizó, pero aún mantenía una tensión palpable. “Y tus habilidades son exactamente lo que quiero. No estoy pidiendo solo tu compañía, Havana. Estoy pidiendo lo que eres capaz de dar. El poder que tienes, la manera en que puedes hacer que todo se doble a tu voluntad.”
Mi mente se aceleró. Estaba jugando su juego, y lo estaba disfrutando, pero me mantenía alerta. No podía dejarme atrapar.
“Y si acepto, ¿qué ganamos tú y yo con esto, Vincent?” Pregunté, sin apartar la mirada. Sabía que estaba empujando los límites de lo que él esperaba.
Su sonrisa se volvió más oscilante, más intrigante. “Ganamos lo que más te atrae, Havana: control, poder, y la capacidad de obtener todo lo que necesitas sin perderte en el camino.”
Todo eso sonaba muy tentador, demasiado tentador. Y lo peor era que no podía negarlo. Parte de mí quería ceder, y otra parte sabía que no debía. Sin embargo, algo en esa propuesta, algo en su mirada, me dijo que no podía simplemente rechazarlo.
“La oferta sigue siendo tentadora”, dije, mi voz bajando un poco, como si estuviera evaluando las palabras antes de lanzarlas. “Y puede que esté más cerca de aceptar de lo que pensabas.”
Vincent no dijo nada, solo levantó su copa de vino, observándome por encima del borde con un brillo de satisfacción en sus ojos. “Entonces, solo falta una cosa, Havana.”
“¿Y qué es eso?” Pregunté, con una sonrisa desafiante.
“Que tomes la decisión final.”
La tensión en el aire era palpable. Como un delicado hilo que, de un momento a otro, podría romperse, y cuando Vincent se acercó un paso más hacia mí, mi corazón aceleró. No sé si era el poder de su presencia o el hecho de que me encontraba en el borde de una decisión irreversible, pero algo me impulsaba a seguir adelante, a atravesar ese umbral que, hasta ahora, había estado tan decidido a evitar.Me quedé en silencio un momento, observando cómo él parecía esperar mi respuesta con una calma desbordante, como si supiera que, al final, no tendría otra opción que aceptar. Pero algo en mi interior se revolvía, luchaba por no rendirme tan fácilmente, por mantener el control de la situación. Me negaba a ser una pieza más en su juego, aunque me atrajera de una manera casi peligrosa.“Si acepto, ¿qué te hace pensar que no podré tomar las riendas de esto?” Dije, alzando una ceja con esa mezcla de arrogancia y picardía que solía usar para salir de cualquier enredo. No podía permitir que me vie
Havana se había acostumbrado al lujo y al caos que ahora definían su vida. Las noches en el club, llenas de música suave, luces cálidas y conversaciones envueltas en secretos, eran su nuevo refugio, pero también un recordatorio constante del peligro que acechaba a cada paso. A pesar de la seguridad que Vincent le prometía, la sombra de la amenaza reciente no la abandonaba.La mujer que la había mirado con odio reapareció en una noche aparentemente tranquila. Esta vez no se limitó a observar. En un rincón del club, mientras Havana disfrutaba de un trago sola, la desconocida se le acercó. Con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, la mujer dejó una copa sobre la mesa de Havana y se inclinó para susurrarle:—Vincent es mío. Siempre lo ha sido. ¿Crees que puedes quitármelo?Antes de que Havana pudiera responder, la mujer desapareció entre la multitud, dejando tras de sí un aire de amenaza y perfume caro. El corazón de Havana latía con fuerza, y una mezcla de rabia y miedo la invadió. Esta
Vincent cerró la puerta de la sala detrás de nosotros, y por un instante, la tensión en el aire se volvió casi palpable. Él no dijo nada al principio, solo me miró, como si intentara medir mis pensamientos, mis dudas, mis miedos.—Antes de mostrarte más —dijo finalmente, acercándose un paso—, quiero asegurarme de que comprendes algo, Havana. No hay vuelta atrás.Su voz era un susurro grave, cargado de promesas que no terminaba de descifrar. Lo miré, sintiendo cómo el calor subía por mi cuello hasta mi rostro. Sabía que hablaba de su mundo, pero el tono de su voz y la forma en que sus ojos se clavaban en los míos hacían que cada parte de mí se sintiera expuesta.—No estoy segura de nada —admití en un hilo de voz, sin apartar la mirada.Vincent sonrió, esa sonrisa arrogante que siempre parecía tener el poder de desarmarme. En un movimiento lento, como si quisiera darme tiempo para detenerlo, alzó una mano y rozó mi mejilla con el dorso de los dedos.—Havana… —murmuró mi nombre como si f
