Llegó el día en dónde Mónica decidió ir a conocer a su verdadero padre. Rafael le explicó que la estaría esperando en el restaurante al que fueron, y quedó en llevarla ese día. —¿Por qué tanto misterio, jefecita? —cuestionó Elsa, frunciendo el ceño. Ella estaba cargando a la pequeña Victoria para dormirla. —T-tendré una cita —mintió, en un tartamudeo. —¡Lo sabía! ¿Ya lo has aceptado? —Algo así… Le daba vergüenza hablar del tema de Rafael con la niñera, su corazón siempre empezaba a latir con mucha rapidez. Tocaron la puerta, y Mónica fue a abrir porque ya sabía de quién se trataba. Rafael esperaba del otro lado, saludó a las dos mujeres. —Buen día, señor —comentó Elsa, apenada. —No seas tan formal, eres amiga de Mónica, ¿no? —expresó, se acercó a ella para ver a Victoria—. ¿Puedo cargarla? Elsa asintió, nerviosa porque tenía a un hombre poderoso frente a ella. Le entregó a la niña, y Victoria se carcajeó con alegría al ver a Rafael. En su inocencia, pensaba que se trataba d
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