Contrato De Amante Con Mi Ex. ¡Recuperaré A Mis Gemelas!
Contrato De Amante Con Mi Ex. ¡Recuperaré A Mis Gemelas!
Por: Yosebeth Kaori 💚
Capítulo 01: Corazón hecho pedazos.

⁠✧⁠✧⁠✧ Cuatro años atrás. ✧⁠✧

—¡POR FAVOR!… ¡AYÚDENME! ¡AYUDEN A MIS BEBÉS!

La enfermería en esa prisión de Miami era un lugar frío y desolado. Sin embargo, ese día en particular, estaba sumergido en un ambiente tenso.

Cassandra Brenaman, con su gran barriga de embarazo, se retorcía en la camilla, el dolor la atravesaba como cuchillas afiladas por todo su delgado y frágil cuerpo.

—¡AAAAAH, DIOS! ¡¡AAAY!! —gritaba con su rostro rojo, el sudor presente recorriendo su cuerpo tembloroso.

La angustia se adueñaba de ella, mientras las contracciones la sacudían, cada una más intensa que la anterior.

—¡¡¡SOCORRO!!!

De repente, la puerta se abrió y un grupo de médicos, vestidos con batas blancas y con un aire de autoridad, entraron en la enfermería.

No eran del personal de la prisión; venían de parte del temido y respetado, señor Fiorentino.

Sin tiempo que perder, comenzaron a preparar el equipo mientras Cassandra, con el rostro empapado en sudor y lágrimas, se aferraba a las sábanas.

—¡Puje con fuerza, señorita Brenaman! —la incentivaron con voces firmes—. Lo hace muy bien, continúe así, ¡ya casi está!

Con cada dolor, Cassandra sentía que su cuerpo se rompía, como si le estuvieran quebrando todos los huesos del cuerpo una y otra m@ldita vez.

—¡¡¡AAAAHHHH!!! ¡¡AAH!!—gritaba ella con sus piernas abiertas, pujando con fuerza.

Finalmente, con un gran esfuerzo, se escuchó el primer llanto de un bebé, llenando la enfermería con un sonido que parecía milagroso y cruel a la vez.

—¡Es una niña! —anunciaron los médicos.

Cassandra que había pasado en prisión los últimos cinco meses de su embarazo, ni siquiera había podido hacerse un ultrasonido que revele el sexo de sus gemelos.

Una pequeña sonrisa curvó sus labios. Su aliento se detuvo por un instante, antes de que los dolores volvieran de golpe a ella.

—¡Continúe, señorita Brenaman! ¡Aquí viene la otra! —avisó el médico.

Nuevamente el segundo llanto infantil, resonó, tan delicado y agudo como el anterior. Otra pequeña, otro llanto como una melodía que desgarraba el corazón de esa mujer rubia.

—¡Unas hermosas gemelas! —dijeron, mientras sacaban rápidamente muestras de sangre a las pequeñas.

Uno de los médicos tomó las muestras y salió rápidamente de la enfermería. Cassandra, aún temblorosa, tomó a las gemelas en sus brazos por primera vez.

Sintió la calidez de las pequeñas bebés que de inmediato despertaron en ella un instinto protector, un amor único de madre. Sus rostros tan perfectos y tan ajenos a la oscuridad que la rodeaba y… Lloró con amargura, su corazón hecho pedazos.

Con voz temblorosa habló a sus bebés:

—Perdónenme, mis princesas —susurró entre sollozos—. Esto no debió pasar así, no merecían nacer así… Lo siento, mamá lo siente mucho… Mamá les falló…

…………

Más tarde, ese mismo día.

En los pasillos de la enfermería, un silencio inquietante reinaba, uno que fue roto por el eco de los pasos firmes del despiadado CEO, Angelo Fiorentino.

Vestido con un traje oscuro y una elegante gabardina, su presencia era tan fría como su corazón.

Detrás de él, sus abogados con maletines, y un par de niñeras de rostros imperturbables seguían sus pasos.

Al abrir la puerta de la enfermería, Cassandra Brenaman, con el rostro pálido y el cabello desordenado, sostenía entre sus brazos a sus gemelas recién nacidas.

Los ojos dorados como la miel de esa nueva mamá se encontraron con los del CEO, Angelo Fiorentino, su exesposo. La alta silueta de ese imponente hombre de cabello oscuro, se alzaba unos metros delante de ella, como un verdugo que terminaría de lanzarla al mismísimo infierno.

Un escalofrío helado recorrió su cuerpo; en un instante, el mundo a su alrededor se desvaneció. Angelo. El hombre que había sido su primer amor desde niña… y también…

¡El único que había destrozado su vida y le había robado su libertad!

—Por favor, nooo… —suplicó Cassandra con voz afónica y quebradiza, las lágrimas brotando de sus ojos.

La penetrante mirada azul de ese CEO era como una daga apuntando a su yugular, deseando acabar con su vida en ese instante.

—Me pertenecen —respondió con crueldad, mientras su mirada se clavaba en uno de sus abogados.

El abogado, entendiendo de inmediato el gesto de su jefe, sacó del maletín una carpeta y se acercó a Cassandra, entregándosela.

—La carta del ADN positivo y la orden del juez. Las niñas se quedarán bajo custodia completa con el señor Fiorentino —dijo el abogado.

Esas palabras fueron un golpe en el estómago para Cassandra, sintiendo que se quedaba sin aire, su corazón latiendo desbocado.

¿Cómo podía estarle sucediendo esto? Se suponía que sus bebés quedarían con sus abuelos maternos… Ahora, Angelo, quien ni siquiera mostró interés durante todo su embarazo, aparecía para llevárselas.

—No eres más que una criminal, una asesina —continuó el CEO Fiorentino, su gruesa voz en un tono gélido que hacía añicos los sentimientos de Cassandra—. Tú no mereces ser madre —sentenció con crueldad.

—¡SOY… SOY INOCENTE! —gritó ella, su voz quebrándose en un lamento que resonó en la enfermería—. ¡No he hecho nada malo! ¡YO NO LA MATÉ! ¡NO TE HICE NADA ASÍ! ¡Nunca te haría tal daño, Angelo!

En ese momento, las niñeras se acercaron.

Cassandra se aferró a las pequeñas, pero en un instante, la realidad se tornó una pesadilla. Las niñeras arrancaron a las bebés de sus brazos. Los llantos de las niñas resonaron, haciendo temblar el corazón de Cassandra.

Angelo observó la escena con una satisfacción despiadada, su rostro serio y su mirada helada llena de odio hacia Cassandra.

—Haz como si estuvieran muertas, Cassandra —dijo él con desprecio, antes de marcharse—. Nunca las volverás a ver. Ni tú, ni nadie de tu m@ldita familia.

Tales palabras fueron un balazo al corazón de Cassandra Brenaman, que sintió cómo se rompía en mil pedazos.

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