El aire en la habitación estaba cargado, denso, como si el tiempo se hubiera detenido en el momento exacto en que nuestros cuerpos quedaron entrelazados. La piel de Vincent aún ardía contra la mía, su respiración era profunda y pausada, como si intentara recuperar el control de sí mismo.Yo, por otro lado, no podía dejar de reír.—¿De qué te ríes? —preguntó con una ceja arqueada, su tono divertido mientras deslizaba la punta de los dedos por mi espalda.—De lo absurdo que fue todo —respondí, tapándome la cara con las manos mientras una carcajada escapaba de mis labios—. Quiero decir… tú, el mafioso implacable, el hombre de mirada letal y actitud de ‘no me toques si no quieres problemas’, acabas de… bueno, ya sabes…—Oh, sí. Lo sé. —Su sonrisa fue lenta, como la de un depredador satisfecho, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda—. Y por lo que puedo notar, a ti te gustó tanto como a mí.Me mordí el labio, negándome a responder, pero la sonrisa tonta en mi rostro me delataba.Porque
Si el pecado tenía una dirección en esta ciudad, era aquí.Atravesar las puertas del Midnight Club no era simplemente entrar a un lugar; era sumergirse en un universo donde la moral se diluía con el champagne y los límites se desdibujaban con cada risa ahogada y cada susurro entrecortado.Y yo… yo estaba en medio de todo.Vincent me había dicho que quería que viera su mundo. Que lo viviera, lo entendiera, y entonces, escribiera sobre él.Y vaya si lo estaba viviendo.—¿Todavía respiras? —me murmuró al oído con una sonrisa divertida.—No estoy segura —respondí, sintiendo que mi cerebro trataba de procesar todo a la vez.El club era un espectáculo de decadencia y opulencia, una fantasía sensual que cobraba vida con cada rincón que mirara. Un techo altísimo decorado con lámparas de cristal que reflejaban la luz en destellos dorados. Paredes de terciopelo oscuro. Sofás amplios donde personas hermosas se desparramaban en posiciones que sugerían que estaban muy, muy cómodas entre ellas.Y l
El hospital olía a desinfectante y a algo más… algo frío. Como si la tristeza se hubiera impregnado en las paredes.Suspiré antes de entrar en la habitación, ajustándome el abrigo como si pudiera ocultar lo que traía conmigo.El dinero.No sabía si el peso en mi pecho era por la emoción o la culpa.Cuando abrí la puerta, encontré a mi madre sentada en la cama con una revista en las manos y a mi hermana menor, Sofía, acomodándole las almohadas con esa dulzura que siempre la había caracterizado.—¡Havana! —exclamó Sofía con una sonrisa radiante.—Hola, mamá —saludé, dejando mi bolso sobre la mesita de noche.Mi madre levantó la vista y, aunque sonrió, sus ojos tenían ese brillo agotado que me recordaba lo frágil que era.—Hola, cariño. No esperaba verte hoy.—Siempre vengo cuando puedo —respondí con una sonrisa.No mencioné que, últimamente, no había podido venir tanto. Entre el club, Vincent y la extraña realidad en la que me estaba sumergiendo, sentía que estaba viviendo en dos mundos
El aroma a café recién hecho flotaba en el aire mientras removía distraídamente el mío, viendo cómo la espuma hacía pequeños remolinos en la taza.—Así que, déjame ver si entendí bien —dijo Valeria, mi mejor amiga, alzando una ceja mientras tomaba un sorbo de su capuccino—. ¿Un multimillonario misterioso te paga una cantidad obscena de dinero por escribir, pero además te quiere como su acompañante personal en su club privado?Asentí con calma.—Ajá.—¿Y este club es…?—Exclusivo. Muy lujoso.—Y lujurioso, supongo.Bajé la mirada y sonreí de forma traviesa.—Quizá un poquito.Valeria soltó una carcajada.—Havana, en serio. Si alguien más me contara esto, pensaría que se lo sacó de una novela barata.—Oh, cariño, esto ni siquiera califica como novela barata. Esto es nivel "telenovela de las nueve".Ella se recostó en la silla, cruzando los brazos.—¿Y qué tal es él? Quiero detalles jugosos.Jugué con la cucharita del café, pensando en Vincent. Su mirada afilada, su voz grave, la forma e
No sé en qué momento perdí el control de la situación, pero cuando abrí los ojos, ya estaba sentada en su coche, con el motor rugiendo bajo nosotros y la ciudad deslizándose a través del parabrisas.—¿Por qué tengo la sensación de que me acaban de secuestrar? —dije, cruzándome de brazos.Vincent sonrió sin apartar la vista de la carretera.—Porque técnicamente lo hice.—Genial. Al menos admítelo con orgullo.—No es secuestro si disfrutas el viaje, Havana.Me giré en el asiento para mirarlo con escepticismo.—¿Y si grito?—Podrías intentarlo, pero dudo que quieras que alguien interrumpa esto.Su mano se deslizó con descaro sobre mi muslo.Maldito.Mi piel ardió bajo su toque, pero me negué a darle la satisfacción de verme perder la compostura.—Eres un mafioso manipulador.—Y tú eres una escritora que se muere por saber qué pasa después de la escena en el callejón.Puse los ojos en blanco.—No me conoces tanto.—Havana, te he estado siguiendo por años a través de tus libros. Sé exactam