El hombre, alterado por el camarero, le pasó su tarjeta mientras maldecía una y otra vez. Al mismo tiempo, que me abrazaba con fuerza, como si temiera que me escapara en cualquier momento.Me acurruqué entre sus brazos, sin atreverme a levantar la mirada, muerta de miedo de ser identificada en cualquier momento.Mientras ellos pasaban la tarjeta, aproveché para observar de manera discreta a mi alrededor.No había solo un camarero cerca, y si armaba un escándalo en ese momento, quizás me descubrirían, dejando al descubierto mi verdadera identidad.Para entonces, aunque haya reservado mi inocencia, igual no podría explicar lo sucedido a Javier. Si eso afectara nuestra relación, el precio sería demasiado alto.Todo indicaba que hoy ya no tenía otra salida. En medio de mi desesperación, comencé a urdir otro plan, “Para proteger mi reputación y evitar de esa manera que alguien se enterara de lo sucedido hoy, la única salida era dejarlo hacer lo que quiera. Hoy en día, la medicina está ta
Leer más