A la mañana siguiente, Nicolás despertó a Diana con su habitual beso de buenos días.—Diana, ayer me perdí nuestro aniversario. ¿Qué te parece si lo celebramos hoy?—Vamos al parque de diversiones. ¿No me dijiste que querías ir?Diana la verdad, no tenía ganas y estaba a punto de negarse, pero Nicolás ya había empezado a preparar todo lo necesario para salir, incluso había elegido la ropa que ella usaría.Una vez en el parque, no dejó de atenderla ni un momento.Apenas ella se humedecía los labios, él le ofrecía agua.Si miraba un peluche por más de un segundo, él corría apresurado a comprárselo.Carrusel, autos chocadores, rueda de la fortuna... No le importaba lo infantil que pudieran parecer las atracciones, si a ella le gustaban, él con agrado la acompañaba.Nicolás no soltó su mano en ningún momento. Incluso cuando ella intentaba esquivarlo, él la sujetaba con más seguridad de lo habitual.Al final, le compró un globo y lo ató a su bolso mientras sonreía:—Diana, así nunca te perd
El dolor era tan insoportable que Diana tuvo que apretar su pecho con la mano derecha, quedándose sin aliento por un momento.Nicolás finalmente notó que algo no andaba del todo bien y se dirigió hacia donde se encontraba ella:—Diana, ¿qué te pasa?La preocupación en sus ojos parecía verdadera, como si estuviera dispuesto a caer muerto ahí mismo si algo malo le sucediera a ella.Pero incluso este hombre que parecía amarla con locura le había ocultado muchas cosas.Luchando por mantener la compostura, respondió:—No es nada... solo me dio un calambre.Nicolás de manera inmediata comenzó a frotarle el pecho y, solo después de asegurarse repetidamente de que estaba bien, insistió en llevarla a casa para que descansara un poco.Durante el viaje de regreso, se desvivió por contarle anécdotas graciosas, intentando de esta manera animarla.Pero por más que se esforzara, no lograba arrancarle ni una sonrisa.Diana se recostó contra la ventanilla, observando en completo silencio el paisaje que
Al ser D'Gems una pieza tan valiosa, la única manera de venderla era a través de una casa de subastas.¿Así que Nicolás la había visto allí?En lugar de responder, Diana contraatacó:—¿Has estado acaso, en la casa de subastas?Nicolás dudo por un momento, evitando su mirada, y después de varios segundos respondió:—Quería comprarte algunas joyas."¿Comprarme joyas a mí... o a Mariana?"Después de todo, Mariana le había preparado una sorpresa tan especial... era natural que él quisiera corresponderle.Diana, ya con sus emociones bajo control, respondió con un tono de voz tranquila:—No la vendí, la doné.Nicolás tomó su mano con un gesto de total resignación:—Diana, sé que tienes buen corazón, pero si quieres donar algo, puede ser cualquier otra cosa. Esta joya no.Sacó una caja de su bolsillo y la colocó frente a Diana.Al abrir el estuche de terciopelo negro, ahí estaba D'Gems.La joya conservaba su extraordinario brillo.—La recuperé. D'Gems es la prueba de mi amor por ti, nunca deb
Diana permaneció en completo silencio, y después de un rato, cansada de seguir con esta farsa, anunció:—Es muy tarde, me voy.Nicolás se levantó para acompañarla, pero sus amigos lo detuvieron al instante:—¡Diana necesita descansar porque no se siente del todo bien, pero nosotros que llevamos tanto sin vernos no podemos dejarte ir!—Sí, deja que Diana vaya a dormir y quédate a divertirte con nosotros.Diana liberó con suavidad su mano del agarre de Nicolás y dijo con calma:—El chofer me llevará a casa, quédate.Se marchó tan rápido que Nicolás ni siquiera tuvo tiempo de detenerla.Al cabo de un rato después que el auto arrancara, Diana encontró en el bolsillo de la chaqueta un teléfono que no era suyo. Era el de Nicolás, con su característica funda negra.Pidió al chofer dar la vuelta. Apenas se detuvo frente al bar, vio a Mariana bajando de un taxi.Esta iba revisando cuidadosa su maquillaje en el teléfono sin prestar atención al camino mientras se dirigía hacia el área de los rese
