Cassandra sostenía la pluma entre sus dedos, llevándola al documento con su mano ligeramente temblorosa… Firmó. Tras la firma, sintió un escalofríos recorrer su cuerpo, un pesado sentimiento asfixiante que invadió todo su ser, dándose cuenta que se había ligado a ese maldito hombre. Angelo tomó los documentos y con un gesto autoritario, se los entregó a Robert, su mayordomo, el hombre mayor se acercó y los tomó en sus manos. —Llévatelos, Robert. Entendiendo la indicación de su jefe, el mayordomo asintió y se marchó, para no regresar, al menos hasta bien entrada la madrugada. La voz de Angelo resonó en la habitación, fría y demandante: —Levántate y sígueme, mujer.Cassandra frunció el ceño, sus manos apretando la falda de su plateado vestido. Ella no era solo una "mujer", tenía un nombre, y le estaba molestando la manera en la que ese hombre constantemente la trataba humillándola. —No creo que te duela tanto llamarme por mi nombre —replicó, su voz temblando ligeramente, pero s
Cassandra estaba sentada en la cama. Su cuerpo adolorido con mordidas, pegajoso y exhausto; su mirada vacía y su mente llena de asco, su corazón repleto de indignación.Marco Fiorentino terminó de ponerse su pantalón y caminó hacia la salida, mientras se abotonaba su camisa manga larga azul. —Robert vendrá con ropa para ti y te mostrará tu habitación —dijo él, mientras se detenía frente a la puerta, su mano en la manija. Volvió a mirar a esa mujer rubia, cuya cabeza inclinada observaba las sábanas—. De ahora en adelante, si te llamo, vendrás de inmediato, y si voy a tomarte, abrirás tus piernas sin rechistar, como la patética amante oculta que eres.¡CLANK!El sonido de la puerta cerrándose resonó en el pecho de Cassandra, como un golpe que la devolvió a su miserable realidad.¡Tenía que luchar! Pero, ¿a qué costo?¡PUF! ¡PUF!Ella comenzó a golpear el colchón con sus manos temblorosas, apretando tan fuerte que sus nudillos palidecían.—¡MALDITO ANIMAL! ¡ERES UNA BASURA! Su rostro
—Sígueme —susurró, mirando a su alrededor con cautela, como si temiera que alguien los estuviera observando. Cassandra dudó un momento, pero sabía que Marco enviaría a alguien a encontrarse con ella. Él la condujo a un rincón más apartado del jardín, donde el agua de una fuente producía un sonido relajante. El hombre sacó una carta de su abrigo y se la entregó. —Soy amigo de Marco. Harold Montgomery. Estoy aquí para ayudarte —dijo, su voz baja y precavida. Cassandra tomó la carta con manos temblorosas. Gracias a la luz que poseía la fuente para sus efectos coloridos, observó la letra perfectamente trazada y la firma de Marco en la parte inferior, lo que le dió credibilidad y una sensación de paz la invadió. En el papel decía que Harold era alguien de confianza y que hacía negocios con Angelo, que nunca sospecharían de él. —No sé si puedo confiar en ti… —murmuró ella. —Lo entiendo —dijo Harold, su mirada avellana fija en ella—. Pero si hay alguien en quien puedes conf
Cassandra se quedó paralizada, su rostro colorado por la mezcla de rabia y vergüenza, mientras Angelo la sostenía con un agarre firme.El interior de la mansión se alzaba a su alrededor, sombrío y opresivo. Con un movimiento rápido, Angelo la condujo hacia un salón en la primera planta, una habitación espaciosa con muebles cubiertos por mantas blancas. Al cruzar el umbral junto a ese CEO imponente, un escalofrío recorrió su cuerpo delicado y hermoso, llenándola de inquietud.Cassandra luchó con todas sus fuerzas para que Angelo la soltara, pero sus intentos fueron en vano. Su exmarido era bastante fuerte. ¡Pof!Finalmente, ese hombre la soltó, y ella cayó sentada en el frío y duro piso de madera pulida.—¡AY! ¡DESGRACIADO! —le insultó ella, su mirada dorada llena de rabia. Cassandra se levantó de inmediato, viéndose rodeada de un salón únicamente iluminado por la luz que ingresaba tenuemente através de las largas ventanas.En ese instante, sus ojos se encontraron con los de él y
