Con sus documentos de identidad temporales, Diana se dirigió al aeropuerto. En el momento en que el avión despegó, su vida anterior quedó atrás. Al aterrizar en Westland, aceptó su nueva identidad como propietaria de un hotel junto al mar.Mientras tanto, en Belamar, Nicolás estaba al borde de la locura. Retrocedamos unas horas para entender por qué.Después de llevar a Mariana a casa, ella seguía insistiendo en retenerlo:—Nicolás, ya que estás aquí, ¿por qué no subes un momento?Mientras hablaba, dibujaba círculos sugestivos en la palma de su mano. Nicolás dudó por un momento, sintiendo una indescriptible inquietud.—Mejor no. Sube tú, tengo que regresar con Diana —rechazó, apartando la mano de Mariana mientras recordaba su promesa. Hacía tiempo que no pasaba tiempo con ella, y tal vez se molestaría. Este pensamiento le provocó una sonrisa muy agradable.Mariana se aferró con fuerza a su cintura:—Nicolás, ¿no querías verme con ese conjunto? Ya que me trajiste hasta aquí, si no lo ve
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