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PEQUEÑOS DETALLES
— ¿A que te refieres con el Romance en la Isla? — Pregunta ella e un susrro. Christopher da unos pasos hacia ella, con esa mirada que lograba estremecerla — Dime Christopher ¿A qué te refieres con "el romance en la isla"? —preguntó Eda, con el ceño ligeramente fruncido, aunque su voz delataba más curiosidad que molestia al preguntar por segunda vez.Christopher no respondió de inmediato. En cambio, dio un paso más hacia ella, y luego otro. Cada movimiento parecía deliberado, como si estuviera midiendo el impacto de su cercanía. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la fragancia masculina que llevaba –una mezcla de madera y especias con un leve toque cítrico– envolvió a Eda por completo. Su respiración se entrecortó, y tuvo que recordarse a sí misma no retroceder, aunque su corazón martilleaba con fuerza en su pecho.Él inclinó la cabeza hacia ella, sus ojos grises reflejando la luz del atardecer como dos tormentas contenidas.—Me refiero a que en esa isla, no hay nada que pueda dete
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UN JUEGO SUCIO
Eda despertó sobresaltada al escuchar la tos áspera de Christopher romper el silencio de la madrugada. El sonido era profundo, como si viniera desde lo más hondo de su pecho, y no cesaba. Se incorporó rápidamente, girándose hacia él en la penumbra de la habitación.La luna iluminaba tenuemente su rostro, y Eda notó que sus mejillas estaban enrojecidas. En un destello de memoria, recordó la escena de la mañana. Christopher empapado por la lluvia, con el cabello pegado a la frente, entregándole una pequeña bolsa con el remedio que había salido a buscar para ella, ante aquel recuerdo ella supo de inmediato que el hombre quizás había cogido un resfriado.Eda alargó la mano y la posó suavemente sobre su frente. La piel ardía como una hoguera encendida. Un nudo de culpa y preocupación se formó en su pecho. "Christopher...", susurró. Él abrió los ojos apenas, los párpados pesados por el cansancio.—Estoy bien —murmuró entrecortadamente, intentando ocultar la debilidad que sentía.—No, no lo
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