El hombre, alterado por el camarero, le pasó su tarjeta mientras maldecía una y otra vez. Al mismo tiempo, que me abrazaba con fuerza, como si temiera que me escapara en cualquier momento.Me acurruqué entre sus brazos, sin atreverme a levantar la mirada, muerta de miedo de ser identificada en cualquier momento.Mientras ellos pasaban la tarjeta, aproveché para observar de manera discreta a mi alrededor.No había solo un camarero cerca, y si armaba un escándalo en ese momento, quizás me descubrirían, dejando al descubierto mi verdadera identidad.Para entonces, aunque haya reservado mi inocencia, igual no podría explicar lo sucedido a Javier. Si eso afectara nuestra relación, el precio sería demasiado alto.Todo indicaba que hoy ya no tenía otra salida. En medio de mi desesperación, comencé a urdir otro plan, “Para proteger mi reputación y evitar de esa manera que alguien se enterara de lo sucedido hoy, la única salida era dejarlo hacer lo que quiera. Hoy en día, la medicina está ta
Al regresar a la habitación, me apresuré a quitarme la ropa y meterme directo a la ducha.El olor del estanque era demasiado intenso, y necesitaba quitarme ese olor antes de que Javier regresara.Después del susto que pasé, mi mente quedó despejada por completo.Por suerte, no había pasado nada grave, y mi inocencia seguía intacta.Al rato llegó Javier y al ver la habitación decorada con tanto esfuerzo de mi parte, se emocionó muchísimo. Sostuvo mi rostro entre sus manos y me dio un beso delicado, con un tono lleno de ternura, me preguntó:—Me llamaste tantas veces para que volviera, ¿qué sorpresa entonces me preparaste?Bajé la mirada, sin saber qué responder.El efecto de la pastilla ya había pasado. El conjunto de lencería que había preparado para la ocasión estaba completamente empapado en el estanque. “¿Qué sorpresa podría acaso darle ahora?”, pensé.Sin embargo, Javier estaba de muy buen humor. Al verme callada, considero que solo era timidez. Me sonrió y no insistió en pregun
Javier me soltó, me ayudó a vestir y me dijo con ternura:—Alana, espérame un momento, ya vuelvo. Acepté, pero por dentro estaba hecha un manojo de nervios. Sabía muy bien que tenía que ver con el tipo de hace un rato.Cuando me escapé, el camarero había llamado al gerente. "¿El asunto no está resuelto todavía? ¿Y si el gerente me reconoció y fue a quejarse con Javier? Si Javier se enterara de lo que pasó, ¿me dejaría? ¿Y qué haría con mi matrícula?", no podía dejar de darle vueltas una y otra vez al asunto.Cuanto más pensaba, más nerviosa me ponía. Mis dedos temblaban y el sudor me cubría la frente, formando pequeñas líneas. Mi mente daba vueltas, buscando una excusa para enfrentar a Javier.Pasó un buen rato antes de que Javier regresara, maldiciendo: —Los clientes de ahora realmente se creen los dueños del mundo. Su tarjeta no tiene saldo suficiente, pero dice que el problema es nuestro y arma un tremendo escándalo en el vestíbulo.Mi rostro palideció al instante y el miedo me i
Me quedé sin palabras, sin saber cómo responder.El rostro de Javier se fue ensombreciendo como un cielo antes de la tormenta.Mordí mi labio, sintiendo cómo los nervios me consumían por dentro mientras mi mente daba vueltas y vueltas buscando la excusa perfecta.Quizás podría echarle toda la culpa a ese hombre, diciendo que intentó violarme.Al fin y al cabo, con la noche tan oscura y el viento en contra, aunque hubiera cámaras, difícilmente se grabaría lo que realmente pasó.Pase saliva, armándome de suficiente valor para soltar mi versión de los hechos, pero el teléfono de Javier volvió a sonar, interrumpiendo el momento.Con una evidente molestia, Javier atendió la llamada. Logré pescar algunas palabras sueltas como "nueva mercancía", "seleccione", "al estanque", pero no entendí ni una sola palabra.Javier colgó, me clavó una mirada confusa y luego me ordenó que ni pensara en salir de la habitación.Justo después de que él saliera, el gerente tocó el timbre de manera inesperada.En
