Rafael se había quedado afuera para esperar que padre e hija terminaran de hablar. Cuando lo hicieron, ambos salieron del restaurante riendo con felicidad. Él los vio con nostalgia, porque extrañaba un poco a sus difuntos padres, a pesar de las exigencias. Notó que Alejandro y Mónica se parecían un montón, sobre todo en la nariz puntiaguda. —Bueno, supongo que dejaré a mi hija en tus manos —Palmeó el hombro de Rafael—. Cuídala, o ya sabes lo que te puede pasar. El empresario comprimió una sonrisa porque la amenaza estaba clara, aunque Mónica se burló. Se preguntaba de qué habían hablado durante la comida. —Cuente conmigo. —Padre, recuerda tu promesa —Carraspeó su hija, un poco molesta por la amenaza. —Sí, sí —Suspiró, colocando ambas manos detrás de su nuca con relajo—. No le haré nada a tu querido esposo. Rafael parpadeó y la mujer se quedó sin habla, con la boca temblorosa porque no creyó que su padre lo diría con facilidad. Tragó saliva, nerviosa por la mirada profunda que l
El tiempo pasaba tan rápido, que el día de la gala ya había llegado. Mónica se comunicaba con su padre mediante llamadas o mensajes, y había quedado con él para reunirse y presentarle a su nieta. —Vamos, Victoria. Rafael llegará en cualquier momento. Cargó a la pequeña y se vieron una última vez en el espejo de la sala. El vestido largo y pegado a su cuerpo no le quedaba nada mal, pues resaltaba sus anchas caderas y piernas gruesas. Victoria tenía un vestido de princesa que la hacía lucir adorable y brillante, destacando su inocencia. Debajo de la falda de tul llevaba un pantalón corto y el pañal. —Maaa —Movió el juguete que tenía en su mano, sonaba como una campana. Mónica agarró la cartera y la colgó sobre su hombro a medida que llevaba a su hija en brazos. Fue a la puerta para marcharse y apagó las luces, no se esperaba que Rafael ya estuviera esperando del otro lado. —¿Esto de llegar justo a tiempo se te hizo costumbre? —inquirió, divertida. —¡Paa! —exclamó Victoria, alegr
Al llegar a la empresa, una melodía suave proveniente de la banda sonora, inundó sus oídos. Rafael iba cargando a Victoria, quería demostrar que era un padre preocupado. Y Mónica, ella sostenía el brazo de Rafael como su mujer. Tenía que admitir que le daba vergüenza ser vista por tantas personas, vio a lo lejos que Lisandra, la recepcionista, abrió la boca. A pesar de que eran amigas, nunca le contó. La sala de la empresa dónde hacían los eventos, se llenó de murmullos al ver al anfitrión junto a su secretaria y una bebé. —¿Es normal que nos vean así? —Por supuesto. Tú mantén la cabeza en alto y nadie te juzgará —Le respondió el hombre—. Les sorprende ver que vengo acompañado de una hermosa mujer por primera vez. Mónica sonrió. —Ya veo. Victoria abrazó el cuello de Rafael, se escondió porque le aterraba ver tantas personas al mismo tiempo. Su timidez la dominó, así que pegó su carita al cuello de su padrastro. —¿Me acompañas a la tarima? Haré el anuncio —pidió—. Será rápido.
