—¿Y bien? —Cintya movió el pie repetidas veces. Tuvo que reunirse de nuevo con el hombre que contrató porque faltaba muy poco para llevar a cabo su misión. El pelinegro frente a ella sonrió con orgullo, había logrado su objetivo y solo tuvieron que pasar varios meses para eso. —Espero que hayas invertido bien el dinero que te dio la tal Catherine, porque cuando cumpla con mi trabajo, no nos veremos más —comentó, con una oscuridad en sus ojos. —Lo tengo en cuenta. ¿También vas a secuestrar a la niña? —Sí, justo como me lo pediste. —Bien. —¿Ya puedo dejar a la zorra de Elsa? Me da asco estar con ella —se abrazó a sí mismo—. Es tan empalagosa. Tuve que mentirle en que era virgen, porque ni loco me acostaría con ella. Cintya sonrió. —Tengo un plan. ¿Quieres quitártela de encima? Puedes usarme para hacerlo —expresó, echándose hacia atrás en la silla. Ambos estaban en un bar, dónde nadie sospechaba de sus acciones. El mismo bar dónde Catherine se solía reunir con Cintya, y a veces
—Oliver, ¿cuándo nos volveremos a ver? —preguntó Elsa. Estaba hablando con su novio por teléfono. Ella se había enamorado como nunca antes, creyó que había encontrado el amor verdadero, ese que sería capaz de mover cielo y tierra por ella. Sabía que él era incapaz de traicionarla. —No lo sé, estos días estaré muy ocupado —respondió, del otro lado de la línea. Ella a veces sentía que él se comportaba un poco seco, pero eso la obligaba a bajarle a su intensidad. Por mucho que quisiera acostarse con su novio, lo respetaba y lo iba a esperar. —Supongo que quedamos la próxima semana —murmuró. —¿Mañana trabajas? —¡Sí! ¿Por qué lo preguntas? —Simple curiosidad. —Ah… —Ella bajó la cabeza. Se preguntaba por qué el pecho le dolía al recibir ese tipo de respuestas, aunque en casa de Mónica él actuó como un príncipe azul. Decidió guardar ese recuerdo, ya que era el mejor de todos. —Bueno, tengo que irme. Que tengas buenas noches, princesa hermosa —comentó Oliver. —Te amo, Oliver. Esp
Elsa le había enviado un mensaje a Mónica, la dejó preocupada porque le informó que faltaría ese día. Le tocó llevarse a Victoria al trabajo, no era la primera vez que lo hacía, ya que Elsa no podía ir cuando estaba enferma u otras razones. Se preguntaba qué le había pasado, pues no respondió las llamadas. —Bueno, Victoria, tenemos que irnos —La cargó. —¡Elsa! ¡Elsa! —Hizo berrinche, moviendo sus dos bracitos repetidas veces. La niña ya estaba acostumbrada a ver a Elsa casi todos los días, así que arrugó la boca con la intención de ponerse a llorar por ella. —Tranquila, mi amor —La acurrucó en su cuello—. Elsa vendrá mañana, ¿sí? Hoy iremos a ver a Rafael. —¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! —Se emocionó al escuchar su nombre. Casi cumplía dos años, y su inteligencia era notable. La niña lograba reconocer los nombres de sus padres y el de Elsa, solo esos. Para ella, eran su familia. Y decía varias palabras que ayudaban a su madre a entenderla mejor. —Eso, eso. Vamos a ver a tu padre —Mónic
Una vez que dejaron a Victoria en el cuarto de juegos con una empleada, Rafael y Mónica volvieron a la oficina para darse un tiempo de calidad juntos.Él se aseguró de ponerle seguro a la puerta, ya los habían descubierto varias veces en lo suyo. La rubia se sentó encima del escritorio de madera, con cuidado de no tirar la computadora. Rafael se acercó a ella y acarició su mejilla con delicadeza. —Todavía me pongo nerviosa cuando me tocas —susurró. —Es por el tiempo que llevamos sin hacerlo, supongo que has olvidado mis caricias —respondió, con unos ojos lujuriosos que la dejaron con la boca entreabierta. —Jamás podría olvidar encuentros tan íntimos como los que tenemos —Negó. Sus bocas se unieron en un apasionado beso con lengua, fue un baile sensual que alteró hormonas y más. Ese simple contacto bastó para que Rafael se pusiera duro como la roca. Él abrió las piernas de Mónica, aún seguía sentada sobre el escritorio. Sintió miles de cosquillas cuando el miembro oculto de su pr
