Capítulo 3
Me puse el abrigo y, con pasos tambaleantes, llegué hasta el estanque La brisa fresca de la tarde me despejó por completo. Al mirar el agua cristalina, me quité apresurada las medias y los zapatos, me senté en el borde y hundí cuidadosa los pies. Los peces no mostraban miedo alguno; en cuanto me vieron, se acercaron rápidamente, rozando con suavidad mis pies. Una sensación de cosquilleo me recorrió de inmediato el cuerpo.

De repente, recordé que cada vez que coqueteaba con Javier hasta el punto del orgasmo, él siempre cogía una botella que se encontraba debajo de mí para recoger nuestra dulce evidencia, luego me llevaba con dulzura al estanque.

Mientras vaciaba la botella en el agua, me mordisqueaba la oreja y me susurraba con un tono de voz afónica:

—La próxima vez no lo haré yo, te desnudaré y te meteré en el agua y dejaré que el agua fluya.

Cuanto más lo recordaba, más intenso se volvía, y mi cuerpo volvía a excitarse.

Cerré los ojos, intentando disfrutar del agua fría, pero el efecto de la pastilla comenzó a nublar mi mente poco a poco.

Después de asegurarme de que no había nadie cerca, me quité el vestido y me sumergí por completo en el agua.

Estaba tan excitada y confundida que simplemente me empapé por completo, disfrutando de la sensación especial que me trajeron los peces.

Al final, no pude aguantar más y empecé a gemir una y otra vez con suavidad.

Los peces grandes empujaban con fuerza contra mi cuerpo, y mi cuerpo se mecía hasta el punto de hundirse y flotar, y me costaba trabajo mantener la cabeza hacia atrás, mientras intentaba evitar que los peces me empujaran afuera.

La peculiar sensación que me provocaban los peces me tenía completamente asombrada, tanto que ni noté que alguien se me acercaba por detrás.

Al girar la cabeza por casualidad, me encontré con un hombre extraño de pie detrás de mí, jadeando mientras me observaba.

Me sorprendí y levanté la mano para cubrirme el pecho, intentando moverme para evitarlo, pero ya era demasiado tarde.

El hombre se me acercó cauteloso por detrás, pasó su brazo por debajo de mis axilas, apartó con fuerza la mano que cubría mi pecho y me sopló en la oreja. Dijo:

— ¡Qué creativa! Se te da re bien. Se te nota que estás necesitando un tipo verdadero.
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