Se quedó sin fuerzas, el no parecía tener intenciones de parar. Hizo un camino de besos desde su pubis hasta llegar a su voluminosos pechos, tenía un sostén delicado. Lo destrozó, no le pareció bien por un lado, sus prendas eran limitadas. Esa molestia se le pasó, cuando tomo su pezón, a su León le gustaba chuparlo, había que verlo como lamía, cada uno. —Mamas muy rico, mi León. —Me gustan tus pechos, ¡uhh!. —Le paso la lengua varias veces, mientras habrías sus piernas. Con la clara intención de penetrarla. —¡Espera!, tu mamá puede salirte a buscar, si te encuentra aquí, sabrá que solo finges.—El sonrió, se derritió, esos ojos la tenían hechizada. Más su tono de voz que le resultaba tan seductor. —Si eres mía, nadie podrá tocarte, lo eres después que me hiciste tuyo.—Fue lo único que dijo. Con algo de hermetismo. Chupo de nuevo su pecho izquierdo, con más ferocidad, duro mucho jugueteando con él. —Me parece que no te amantaron mucho de pequeño mí León. —Este solo sonrió
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