Javier ordenó que me liberaran de las cadenas, y yo salí del agua arrastrándome hacia la orilla. La tela mojada se pegó por completo por mi cuerpo dejando algunas partes apenas visibles, bastante seductora. A mi alrededor, los hombres comenzaron a respirar cada vez más fuerte, sus miradas lascivas recorriendo cada centímetro de mi piel.Esbocé una sonrisa apenas perceptible, y me dirigí hacia Javier.Sus ojos se ensombrecieron por completo. Reconocí su expresión, esa era la evidencia de su excitación.—Vayamos allí —dije, señalando con un gesto el sofá en la esquina—. Quiero atenderte como te mereces. Javier negó, y antes de que pudiera reaccionar, su mano se hundió en mi cuerpo a través de la delicada tela que apenas me cubría. Su agarre era fuerte, casi dominante.—No intentes jugar conmigo, hagámoslo aquí mismo—murmuró con un tono de voz baja y molesto.Mientras un gemido escapaba de mis labios. Una sensación que mezclaba dolor y un cosquilleo irresistible me recorrió de pies a ca
En la comisaría, vomité hasta quedarme sin aliento.El oficial Lorenzo Larrea, ahora con el uniforme impecable, me miraba con una mezcla de admiración y simpatía mientras me alcanzaba cuidadoso un vaso de agua.—¡Eres una verdadera temeraria! Lo arrancaste todo de un mordisco, y ahora los médicos no saben si podrán reimplantarlo. En el peor de los casos, podrías enfrentar cargos por lesiones premeditadas—dijo Lorenzo. Escupí el enjuague bucal y alcé mi mirada, con profunda furia: —¿Y tú?, que eres un policía. ¿Por qué demonios expones a los ciudadanos como yo buscando el nido de los criminales? Si no fuera por mi mordida, ahora mismo estaría muerta adentro de ese maldito lugar.Lorenzo levantó las manos, intentando calmarme:—Tranquila, no tenía otra opción. Gracias a ti, he terminado mi misión sin tener que seguir como infiltrado durante muchos meses más. La primera vez que te vi, me di cuenta que eras inteligente y valiente. No me equivoqué al confiar en ti.Giré los ojos, limpiánd
Para celebrar el cumpleaños de mi novio, me tomé una pastillita para encender la chispa que había entre nosotros.Sin embargo, él no regresó a tiempo.El efecto no se hizo esperar y comenzó antes de lo previsto, no pude aguantarme más, entonces me quité la ropa y salté al estanque para aliviar un poco la calentura que sentía.Los peces en el agua, comenzaron a rodearme como si estuvieran locos. Sentí al instante el calor recorriéndome el cuerpo, y por un momento, casi me derretí ahí mismo.Cuando estaba a punto de perder el control, de repente apareció un hombre desconocido, quien dijo con un tono algo inquietante:—Vaya, sí que sabes divertirte muy bien, ¿te hace falta un hombre que te complazca?...Me llamo Alana Mendoza y soy una estudiante universitaria de un pueblo pequeño y lejano. Acabo de cumplir 19 años. Tuve un novio que me quería con locura: Javier Godoy, un muchacho de familia, guapísimo y adinerado.Su familia llevaba mucho tiempo dedicada a la piscicultura. Javier no er
Javier andaba siempre demasiado ocupado, pero me preparó un cuarto en la piscifactoría para nuestros momentos más picantes.Ese día, decoré el espacio con todo la dedicación y el cuidado necesario, usé un perfume de rosas, y elegí un vestido re provocador que sabía que lo dejaría embobado. Después de todo, me preocupaba la posibilidad de sentirme avergonzada en el momento más crucial, así que decidí tomar una pastillita especial para relajarme un poco y disfrutar mejor la experiencia.Solo quedaba esperar a que Javier regresara por la noche para compartir un momento inolvidable juntos.Sin embargo, el efecto de la pastilla llegó mucho más rápido de lo que esperaba. Un trémulo recorría cada rincón de mi piel, como diminutas hormigas invisibles que me picaban aquí y allí. Una ligera sensación tan intensa que resultaba casi imposible de aliviar.Me apoyé en la manija de la puerta, mirando preocupada el reloj y preguntándome, "¿Dónde está Javier? ¿Por qué no regresa todavía?"Marqué su núm
