Capítulo 12
Deseperado quiso hacer pedazos los papeles del divorcio, pero entonces se dio cuenta: quizás era lo último que quedaba de ella. Si los destruía, perdería incluso esta última señal.

Una y otra vez, sus dedos dibujaron el nombre de Diana, sus ojos llenos de melancolía.

—Diana, fue mi error, no debí tener otra mujer. ¡Solo te amo a ti!

—Puedes golpearme, insultarme, lo que sea, pero por favor no te alejes de mí.

—No puedo vivir sin ti, Diana...

Repitió sus disculpas innumerables veces hasta quedar afónico. Pero la persona que debía escucharlas no estaba presente. Todo era en vano.

—Diana, aún no he firmado, así que no estamos divorciados. Seguimos siendo marido y mujer, ¡y te encontraré! —afirmó Nicolás con determinación.

No podía dejarla ir. Ella le pertenecía; se arrepentiría, pero jamás aceptaría que Diana lo abandonara.

Con los ojos angustiados, guardó cuidadosamente los papeles del divorcio. Al menos tenía sus fotos en el teléfono para tranquilizarse.

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