Cassandra se quedó paralizada, su rostro colorado por la mezcla de rabia y vergüenza, mientras Angelo la sostenía con un agarre firme.El interior de la mansión se alzaba a su alrededor, sombrío y opresivo. Con un movimiento rápido, Angelo la condujo hacia un salón en la primera planta, una habitación espaciosa con muebles cubiertos por mantas blancas. Al cruzar el umbral junto a ese CEO imponente, un escalofrío recorrió su cuerpo delicado y hermoso, llenándola de inquietud.Cassandra luchó con todas sus fuerzas para que Angelo la soltara, pero sus intentos fueron en vano. Su exmarido era bastante fuerte. ¡Pof!Finalmente, ese hombre la soltó, y ella cayó sentada en el frío y duro piso de madera pulida.—¡AY! ¡DESGRACIADO! —le insultó ella, su mirada dorada llena de rabia. Cassandra se levantó de inmediato, viéndose rodeada de un salón únicamente iluminado por la luz que ingresaba tenuemente através de las largas ventanas.En ese instante, sus ojos se encontraron con los de él y
Cassandra sintió su corazón latir con fuerza, mientras Angelo la tomaba de los muslos y con un movimiento decidido la sentó sobre la mesa. POF~ La madera pulida fue un frío golpe contra su trasero expuesto, ahora sin ni una sola prenda encima, y la tensión en el aire se volvió abrumante. La habitación, levemente oscura, parecía contener su aliento mientras él la miraba, sus ojos azules brillando con una mezcla de lujuria y desdén. ¡Cassandra quiso aprovechar la oportunidad!, sus manos se aferraron a ese musculoso hombre. —Mujer, eres tan estúpida —murmuró Angelo, su voz un susurro grave y odioso—. Piensas que puedes salirte con la tuya, cuando en realidad, te tengo en la palma de mi mano —Angelo apartó la mano de Cassandra que se estaba dirigiendo a su saco, donde él anteriormente había guardado el teléfono móvil de ella. Tras quitarse el saco, él lo lanzó hacia otro mueble cubierto por una sábana, en la habitación. Cassandra, aún temblando por la mezcla de rabia y dese
Cassandra, no supo qué decir. ¡La verdad era que no sabía cómo tratar a Madeline! Nunca habían sido amigas cercanas; solo compartieron el mismo círculo social, pero ahora, el aire entre ellas se sentía tenso. —¿Te has divertido mostrándome como una infiel frente a Angelo? —Cassandra preguntó sin siquiera pensarlo, refiriéndose a las fotografías, la rabia ardía en su pecho de manera incontrolable. Madeline que había avanzado, se detuvo, mirándola por encima del hombro con desdén, como si Cassandra fuera un insecto que debía ser cruelmente aplastado. —Es lo que eres, ¿no? Una CUALQUIERA~ Angelo lo sabe, solo le dije la verdad. Un hombre tan bueno como él no merece vivir engañado por ti. "¿Así que no aceptará que ella inventó eso?, finge no tener ni idea…" Pensó esa rubia, molesta. —¡Cristal, Clara, ya llegó mamá!~ —Madeline sonrió, sentándose al borde de la piscina, su risa era como veneno para esa rubia que veía a distancia. Cassandra frunció el ceño, deseó c
La luz dorada del atardecer se filtraba por los cristales del edificio en la ciudad, bañando el interior de la oficina del señor Fiorentino. Sin embargo, la atmósfera en ese espacio estaba cargada de una tensión que iba en aumento. Sentado tras su glamuroso escritorio, Angelo Fiorentino observaba los documentos en su mano con una mezcla de desprecio e indignación. Cuando terminó de leer, lanzó los documentos sobre el escritorio. —¿Esto es todo? —su voz gruesa cortó el aire, mientras arqueaba una ceja, observando a los hombres ante él como si fueran unos incompetentes—. Han rastreado sus movimientos, ¿y no han dado con él? Un hombre que ha robado millones y ustedes son incapaces de encontrarlo… —su rostro se tensó, la frialdad en sus ojos azules era suficiente para helar la sangre de cualquiera en esa oficina. El investigador tragó saliva, su voz temblando ante la mirada del CEO Fiorentino. —Sabemos que él estuvo enviando fondos a Italia, señor. Por eso he venido de
