Cassandra sostenía la pluma entre sus dedos, llevándola al documento con su mano ligeramente temblorosa… Firmó. Tras la firma, sintió un escalofríos recorrer su cuerpo, un pesado sentimiento asfixiante que invadió todo su ser, dándose cuenta que se había ligado a ese maldito hombre. Angelo tomó los documentos y con un gesto autoritario, se los entregó a Robert, su mayordomo, el hombre mayor se acercó y los tomó en sus manos. —Llévatelos, Robert. Entendiendo la indicación de su jefe, el mayordomo asintió y se marchó, para no regresar, al menos hasta bien entrada la madrugada. La voz de Angelo resonó en la habitación, fría y demandante: —Levántate y sígueme, mujer.Cassandra frunció el ceño, sus manos apretando la falda de su plateado vestido. Ella no era solo una "mujer", tenía un nombre, y le estaba molestando la manera en la que ese hombre constantemente la trataba humillándola. —No creo que te duela tanto llamarme por mi nombre —replicó, su voz temblando ligeramente, pero s
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