Los gritos y llantos en el estanque resonaban sin cesar, como un infierno en carne viva.Con las manos temblando como hojas, saqué el teléfono; la grabación seguía activa. En la pantalla, mi compañera tenía una expresión de terror absoluto, tapándose la boca mientras las lágrimas le corrían por las delicadas mejillas.Bajé la cabeza para escribir: [Llama a la poli, pide ayuda…]Ni siquiera alcancé a terminar cuando una patada brutal me mandó volando. Rodé por el suelo un par de veces antes de quedar quieta.Con un agudo dolor que me atravesaba todo el cuerpo, me levanté como pude. Y ahí estaba Javier, plantado frente a mí, rodeado de sus guardaespaldas.Mi teléfono cayó directo al estanque cercano. La pantalla se apagó bajo el agua como un testigo silenciado.—¿Acaso no te quedó claro cuando te ordené que te quedaras en la habitación? —Javier se inclinó, agarrando mi cabello con una brutalidad que me arrancó un lamento de dolor.—¿Qué diablos es este lugar? —solté un odio evidente.Jav
Javier ordenó que me liberaran de las cadenas, y yo salí del agua arrastrándome hacia la orilla. La tela mojada se pegó por completo por mi cuerpo dejando algunas partes apenas visibles, bastante seductora. A mi alrededor, los hombres comenzaron a respirar cada vez más fuerte, sus miradas lascivas recorriendo cada centímetro de mi piel.Esbocé una sonrisa apenas perceptible, y me dirigí hacia Javier.Sus ojos se ensombrecieron por completo. Reconocí su expresión, esa era la evidencia de su excitación.—Vayamos allí —dije, señalando con un gesto el sofá en la esquina—. Quiero atenderte como te mereces. Javier negó, y antes de que pudiera reaccionar, su mano se hundió en mi cuerpo a través de la delicada tela que apenas me cubría. Su agarre era fuerte, casi dominante.—No intentes jugar conmigo, hagámoslo aquí mismo—murmuró con un tono de voz baja y molesto.Mientras un gemido escapaba de mis labios. Una sensación que mezclaba dolor y un cosquilleo irresistible me recorrió de pies a ca
En la comisaría, vomité hasta quedarme sin aliento.El oficial Lorenzo Larrea, ahora con el uniforme impecable, me miraba con una mezcla de admiración y simpatía mientras me alcanzaba cuidadoso un vaso de agua.—¡Eres una verdadera temeraria! Lo arrancaste todo de un mordisco, y ahora los médicos no saben si podrán reimplantarlo. En el peor de los casos, podrías enfrentar cargos por lesiones premeditadas—dijo Lorenzo. Escupí el enjuague bucal y alcé mi mirada, con profunda furia: —¿Y tú?, que eres un policía. ¿Por qué demonios expones a los ciudadanos como yo buscando el nido de los criminales? Si no fuera por mi mordida, ahora mismo estaría muerta adentro de ese maldito lugar.Lorenzo levantó las manos, intentando calmarme:—Tranquila, no tenía otra opción. Gracias a ti, he terminado mi misión sin tener que seguir como infiltrado durante muchos meses más. La primera vez que te vi, me di cuenta que eras inteligente y valiente. No me equivoqué al confiar en ti.Giré los ojos, limpiánd
Para celebrar el cumpleaños de mi novio, me tomé una pastillita para encender la chispa que había entre nosotros.Sin embargo, él no regresó a tiempo.El efecto no se hizo esperar y comenzó antes de lo previsto, no pude aguantarme más, entonces me quité la ropa y salté al estanque para aliviar un poco la calentura que sentía.Los peces en el agua, comenzaron a rodearme como si estuvieran locos. Sentí al instante el calor recorriéndome el cuerpo, y por un momento, casi me derretí ahí mismo.Cuando estaba a punto de perder el control, de repente apareció un hombre desconocido, quien dijo con un tono algo inquietante:—Vaya, sí que sabes divertirte muy bien, ¿te hace falta un hombre que te complazca?...Me llamo Alana Mendoza y soy una estudiante universitaria de un pueblo pequeño y lejano. Acabo de cumplir 19 años. Tuve un novio que me quería con locura: Javier Godoy, un muchacho de familia, guapísimo y adinerado.Su familia llevaba mucho tiempo dedicada a la piscicultura. Javier no er