—Roxanne, levántate del suelo —me acerqué a ella, intentando ayudarla a ponerse de pie, pero ella se resistía, aferrándose al suelo. Comenzó a llorar, completamente descontrolada.—¡No! ¡No! Déjame aquí, Salvatore, no quiero irme contigo a ningún lado, no quiero seguir viviendo este maldito infierno. Prefiero que mi hijo y yo muramos. ¡No quiero! ¡No quiero!Sus palabras me atravesaban como puñales, y el dolor que sentía era insoportable. No quería que se sintiera así, pero era el precio por haber traicionado mi confianza.—Escucha, Roxanne, ya no voy a tolerar un capricho más de tu parte. Levántate, o nos vamos a morir aquí, los dos, ¿es eso lo que quieres? Dime, porque si es así, me largo y te dejo aquí. No me importa lo que pase contigo.Roxanne no dejaba de sollozar y maldecir. La tomé del brazo, pero con la maldita resaca y la debilidad que me causaba el alcohol, no pude levantarla. Ella, finalmente, se puso de pie, miró a su alrededor y salió del cuarto, sollozando sin cesar.—S
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