Me puse el abrigo y, con pasos tambaleantes, llegué hasta el estanque La brisa fresca de la tarde me despejó por completo. Al mirar el agua cristalina, me quité apresurada las medias y los zapatos, me senté en el borde y hundí cuidadosa los pies. Los peces no mostraban miedo alguno; en cuanto me vieron, se acercaron rápidamente, rozando con suavidad mis pies. Una sensación de cosquilleo me recorrió de inmediato el cuerpo.De repente, recordé que cada vez que coqueteaba con Javier hasta el punto del orgasmo, él siempre cogía una botella que se encontraba debajo de mí para recoger nuestra dulce evidencia, luego me llevaba con dulzura al estanque.Mientras vaciaba la botella en el agua, me mordisqueaba la oreja y me susurraba con un tono de voz afónica:—La próxima vez no lo haré yo, te desnudaré y te meteré en el agua y dejaré que el agua fluya. Cuanto más lo recordaba, más intenso se volvía, y mi cuerpo volvía a excitarse.Cerré los ojos, intentando disfrutar del agua fría, pero el efe
Los dedos del hombre recorrían mi piel. Esa sensación era tan extraña que me dejaba algo confundida, incapaz de decir siquiera una palabra con claridad. Solo pude bajar mi cabeza y solté un gemido ahogado, mirándole con los ojos llenos de lágrimas.Sin embargo, el efecto de la pastilla ha llegado al extremo. Con los toques del hombre, mis deseos iban aumentando cada vez más, tan intenso que quería derretirme entre sus manos.Aunque quería resistirme en mi mente, pero el efecto de la pastilla tomó el control de mi cuerpo. Comencé a romper la ropa del hombre mientras jadeaba incontrolable. El hombre se dio cuenta que algo en mi reacción no estaba del todo bien, acarició mi mejilla y dijo con un tono de ironía:—Tu temperatura está muy elevada, ¿tomaste algo raro? Ustedes las jóvenes de hoy en día sí que saben cómo divertirse. No te preocupes, te ayudaré. Después de hablar, me sacó del estanque. Me apresuré a cubrirme el rostro, pero el hombre ardía en una excitación tan primitiva que
Pude sentir en ese momento la temperatura del hombre, quien se estaba acercando aún más, el pánico me invadió por completo, y elevé la voz con fuerza suplicando:—¡No, por favor! No puedes hacerme esto. Mi novio no te lo perdonará.Intenté forcejear, pero el hombre era tan fuerte, sujetaba mis piernas con firmeza, mientras decía frases que yo no entendía:—Ya que estás en el estanque, ¿para qué hacerte la inocente ahora? Compórtate muy bien, te daré una buena propina cuando termine. Luego bajó su cabeza sobre mi cuello, me resistía con todas mis fuerzas y mi mente empezó a aclararse poco a poco.“Me guardé para que mi primera vez fuera con Javier, no podía perder mi virginidad con otro,” pensé.Pero el hombre me mantenía sujeta con tanta fuerza que no podía soltarme de ninguna manera.Me sentí completamente desesperada, y mi mente luchaba por encontrar una salida. De inmediato calculé en mi mente, "si grito pidiendo ayuda, sin duda alguna llamaré la atención de otros, pero luego no
El hombre, alterado por el camarero, le pasó su tarjeta mientras maldecía una y otra vez. Al mismo tiempo, que me abrazaba con fuerza, como si temiera que me escapara en cualquier momento.Me acurruqué entre sus brazos, sin atreverme a levantar la mirada, muerta de miedo de ser identificada en cualquier momento.Mientras ellos pasaban la tarjeta, aproveché para observar de manera discreta a mi alrededor.No había solo un camarero cerca, y si armaba un escándalo en ese momento, quizás me descubrirían, dejando al descubierto mi verdadera identidad.Para entonces, aunque haya reservado mi inocencia, igual no podría explicar lo sucedido a Javier. Si eso afectara nuestra relación, el precio sería demasiado alto.Todo indicaba que hoy ya no tenía otra salida. En medio de mi desesperación, comencé a urdir otro plan, “Para proteger mi reputación y evitar de esa manera que alguien se enterara de lo sucedido hoy, la única salida era dejarlo hacer lo que quiera. Hoy en día, la medicina está ta