—¿Tú? —David no podía más—. Recuperaré a mi hija con o sin tu aprobación. —¡David! —su esposa lo jaló del brazo para detenerlo—. ¡Ya tienes un hijo, por Dios! —Tu mujer tiene razón, David. ¿Cuál es la obsesión con Victoria si ya tienes un heredero? No puedes tener dos —se burló Rafael. Mónica estaba cabizbaja escuchando todo. Abrazó a su hija con fuerza, porque no iba a permitir que un hombre como su ex esposo, la alejara de su lado. —Tienes todas las de perder —habló por fin—. Tus disculpas no son suficientes para arreglar el daño que me hiciste, David. —M-Mónica —balbuceó, asombrado. Catherine chasqueó los dientes, se estaba sintiendo asqueada y molesta porque su esposo le juró amor eterno en el altar, ¿por qué era obstinado con Mónica? —¡Déjala, maldita sea! —chilló la pelirroja—. Tú decides, David. O es ella, o soy yo. Lo señaló con el dedo y se fue caminando a pasos rápidos. Obligó a David a pelearse por dos caminos distintos, él lo único que quería era recuperar a su otr
Después de varios días, todos en la empresa veían a Mónica diferente, siempre se inclinaban al verla pasar. Lisandra se sorprendió mucho, pero se comportó como de costumbre a petición de Mónica, se sentía extraña por el nuevo ambiente. Ella tenía el día libre y estaba en su departamento, cuidando de la niña. —Victoria, eso no es para jugar —la regañó. La bebé estaba mordiendo el cepillo para el cabello, por lo que su madre se lo tuvo que quitar. Suspiró. Alguien tocó la puerta, ella no esperaba ninguna visita esa noche. Se acomodó el cabello antes de abrir, lo tenía despeinado. —Hola, Mónica —saludó Rafael, haciendo una mueca divertida. —¿Q-qué haces aquí? —Ella se cubrió el cuerpo. Recordó que llevaba puesta una bata casi transparente, y no tenía brasier, por lo que sus pezones se notaban con claridad. Aunque Rafael no abusó de su confianza, la miró directo a los ojos. —Le traje un regalo a Victoria —Entró como si fuera su casa. Mónica quedó en shock, sin poder hablar. —¡
La vergüenza la consumió cuando ya ambos estaban desnudos sobre el sofá, cabían perfectamente. Rafael miraba a Mónica con tanto deseo, que ni ella misma se lo podía creer. Iba a tener relaciones con su jefe, ¿quién lo hubiera imaginado?Las gruesas manos del hombre viajaron hasta llegar a su pecho izquierdo, masajeó con sumo cuidado de no lastimarla, sin dejar de mirarla. —¿E-es necesario mirarme? Rafael sonrió, divertido. —Me gusta cada expresión que haces, y si tengo la posibilidad de ver tus reacciones cada vez que te toco, lo haré —expresó, en un susurro—. Porque me encanta todo de ti, Mónica. —No soy tan atractiva como otras mujeres… —Ella desvió el rostro para evitar el contacto visual. David siempre le decía lo descuidada que estaba, le recalcaba cada imperfección en ella como si fuera una molestia para él. Eso la llevó a tener un poco de baja autoestima. Su corazón latía como nunca antes por el hecho de compartir un momento tan íntimo con Rafael. —Para mí eres la mujer
Rafael se quedó esa noche, y al día siguiente una animada Elsa había llegado al departamento de su jefa, contenta por darle la noticia de que conoció a un hombre. Abrió la puerta como era de costumbre, ya que Mónica le había dado una llave y la confianza de entrar cada vez que fuera. La niñera lo primero que vio fue a Rafael sin camisa, parado en la sala y con una expresión neutral. No veía a su jefa por ningún lado. —¿S-señor Rafael? —titubeó. A pesar de que ya se conocían, fue un momento incómodo para ella imaginar que ya Mónica había dejado su vergüenza atrás y se dejó llevar. —Buen día, Elsa. ¿Buscas a Mónica? —Se puso la camisa y el saco que se quitó el día anterior—. Está en la cocina. Yo ya me iba.—Ah, de acuerdo —Ella caminó a pasos lentos y nerviosos—. Que tenga buen día. Vio cómo el hombre se marchaba, y cuando por fin cerró la puerta, corrió en dirección a la cocina para exigirle respuestas a Mónica. —¡Mónica Bustamante! La recién nombrada se sobresaltó. Estaba pre
Catherine se había escapado, aprovechando que su esposo estaba muy ocupado y no se daría cuenta. Quedó en reunirse con Cintya, la mujer que le había hecho una propuesta tentadora. La pelirroja ya le había enviado todo el dinero que le pidió, sintió que podía confiar en ella. Estaba sentada en la barra de un bar cercano a la mansión Lambert, movió el pie repetidas veces porque varios hombres la miraban con lujuria y deseo, le dio asco. Arrugó la nariz. —Disculpa la tardanza —habló Cintya. Catherine se sorprendió al verla mejor. La última vez estaba ocultando su rostro con la oscuridad de la noche. La mujer era rubia y tenía el cabello suelto, parecía una jodida modelo millonaria, ¿había usado el dinero que le mandó? Sus ojos estaban cubierto por unos lentes negros, y el labial rojo resaltaba más su belleza. Llevaba puesto un vestido pegado a su cuerpo y corto que le daba ese toque de sensualidad. Por un momento sintió envidia. —¿Hablaremos aquí? —Tranquila, normalmente los barm