La vergüenza la consumió cuando ya ambos estaban desnudos sobre el sofá, cabían perfectamente. Rafael miraba a Mónica con tanto deseo, que ni ella misma se lo podía creer. Iba a tener relaciones con su jefe, ¿quién lo hubiera imaginado?Las gruesas manos del hombre viajaron hasta llegar a su pecho izquierdo, masajeó con sumo cuidado de no lastimarla, sin dejar de mirarla. —¿E-es necesario mirarme? Rafael sonrió, divertido. —Me gusta cada expresión que haces, y si tengo la posibilidad de ver tus reacciones cada vez que te toco, lo haré —expresó, en un susurro—. Porque me encanta todo de ti, Mónica. —No soy tan atractiva como otras mujeres… —Ella desvió el rostro para evitar el contacto visual. David siempre le decía lo descuidada que estaba, le recalcaba cada imperfección en ella como si fuera una molestia para él. Eso la llevó a tener un poco de baja autoestima. Su corazón latía como nunca antes por el hecho de compartir un momento tan íntimo con Rafael. —Para mí eres la mujer
Rafael se quedó esa noche, y al día siguiente una animada Elsa había llegado al departamento de su jefa, contenta por darle la noticia de que conoció a un hombre. Abrió la puerta como era de costumbre, ya que Mónica le había dado una llave y la confianza de entrar cada vez que fuera. La niñera lo primero que vio fue a Rafael sin camisa, parado en la sala y con una expresión neutral. No veía a su jefa por ningún lado. —¿S-señor Rafael? —titubeó. A pesar de que ya se conocían, fue un momento incómodo para ella imaginar que ya Mónica había dejado su vergüenza atrás y se dejó llevar. —Buen día, Elsa. ¿Buscas a Mónica? —Se puso la camisa y el saco que se quitó el día anterior—. Está en la cocina. Yo ya me iba.—Ah, de acuerdo —Ella caminó a pasos lentos y nerviosos—. Que tenga buen día. Vio cómo el hombre se marchaba, y cuando por fin cerró la puerta, corrió en dirección a la cocina para exigirle respuestas a Mónica. —¡Mónica Bustamante! La recién nombrada se sobresaltó. Estaba pre
Catherine se había escapado, aprovechando que su esposo estaba muy ocupado y no se daría cuenta. Quedó en reunirse con Cintya, la mujer que le había hecho una propuesta tentadora. La pelirroja ya le había enviado todo el dinero que le pidió, sintió que podía confiar en ella. Estaba sentada en la barra de un bar cercano a la mansión Lambert, movió el pie repetidas veces porque varios hombres la miraban con lujuria y deseo, le dio asco. Arrugó la nariz. —Disculpa la tardanza —habló Cintya. Catherine se sorprendió al verla mejor. La última vez estaba ocultando su rostro con la oscuridad de la noche. La mujer era rubia y tenía el cabello suelto, parecía una jodida modelo millonaria, ¿había usado el dinero que le mandó? Sus ojos estaban cubierto por unos lentes negros, y el labial rojo resaltaba más su belleza. Llevaba puesto un vestido pegado a su cuerpo y corto que le daba ese toque de sensualidad. Por un momento sintió envidia. —¿Hablaremos aquí? —Tranquila, normalmente los barm
Unas semanas después, David estaba a punto de quebrar, nadie quería aliarse con él o invertir en su compañía. Tuvo que acudir casi corriendo a la empresa de Rafael. Apretó los dientes cuando llegó a la recepción. —¿Vienes por lo mismo de siempre? —preguntó Lisandra, al verlo. —Oye, ¿tu jefe no te enseñó a tratar bien a los clientes? —masculló, la señaló con el dedo—. Tengo que reunirme con él de urgencia. Apoyó ambas manos sobre el mesón. La recepcionista tuvo que rodar los ojos y tecleó varias palabras en la computadora para hacerle un hueco a David ese día, ya que Rafael tenía otras reuniones. —Ahorita está desocupado, puedes subir —resopló, sin ánimos—. Y será mejor que toques la puerta, no querrás encontrarlo en un momento incómodo. Ella alzó una ceja con picardía. Sabía que David era el ex esposo de Mónica, ese que la hizo sufrir un montón y la dejó embarazada. —¡¿Momento incómodo?! ¿Qué quieres decir? —Ya sabes a lo que me refiero —Ladeó una sonrisa. Lisandra hace dos d
