Las aguas seguían agitadas, como si se negaran a calmarse tras la furia del enfrentamiento. Pedazos de madera flotaban como cadáveres de un campo de batalla silencioso. El olor a pólvora y sal aún se aferraba al viento. Entre la espuma blanca y restos de cargamento, un cuerpo flotaba, semiinconsciente, sostenido apenas por una tabla rota.Alessandro.Sus labios estaban morados, sus párpados pesados, su cuerpo helado. Un leve hilo de sangre le descendía por la frente. Había dejado de luchar hacía horas. Solo flotaba, entregado, mecido por el mar que no terminaba de tragarlo.El ruido de un pequeño motor rompió el silencio.Un viejo barco pesquero avanzaba entre la neblina, arrastrando redes semivacías. A bordo, un hombre delgado, de rostro curtido por el sol y la sal, distinguió algo flotando entre los restos. Frenó el motor. Silencio. Luego, un grito.—¡¡Aquí hay alguien!! ¡¡Vivo, creo que está vivo!!La red fue lanzada con destreza. Con esfuerzo, el cuerpo fue izado a bordo. Alessandr
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