Roxanne MeyersColgué la llamada con Salvatore y sentí cómo algo se encogía en mi pecho. Entendía que prefiriera estar con su hombre, pero yo también era importante, sobre todo ahora, en mi estado. Miles de dudas me asaltaban, pero una destacaba sobre las demás: ¿le haré falta a alguien? ¿Habrá alguien que se pregunte por mí, que me extrañe, aunque sea un poco? Había una persona con quien podía hablar, alguien en quien confiaba completamente: mi mejor amiga, Renne. Me sabía su número de memoria. Salvatore me había advertido que no hiciera nada estúpido, pero ahí estaba yo, marcando su número desde el teléfono. Era tarde, pero necesitaba saber cómo estaban las cosas sin mí. Hablar con alguien diferente, de mi entorno.—¿Hola? —contestó con voz adormilada. Dudé un instante en continuar, pero al final hablé. —Hola, Renne. Soy yo, Roxanne. —¡Roxanne! Oh, por favor, ¿dónde estás, amiga? —su voz, emocionada, rompió la calma de la noche. Habían pasado días, pero nuestra amistad seguía si
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