Entre la niebla del sueño, escuchó la voz de su madre, familiar y a la vez extraña.María de repente se estremeció.En la bruma del sueño, vio a Mercedes mirándola tranquilamente, con una dulce mirada. María se quedó paralizada, y después de un momento, susurró temblorosa: —Mamá, ¿eres tú?Te extraño tanto.Los ojos de Mercedes se llenaron de lágrimas. —Hija mía, cuánto has sufrido.María bajó la cabeza, sus lágrimas cayendo como perlas de un collar roto.Hacía mucho que no lloraba en sueños.Las lágrimas empaparon la almohada, humedeciendo su dulce sueño.Gabriel, escuchando los débiles sollozos, abrió los ojos irritado.¿Qué diablos le pasaba ahora a esta mujer?Apartó con fuerza las sábanas, dispuesto a reprenderla, pero se detuvo al verla llorar.Estaba acurrucada en su improvisada cama en el suelo, tan pequeña, como una niña que nunca creció.Pero sus lágrimas eran reales.Gabriel sintió una inexplicable opresión en el pecho. Se recostó molesto, intentando ignorarla.Pero no podí
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