Ese hombre se marchó sin pronunciar otra palabra. Clara, la menor de las gemelas, comenzó a sollozar, asustada por el repentino estallido de ira de su padre. Cristal, la gemela mayor, intentó calmar a su hermana. —No llores, Clara. Papá seguro tuvo un mal día… Al terminar, haremos lindos dibujos que lo harán feliz —sonrió la niña, convencida de que esa era la solución. Clara dejó de llorar, una sonrisa tímida se dibujó en su rostro mientras asentía a las palabras de su hermana. ……… Madeline, en su desesperación, trató de seguir a Angelo, que ya se dirigía a las escaleras. Logró alcanzarlo y puso una mano en su antebrazo, pero él la empujó con tal fuerza que la arrojó contra la pared. ¡PUM! El golpe resonó con fuerza, y Madeline hizo un gesto de dolor ante tal brutalidad. —Aléjate de mí, si no quieres sufrir las consecuencias —amenazó Angelo, su rostro sumergido en una ira implacable. —No me amenaces, Angelo… ¡No soy esa perra infiel y ex-convicta de Cassandra! —gritó Ma
La incomodidad se instaló en el pecho de Cassandra, pero sabía que no podía negarse. Aceptó la orden con un ligero asentimiento, aunque su mente estaba invadida por pensamientos inquietantes. ¿Qué querría Angelo de ella? La idea de que simplemente la quería para pasar la noche juntos la hizo sentir aún más incómoda. —Iré a mi habitación a prepararme primero —respondió, tratando de mantener la calma—. Lo veré más tarde. El mayordomo la miró con desdén, como si su respuesta fuera inaceptable. —Debe seguirme. El señor Fiorentino desea verla en este momento —insistió, su tono no admitía oposición. Cassandra suspiró, resignándose. Ella se puso en marcha tras él, sintiendo cómo las náuseas ante sus nervios se hacían presentes. "Él está furioso… ¿Y si ya descubrió a Marco?" "¡Si lo atrapa, no podré sacar a mis bebés de aquí!" Al cruzar el umbral de la habitación de Angelo, un torrente de recuerdos la golpeó. Ella abrió sus ojos de par en par ante la sorpresa, p
Pasadas unas horas. Cassandra se encontró en la amplia cama envuelta en sábanas de seda, el cuerpo de Angelo Fiorentino a su lado, profundamente dormido. Una sonrisita maliciosa, curvó los sensuales labios color cereza de esa mujer rubia. Con movimientos sigilosos, se levantó, su piel desnuda brillando por el sudor bajo la luz tenue que se filtraba desde las ventanas de cristal. Sabía que el tiempo era esencial. Si Marco o Harold la llamaban esa noche, y Angelo respondía… ¡TODO ESTARÍA PERDIDO! Su mirada recorrió la habitación y, al acercarse a la mesita del anexo, vio el teléfono de Angelo, pero no era el que buscaba. Justo entonces, un ligero sonido de vibración la hizo detenerse en seco. Se acercó, su corazón palpitando aceleradamente con la esperanza de que ese sonido fuera del suyo. Justo en el sofá donde él anteriormente estaba sentado, su teléfono sonaba en una esquina, como si él lo estuviera viendo mientras tomaba y harto de esperar lo lanzó a la esquina del sofá.
Al ver la fría reacción de Angelo, Clara retrocedió, sus manitas temblorosas aún sosteniendo los dibujos mientras extendía sus brazos hacia su padre, pero en esta ocasión, la sonrisa se había borrado de su rostro, cambiada por un puchero. En un rápido movimiento, Cristal le quitó los dibujos a Clara y se los puso en la mano a su padre, con valentía. —Sí. Teníamos que darte esto. Así ya no tienes que estar molesto papá —recalcó la niña en su inocencia, viéndolo sin titubeo. Los ojos azules de ese hombre, recorrieron con aburrimiento las hojas blancas. —Cof~ cof~ —tosió Clara ante el aroma del tabaco impregnada en la habitación. Los ojos de Cristal llenos de curiosidad, se pasearon tras su padre, viendo el cenicero en la elegante mesa de cristal. —¡Papá, eso es malo! ¡El profesor dice "es malo a la salud"! —exclamó la niña con seriedad, un gesto encantador en su rostro mientras fruncía el ceño. Ignorando por completo los infantiles comentarios de su gemela mayor, Angelo clavó co