Capítulo 02: ¿Mi libertad de regreso?

⁠✧⁠✧⁠✧⁠ En la actualidad. ✧⁠✧⁠✧

—Cassandra Brenaman —se escuchó la voz de la guarda en la prisión.

—Felicidades, niña, por fin has demostrado tu inocencia, aunque sólo un año antes. —se despidió la única amiga que había hecho en prisión.

—Gracias —dijo agradecida, tomando la mano de esa mujer—. Gracias por cuidar siempre de mí, no sé cómo habría sobrevivido a este infierno sin ti.

—Recuerda hacer pagar a ese maldito miserable, por cómo te jodió cuatro putos años.

—¡Lo haré! ¡Recuperaré a mis gemelas! Te lo juro —exclamó Cassandra, con un brillo de determinación en sus ojos dorados.

Las rejas se abrieron y de inmediato la escoltaron fuera de ese sector.

Había llegado el día en que sería absuelta por los crímenes que la sentenciaron y que ella…

¡¡JAMÁS COMETIÓ!!

……..

—Se ha comprobado que usted es inocente, señorita Brenaman. Felicidades, hoy ha recuperado su libertad —sonrió la encargada de la prisión, entregándole una caja con las pertenencias que le fueron decomisadas al ingresar.

Cassandra la revisó de inmediato, observando en el interior, su anillo de compromiso y matrimonio.

Un recordatorio… DEL ERROR más grande de su vida.

—¿Está todo? —le preguntó la encargada.

Parecía que fue ayer cuando su amado marido la envió a la cárcel y pensó que iba a pasar allí el resto de su vida.

¡Por fin podría ver a sus hijas!

—Sí, todo…

……..

Cassandra miraba por la ventana del taxi, las gotas de lluvia deslizándose por el cristal.

Habían pasado cuatro años, y se estremeció al pensar si sus padres seguirán queriendo verla hoy; después de todo, nunca la habían visitado en la prisión.

—Llegamos. Ay, qué mala suerte tuve hoy.

El conductor miró el asiento trasero con desprecio, si Cassandra no acabara de lanzarle su anillo de compromiso al hombre, él no habría estado dispuesto a recibir a una mujer que acababa de salir de la cárcel.

Ella no dijo nada, se bajó del coche y el conductor se marchó, como si fuera a mancharse de inmundicia si se quedaba un momento más.

Cassandra no pudo evitar una sonrisa amarga y cuando levantó los ojos sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo.

El portón principal se alzaba ante ella en un estado lamentable, como si el tiempo lo hubiera arruinado.

El corazón le latía desbocado, mientras cruzaba el portón de la mansión, el silencio rotundo le causó un escalofrío.

La enorme mansión se alzaba delante de ella al final del sendero, pero no con la majestuosidad que solía tener, más bien, era una escena terrorífica, como de una pesadilla.

Vidrios rotos y paredes que parecían haber sufrido de un poderoso incendio. El jardín, lleno de maleza y suciedad, dejaba en evidencia el abandono de la propiedad.

¡CLANK!

Al abrir de golpe las enormes puertas principales, la escena que encontró, la paralizó.

Todo estaba destruido, desolado.

No había muebles, solo escombros y cenizas, y en medio de todo, una pequeña mesita sostenía un cartel oscuro que decía sarcásticamente:

«Felicidades por tu salida de prisión. Asesina.»

Con manos temblorosas, se acercó y levantó el cartón, revelando una caja polvorienta bajo él. Al abrirla, su mundo se hizo TRIZAS.

Recortes de periódico, amarillentos y desgastados, hablaban de la ruina de los Brenaman, de la muerte de su padre, don Oliver, hace un año atrás.

¡Cassandra cayó de rodillas!, llevando su mano a su boca, lloró amargamente sin poder creerlo.

¡No podía aceptarlo! ¡Su amado padre no podía estar muerto! ¡¿Por qué nadie en la prisión la informó?!

Dentro de la caja, aún quedaban recortes, cuando ella vacío la caja sobre el piso sucio y agrietado, fotografías de su madre, doña Emma, con una mirada atormentada, salieron a relucir.

Con la fecha de tres meses atrás. Justo cuando su abogado informó que habían encontrado pruebas para liberarla de prisión… Habían titulares diciendo:

«La desaparición de la señora Emma Brenaman. Sigue siendo todo un misterio.»

¡Cassandra sintió que el alma se le escapaba del cuerpo…!, aparte de sus gemelas. Sus padres eran todo lo que tenía en el mundo.

Lágrimas de amargura se deslizaban por sus pálidas mejillas.

—¡NOOO….! ¡NO, NO, DIOS MÍO, NO PUEDE SER…! ¡NO ES VERDAD! ¡No… No lo es…! —se agarraba la cabeza con desesperación, a la vez que su cabellera rubia maltratada se alborotaba, mostrándose una larga cicatriz en su sien izquierda, una de tantas marcas, que dejaban en evidencia su infierno vivido por cuatro años en prisión… Un infierno, que parecía estar lejos de terminar.

—¡Papá, mamá! ¡Lo siento! ¡Lo siento tanto…! —sus gritos agónicos continuaron llenando el vacío de la destruida mansión, resonando en las paredes ennegrecidas por el fuego.

Todo lo que tuvo una vez, desapareció…

La soledad, el horror, y la traición se apoderaron de ella, que abrazaba sus piernas, sentada en ese frío y sucio suelo, llorando desconsolada, alimentando su odio, ese que iba dirigido a un único objetivo.

¡Tenía que hacer algo! ¡Tenía que buscar al responsable!

¿Qué le pasó a su madre? ¿Dónde estaba? ¿Quién la tenía? ¿Siquiera estaba viva?

¡¡Esos trozos de periodos viejos y fotografías, no eran más que una burla!!

Alguien que quería verla al borde del abismo y llevarla al suicidio.

—Angelo… Angelo Fiorentino… —susurró Cassandra con un rencor casi palpable.

¡¡PUM!!

¡Justo en ese momento, las puertas de la mansión fueron abiertas de golpe!

Cassandra abrió sus ojos de par en par, viendo en esa dirección. Varios hombres vestidos de oscuro se acercaron a ella rápidamente.

¡Ella intentó levantarse y salir huyendo! ¡Pero fue inútil!, antes siquiera de ponerse en pie, la retuvieron de los brazos con fuerza.

—¡Suéltenme! ¡Déjenme ir, malditos! —gritó la mujer, con voz temblorosa.

Justo en ese momento, uno de esos hombres, le aplicó una llave dejándola inconsciente y cargándola sobre su hombro.

Otro de los hombres se quedó viendo el interior de la mansión, a la vez que hacía una llamada telefónica.

—Señor, la encontramos. Tal como usted lo dijo, estaba en la mansión.

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