Capítulo 10
—¿Saben... saben dónde fue Diana? ¿A qué hora salió? —preguntó Nicolás, lamiéndose los labios resecos, su voz ronca por la angustia.

Los sirvientes negaron todo: —Señor, la señora salió temprano con una maleta. No sabemos más.

"¿Salió? ¿Pero adónde podría haber ido?"

Su mente se quedaba por completo en blanco incapaz de imaginar dónde podría estar. Sus padres ya tenían sus propias familias, era imposible que hubiera acudido a ellos.

Solo le quedaba la esperanza de sus amigas. Comenzó una serie interminable de llamadas:

—¿Hola? Soy Nicolás. ¿Está Diana contigo?

—¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Cómo va a estar Diana aquí?

Esta conversación se repitió numerosas veces. Incluso llamó a sus propios amigos, pero nadie sabía del paradero de Diana.

La desesperación lo invadía por completo. Era como volver a aquella época antes de conocerla. Diana era su único amor verdadero, como una parte vital de su ser. Perderla era como arrancarse la carne viva, un dolor que amenazaba con destruirlo por completo.

—D
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