—¿Nada que decir? —la helada mirada que clavó ese CEO, la hizo sentir un escalofríos en todo su cuerpo. Cassandra, viéndolo hacia arriba, comenzó a temblar de rabia e indignación… ¡No podía sentir más humillación! —No he hecho nada de lo que me acusas… —continuó Casandra, intentando mantenerse firme, aunque su tembloroso cuerpo y su voz quebradiza la delataran—. ¡Has caído bajo si me juzgas así, Angelo! Pero Sí, cometí un error. ¡Lo único que hice mal fue enamorarme de ti! ¡AAAH! Las palabras de Cassandra se vieron abruptamente interrumpidas por su fuerte grito. PLAF~ ¡Ese hombre le dio una bofetada! —¿Crees que soy estúpido?, es claro que estás ligada a mi maldito primo. En ese momento, el CEO Fiorentino se inclinó hacia su exesposa, su mano agarrando con fuerza el mentón de Cassandra, obligándola a hacer contacto visual con él, sus alientos entrelazándose. Entonces, dijo en un susurro lleno de frialdad: —Justo ahora puedo hacer lo que se me antoje contigo, y no pue
Habían pasado tres días… ¡Tres malditos días de confinamiento! Soportando hambre y en absoluto aislamiento, nada más que una asfixiante soledad y el rotundo silencio que la hacía sentir prisionera. ¿Quién se creía ese hombre para tratarla peor que un animal? Cassandra Brenaman se encontraba en una habitación de la mansión, cuya única ventana daba al jardín del este. Desde allí, durante la mañana observaba una escena que le desgarraba el corazón: dos figuras, que a lo lejos parecían ser sus gemelas, reían y jugaban entre sí. "¡Lo hace a propósito! ¡Es claro que busca torturarme!" Pensaba la mujer rubia, sin embargo, su cuerpo pálido y tembloroso comenzaba a verse demacrado, sus grandes ojeras ante el insomnio que le impedía descansar, y el sonido de su estómago hambriento… Solo la hacían darse cuenta de la miseria en la que había caído. Ese tercer día, en la noche, la puerta se abrió de golpe. ¡CLANK! Dos guardias la agarraron por los brazos, arrastrándola fuera de la h
—¡Marco Fiorentino…! —exclamó la mujer rubia, a la vez que el primo de su exesposo, se sentaba en el borde de la cama. —Hace cuatro años sin vernos, pero el tiempo no ha pasado en ti. Sigues igual de hermosa que la última vez que te ví. Cassandra no pudo contener su alegría al ver a Marco, alguien que siempre había considerado su amigo más preciado. ¡Ella se lanzó a abrazarlo! —¡Oh Marco! ¡Que alegría de…! —justo en ese instante, Cassandra reaccionó y se alejó rápido de él—. Perdón, estoy muy emocionada. Para ella, el asunto de las fotografías que Angelo le mostró, seguía sembrando silenciosamente semillas de duda en su mente. ¿De dónde salieron esas fotos falsas tan bien hechas y cómo llegaron a manos de Angelo? Justo cuando Cassandra divagaba, sintió de pronto un calor que le acariciaba la frente, ella alzó apresuradamente su mirada. El hombre rubio se quedó inmóvil un instante, con los dedos en el aire, pero enseguida alejó su mano. —Lamento haberte hecho sufrir
—Deberías aceptar ser su amante… ¡CASSANDRA QUEDÓ EN SHOCK! ¡No lo podía creer! Ella no quería rebajarse a ser el juguete sexual del hombre que tanto odiaba. Pero la magnética y convincente voz de Marco volvió a sonar. —Sí. Piénsalo, estarás lo suficientemente cerca para vigilar sus pasos, los de Madeline y tendrás la posibilidad de acercarte a las niñas que mantiene en el ala este de la mansión. —Pero… ¿Cómo podría obtener venganza…? Sola en la cueva de ese monstruo… ¿No significa estar a su merced y…? —Secuestro —la interrumpió ese hombre rubio—. Con lo corrupto que es Angelo, jamás recuperarás a las niñas por medios legales. Hay que sacarlas de la mansión a la fuerza. —¿Y no puedes hacerlo a como me sacaste a mí? —preguntó Cassandra confundida. Marco negó lentamente con su cabeza. —La seguridad para ellas, es extrema. Sin embargo, yo te ayudaré a ocultarlas en el extranjero luego de que encontremos la oportunidad contigo dentro de la mansión. —¿Y cómo haré e