Los meses pasaron en un abrir y cerrar de ojos. La relación entre Mónica y su jefe iba escalando, la confianza entre ellos aumentó. El día de la sesión de fotos había llegado. Su amor se presentaría ante el mundo, y faltaba poco para que Victoria cumpliera dos añitos. —¡Jefa! ¡Ya Rafael está aquí! —exclamó Elsa, cargando a Victoria. La niñera estaba más contenta que de costumbre, porque había logrado formalizar con un apuesto hombre con el que tuvo múltiples citas durante esos meses. —¡Papá! —soltó Victoria, al ver a ese hombre entrar. Estiró su brazos porque quería ser cargada, así que Elsa se la cedió. Mónica se miró en el espejo, el vestido con top de princesa y falda de tul, le llegaba hasta las rodillas. —Te ves preciosa —habló Rafael, viéndola. La mujer ahogó un suspiro sorpresivo porque creyó que tenía privacidad. —Avisa que estás aquí… —Se llevó una mano al pecho—. Estoy nerviosa por lo de hoy. —Solo serán unas fotos, nada del otro mundo. —Fotos que aparecerán en rev
Elsa estaba muy emocionada porque llevaría ese día a su novio al departamento de Mónica. La confianza entre ellos aumentó. —¿Estás segura de que tu amiga no se enojará? —preguntó, apenado. Ya estaban en la puerta, tocaron el timbre. —Ya le avisé. Ella está muy emocionada por conocerte —expresó, sonriente—. Quiero que sepas que Mónica es como una hermana para mí. Elsa se aferró al brazo de su novio cuando Mónica abrió. Entraron con timidez, y su corazón no dejaba de latir. La niñera había perdido a sus padres hace mucho, y no tenía ningún familiar cercano. Consideraba a Mónica parte de su familia. —Un placer conocerla, Elsa me ha hablado mucho de usted —El pelinegro se inclinó, apenado. —No tienes que ser tan formal, Elsa también me habla de ti —Sacudió la mano—. Vengan, preparé la cena. —¿Es lo que creo que es? —Las fosas nasales de Elsa se abrieron, su olor favorito impregnó el ambiente—. ¡Lasaña! —Exacto. Aproveché que Victoria se quedó dormida, y preparé una buena cena para
—¿Y bien? —Cintya movió el pie repetidas veces. Tuvo que reunirse de nuevo con el hombre que contrató porque faltaba muy poco para llevar a cabo su misión. El pelinegro frente a ella sonrió con orgullo, había logrado su objetivo y solo tuvieron que pasar varios meses para eso. —Espero que hayas invertido bien el dinero que te dio la tal Catherine, porque cuando cumpla con mi trabajo, no nos veremos más —comentó, con una oscuridad en sus ojos. —Lo tengo en cuenta. ¿También vas a secuestrar a la niña? —Sí, justo como me lo pediste. —Bien. —¿Ya puedo dejar a la zorra de Elsa? Me da asco estar con ella —se abrazó a sí mismo—. Es tan empalagosa. Tuve que mentirle en que era virgen, porque ni loco me acostaría con ella. Cintya sonrió. —Tengo un plan. ¿Quieres quitártela de encima? Puedes usarme para hacerlo —expresó, echándose hacia atrás en la silla. Ambos estaban en un bar, dónde nadie sospechaba de sus acciones. El mismo bar dónde Catherine se solía reunir con Cintya, y a veces
—Oliver, ¿cuándo nos volveremos a ver? —preguntó Elsa. Estaba hablando con su novio por teléfono. Ella se había enamorado como nunca antes, creyó que había encontrado el amor verdadero, ese que sería capaz de mover cielo y tierra por ella. Sabía que él era incapaz de traicionarla. —No lo sé, estos días estaré muy ocupado —respondió, del otro lado de la línea. Ella a veces sentía que él se comportaba un poco seco, pero eso la obligaba a bajarle a su intensidad. Por mucho que quisiera acostarse con su novio, lo respetaba y lo iba a esperar. —Supongo que quedamos la próxima semana —murmuró. —¿Mañana trabajas? —¡Sí! ¿Por qué lo preguntas? —Simple curiosidad. —Ah… —Ella bajó la cabeza. Se preguntaba por qué el pecho le dolía al recibir ese tipo de respuestas, aunque en casa de Mónica él actuó como un príncipe azul. Decidió guardar ese recuerdo, ya que era el mejor de todos. —Bueno, tengo que irme. Que tengas buenas noches, princesa hermosa —comentó Oliver. —Te amo, Oliver. Esp