Al llegar a casa, Diana desarrolló una fiebre alta que se resistía a bajar.Cuando Nicolás regresó algo ebrio y la encontró inconsciente con las mejillas ardiendo, entró en pánico y la llevó asustado al hospital.Cuando por fin recuperó la consciencia, Diana luchó por abrir sus pesados ojos. La enfermera que cambiaba sus vendajes se alegró claramente al verla despertar:—¡Señora Paredes, por fin despierta! Ha estado con fiebre durante veinticuatro horas. El señor Paredes ha estado desesperado, no se ha movido de su lado hasta hace un momento, cuando recibió una inesperada llamada. ¿Quiere que le avise? Se pondrá contentísimo de saber que despertó.Diana negó, su voz áspera y ronca:—No es necesario.La enfermera obedeció y se retiró respetuosamente después de cambiar las vendas.La habitación quedó en un silencio tan profundo que Diana podía escuchar a Nicolás hablando por teléfono afuera.Él siempre había sido un hombre tranquilo, solo perdía el control frente a ella.Sin embargo, aho
—Nada —respondió Diana, mirando por la ventana con los ojos enrojecidos.En ese preciso momento, el cielo se iluminó con un gran espectáculo deslumbrante de fuegos artificiales. Diana recordó lo que Mariana había dicho: esta noche Nicolás lanzaría fuegos artificiales por toda la ciudad para ella.Al verla contemplar absorta el espectáculo, Nicolás la miró con admiración:—¿Te gustan? Puedo preparar un espectáculo aún más grandioso para ti, ¿qué te parece?La abrazó con fuerza mientras hablaba suavemente.Diana sonrió, pero era una sonrisa amarga, llena de lágrimas contenidas:—Nicolás, no me gusta usar lo que otros ya han usado.No se refería solo a los fuegos artificiales, sino también a las personas.Aunque sabía muy bien que hablaba de los fuegos artificiales, su corazón dio un giro inesperado y sintió una inexplicable inquietud.Después de un momento de silencio, la abrazó aún más fuerte:—Entonces te prepararé otras sorpresas. Jamás tendrás que envidiar a ninguna otra mujer.Diana
La primera fecha clave fue cuando Mariana envió una foto donde Nicolás le pelaba camarones con ternura. Diana respondió preparando un brasero donde incineró, una a una, todas las fotografías que tenían juntos.Al día siguiente, después de recibir una imagen de Mariana y Nicolás besándose bajo los plátanos, Diana contrató trabajadores para arrancar de raíz cada uno de los cerezos que él había sembrado con tanto amor en el jardín de la mansión.El tercer día, cuando Mariana le mandó una recopilación de las declaraciones de amor que Nicolás le había hecho durante sus transmisiones en vivo, Diana buscó de inmediato la colección de más de cien cartas de amor que él le había escrito a lo largo de los años.Las cartas mostraban el paso del tiempo con sus páginas amarillentas, aunque la caligrafía permanecía tan perfecta como el primer día. Pasó sus dedos con delicadeza por las letras una última vez, antes de alimentar cuidadosamente la trituradora con cada una de ellas, sin salvar ni una sola
Con sus documentos de identidad temporales, Diana se dirigió al aeropuerto. En el momento en que el avión despegó, su vida anterior quedó atrás. Al aterrizar en Westland, aceptó su nueva identidad como propietaria de un hotel junto al mar.Mientras tanto, en Belamar, Nicolás estaba al borde de la locura. Retrocedamos unas horas para entender por qué.Después de llevar a Mariana a casa, ella seguía insistiendo en retenerlo:—Nicolás, ya que estás aquí, ¿por qué no subes un momento?Mientras hablaba, dibujaba círculos sugestivos en la palma de su mano. Nicolás dudó por un momento, sintiendo una indescriptible inquietud.—Mejor no. Sube tú, tengo que regresar con Diana —rechazó, apartando la mano de Mariana mientras recordaba su promesa. Hacía tiempo que no pasaba tiempo con ella, y tal vez se molestaría. Este pensamiento le provocó una sonrisa muy agradable.Mariana se aferró con fuerza a su cintura:—Nicolás, ¿no querías verme con ese conjunto? Ya que me trajiste hasta aquí, si no lo ve