Cassandra sintió su corazón latir con fuerza, mientras Angelo la tomaba de los muslos y con un movimiento decidido la sentó sobre la mesa. POF~ La madera pulida fue un frío golpe contra su trasero expuesto, ahora sin ni una sola prenda encima, y la tensión en el aire se volvió abrumante. La habitación, levemente oscura, parecía contener su aliento mientras él la miraba, sus ojos azules brillando con una mezcla de lujuria y desdén. ¡Cassandra quiso aprovechar la oportunidad!, sus manos se aferraron a ese musculoso hombre. —Mujer, eres tan estúpida —murmuró Angelo, su voz un susurro grave y odioso—. Piensas que puedes salirte con la tuya, cuando en realidad, te tengo en la palma de mi mano —Angelo apartó la mano de Cassandra que se estaba dirigiendo a su saco, donde él anteriormente había guardado el teléfono móvil de ella. Tras quitarse el saco, él lo lanzó hacia otro mueble cubierto por una sábana, en la habitación. Cassandra, aún temblando por la mezcla de rabia y dese
Cassandra, no supo qué decir. ¡La verdad era que no sabía cómo tratar a Madeline! Nunca habían sido amigas cercanas; solo compartieron el mismo círculo social, pero ahora, el aire entre ellas se sentía tenso. —¿Te has divertido mostrándome como una infiel frente a Angelo? —Cassandra preguntó sin siquiera pensarlo, refiriéndose a las fotografías, la rabia ardía en su pecho de manera incontrolable. Madeline que había avanzado, se detuvo, mirándola por encima del hombro con desdén, como si Cassandra fuera un insecto que debía ser cruelmente aplastado. —Es lo que eres, ¿no? Una CUALQUIERA~ Angelo lo sabe, solo le dije la verdad. Un hombre tan bueno como él no merece vivir engañado por ti. "¿Así que no aceptará que ella inventó eso?, finge no tener ni idea…" Pensó esa rubia, molesta. —¡Cristal, Clara, ya llegó mamá!~ —Madeline sonrió, sentándose al borde de la piscina, su risa era como veneno para esa rubia que veía a distancia. Cassandra frunció el ceño, deseó c
La luz dorada del atardecer se filtraba por los cristales del edificio en la ciudad, bañando el interior de la oficina del señor Fiorentino. Sin embargo, la atmósfera en ese espacio estaba cargada de una tensión que iba en aumento. Sentado tras su glamuroso escritorio, Angelo Fiorentino observaba los documentos en su mano con una mezcla de desprecio e indignación. Cuando terminó de leer, lanzó los documentos sobre el escritorio. —¿Esto es todo? —su voz gruesa cortó el aire, mientras arqueaba una ceja, observando a los hombres ante él como si fueran unos incompetentes—. Han rastreado sus movimientos, ¿y no han dado con él? Un hombre que ha robado millones y ustedes son incapaces de encontrarlo… —su rostro se tensó, la frialdad en sus ojos azules era suficiente para helar la sangre de cualquiera en esa oficina. El investigador tragó saliva, su voz temblando ante la mirada del CEO Fiorentino. —Sabemos que él estuvo enviando fondos a Italia, señor. Por eso he venido de
Ese hombre se marchó sin pronunciar otra palabra. Clara, la menor de las gemelas, comenzó a sollozar, asustada por el repentino estallido de ira de su padre. Cristal, la gemela mayor, intentó calmar a su hermana. —No llores, Clara. Papá seguro tuvo un mal día… Al terminar, haremos lindos dibujos que lo harán feliz —sonrió la niña, convencida de que esa era la solución. Clara dejó de llorar, una sonrisa tímida se dibujó en su rostro mientras asentía a las palabras de su hermana. ……… Madeline, en su desesperación, trató de seguir a Angelo, que ya se dirigía a las escaleras. Logró alcanzarlo y puso una mano en su antebrazo, pero él la empujó con tal fuerza que la arrojó contra la pared. ¡PUM! El golpe resonó con fuerza, y Madeline hizo un gesto de dolor ante tal brutalidad. —Aléjate de mí, si no quieres sufrir las consecuencias —amenazó Angelo, su rostro sumergido en una ira implacable. —No me amenaces, Angelo… ¡No soy esa perra infiel y ex-convicta de Cassandra! —gritó Ma