En su andar huidizo, le pasó por el lado a las dos tortugas, casi se las lleva, solo veía hacia el suelo, hasta la cabeza le pesaba, no era facil el dilema desafortunado, su boca incluso la sentía seca por el malestar. Levantó el rostro después de estar a medio camino, era el punto central. Miro hacia atrás, Leóncio no había salido de la capilla y las dos misteriosas mujeres seguían custodiando la entrada con el rostro agachado. Volviendo su vista el frente se chocó con ángulo trasero de la casa principal, el color le transmitía serenidad. De repente, se le removió un escozor en el estómago, más por sentirse observada desde las alturas, Se detuvo y miro hacia el segundo nivel, había una sombra escurridiza detrás de la ventana, eso hizo que arreciará los pasos. Al son reflexionaba; por lujuriosa, se había cagado la vida, por llevarse del deseo carnal. Leóncio también tenía la culpa, era un pecado tener ese cuerpo deliciosos. Cuando estuvo con el nunca pensó en cuidarse, más
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