Salvatore Gianluca —¡Hablé! —grité al médico, apuntándole con el arma, presionando el gatillo con fuerza, apenas conteniendo el impulso de disparar. El pobre imbécil temblaba sin poder articular palabra. Mis ojos se clavaron en los suyos, amenazandolo, como si con mi mirada pudiera fulminarlo, y ganas no me faltaban, era un imbecil, ¡Un inepto!—Señor... cometí un error... discúlpeme, perdóneme, por favor.Roxanne se levantó de la camilla y se puso a mi lado, señalando al médico también.—Hable, doctor, le conviene —dijo Roxanne con firmeza, colocando las manos en su cintura. Me encantaba verla así, poderosa.—Yo... yo... —el hombre titubeóMe acerqué al doctor, llevando el revólver bajo su mentón. Él cerró los ojos con un estremecimiento y tembló.—Tiene dos minutos para hablar, doctor, o le volaré los sesos. —advertí sin dejar de apuntar.—No, señor Salvatore, no lo haga... Es que... coloqué el esperma de ambos, el suyo y el del señor Renato, en el cuerpo de la señorita Roxanne par
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