—Recíbela. La esperaré en mi salón de descanso —ordenó Angelo, su voz helada, desprovista de cualquier emoción. ¡Madeline quedó paralizada!, su rostro se tornó pálido ante la idea de que su esposo, el CEO Fiorentino, se reuniera con su exesposa. —Sí, señor —acató el mayordomo, retirándose rápidamente. —Pero Angelo, tenemos que ir a la fiesta de los Harrison. Confirmamos nuestra presencia, y no asistir los haría enojar… —Madeline intentó persuadirlo llena de ansiedad. —Cancelaré. ¿Quién en su sano juicio se atrevería a convertirse en mi enemigo? —dijo Angelo, su tono lleno de arrogancia, como si el mundo se tuviera que doblegar a su voluntad. —Mis disculpas, señor Fiorentino. Me llevaré a las gemelas —interrumpió la niñera principal, con su voz temblorosa. —Ve con ellas, Madeline. —le ordenó Angelo, despojando a su esposa de cualquier ilusión de oposición. —¿Por qué? ¿No es ella una invitada especial? —dijo refiriéndose a Cassandra—. Debería ir contigo… —La mano de ella in
Cassandra sostenía la pluma entre sus dedos, llevándola al documento con su mano ligeramente temblorosa… Firmó. Tras la firma, sintió un escalofríos recorrer su cuerpo, un pesado sentimiento asfixiante que invadió todo su ser, dándose cuenta que se había ligado a ese maldito hombre. Angelo tomó los documentos y con un gesto autoritario, se los entregó a Robert, su mayordomo, el hombre mayor se acercó y los tomó en sus manos. —Llévatelos, Robert. Entendiendo la indicación de su jefe, el mayordomo asintió y se marchó, para no regresar, al menos hasta bien entrada la madrugada. La voz de Angelo resonó en la habitación, fría y demandante: —Levántate y sígueme, mujer.Cassandra frunció el ceño, sus manos apretando la falda de su plateado vestido. Ella no era solo una "mujer", tenía un nombre, y le estaba molestando la manera en la que ese hombre constantemente la trataba humillándola. —No creo que te duela tanto llamarme por mi nombre —replicó, su voz temblando ligeramente, pero s
Cassandra estaba sentada en la cama. Su cuerpo adolorido con mordidas, pegajoso y exhausto; su mirada vacía y su mente llena de asco, su corazón repleto de indignación.Marco Fiorentino terminó de ponerse su pantalón y caminó hacia la salida, mientras se abotonaba su camisa manga larga azul. —Robert vendrá con ropa para ti y te mostrará tu habitación —dijo él, mientras se detenía frente a la puerta, su mano en la manija. Volvió a mirar a esa mujer rubia, cuya cabeza inclinada observaba las sábanas—. De ahora en adelante, si te llamo, vendrás de inmediato, y si voy a tomarte, abrirás tus piernas sin rechistar, como la patética amante oculta que eres.¡CLANK!El sonido de la puerta cerrándose resonó en el pecho de Cassandra, como un golpe que la devolvió a su miserable realidad.¡Tenía que luchar! Pero, ¿a qué costo?¡PUF! ¡PUF!Ella comenzó a golpear el colchón con sus manos temblorosas, apretando tan fuerte que sus nudillos palidecían.—¡MALDITO ANIMAL! ¡ERES UNA BASURA! Su rostro
—Sígueme —susurró, mirando a su alrededor con cautela, como si temiera que alguien los estuviera observando. Cassandra dudó un momento, pero sabía que Marco enviaría a alguien a encontrarse con ella. Él la condujo a un rincón más apartado del jardín, donde el agua de una fuente producía un sonido relajante. El hombre sacó una carta de su abrigo y se la entregó. —Soy amigo de Marco. Harold Montgomery. Estoy aquí para ayudarte —dijo, su voz baja y precavida. Cassandra tomó la carta con manos temblorosas. Gracias a la luz que poseía la fuente para sus efectos coloridos, observó la letra perfectamente trazada y la firma de Marco en la parte inferior, lo que le dió credibilidad y una sensación de paz la invadió. En el papel decía que Harold era alguien de confianza y que hacía negocios con Angelo, que nunca sospecharían de él. —No sé si puedo confiar en ti… —murmuró ella. —Lo entiendo —dijo Harold, su mirada avellana fija en ella—. Pero si hay alguien en quien puedes conf