—Discúlpame por no haber venido ayer —habló Elsa, recién había llegado y Mónica estaba lista para irse a trabajar. Se detuvo al ver que los ojos de la niñera estaban hinchados y se dio cuenta rápido de que había llorado bastante. Frunció el ceño. —¿Hay algo que me quieras decir? —Lo siento… —No me refiero a eso —Negó con la cabeza—. ¿Pasó algo? Normalmente no faltas al trabajo a menos que estés enferma o me pidas el día con anticipación. Mónica no estaba molesta ni nada por el estilo, sabía que Elsa también tenía una vida y no estaría disponible todos los días, pero quería saber la razón de su falta repentina. La castaña bajó la cabeza, el nudo se formó de nuevo en su garganta cuando recordó lo que sucedió el día anterior. —Es complicado… tampoco quiero hacer que llegues tarde al trabajo. Su jefa le dedicó una sonrisa y posó la mano en su hombro. Obligó a Elsa a sentarse en el mueble y ella hizo lo mismo, Victoria estaba viendo una caricatura en televisión, entretenida. —Pue
—Hoy es el día —Cintya había llamado a Catherine—. Ni se te ocurra abrir la boca. No te meteré en este problema, y tú no me menciones si te llegan a preguntar, ¿de acuerdo? Catherine, del otro lado de la línea, estaba preocupada porque por primera vez había hecho una amiga que se parecía a ella misma. Tenían los mismos gustos, y el mismo objetivo en común. No quería perderla. —Oye, ten mucho cuidado. Si Mónica es hija del líder de la mafia, ¿no puede ser peligroso? —le dijo, mordiéndose una uña. —¡No hay vuelta atrás! Es probable que yo muera hoy, Cath. Pero no me iré de este mundo sin haberme llevado a Mónica —masculló la rubia, furiosa. Se dio cuenta tarde de lo peligrosa que era la misión, y tanto a ella como a Oliver les costaría salir ilesos de esa. —¡¿Qué?! ¡No te arriesgues así! —Aww, cariño. Me alegra haberte conocido, yo tampoco había tenido alguna amiga cercana —expresó, haciendo una mueca divertida, pero no podía ser vista—. Haré lo que pueda para salir viva de esto.
Los nervios de Mónica estaban a flor de piel. Oliver se había puesto la capucha de nuevo, junto a una máscara para no ser reconocido por el tipo que estaba de turno en la recepción del edificio. Apuntó la espalda de Mónica con el arma. —Muévete —le ordenó. Ella tuvo que hacerle caso, no quería morir y dejar a Victoria a su suerte con ese imbécil. Caminó hasta llegar al ascensor y no tardaron en llegar a la primera planta. El hombre que estaba de turno, era un señor mayor, amigo del dueño del edificio. Estaba leyendo una revista y con la radio encendida. Asomó su vista por encima, ya que no era normal que las personas salieran del edificio a esa hora, aunque ya estaban acostumbrados a recibir a Rafael de noche. —¿Quién sale? —preguntó. Oliver no dudó en apuntarlo con el arma. El señor se cagó, sus cejas se hundieron y pudo ver a Mónica horrorizada, abrazando a la bebé. Sabía que tenían que poner más seguridad en el edificio, pero su amigo no le hacía caso. —Di una palabra, y t
Rafael había llegado al departamento de Mónica y estuvo a punto de agarrar al recepcionista del cuello, la desesperación lo consumía poco a poco. —¡¿Qué fue lo que pasó?! —exclamó, furioso. Las venas de su frente y cuello eran visibles. El pobre señor tragó saliva, pues sabía que Rafael era un hombre poderoso. —S-se las llevaron —Tecleó varias palabras en la computadora—. Puedo mostrarte las grabaciones de seguridad. Rafael movió el pie repetidas veces y se asomó por el mesón para ver los videos. En efecto, Mónica había sido sacada a la fuerza por un hombre armado y encapuchado. Aunque… Había una cámara en frente de la habitación de Mónica, y el secuestrador no tenía la máscara en ese momento. —¿Lo conoce? Puede llamar a la policía y… No terminó de hablar. El castaño golpeó el mesón con fuerza, tirando al suelo varios papeles que yacían encima. —¡La policía tardará años para poder encontrarla! Yo mismo la buscaré —sentenció—. No hagas nada, viejo. El señor estaba asus