Capítulo 2
Javier andaba siempre demasiado ocupado, pero me preparó un cuarto en la piscifactoría para nuestros momentos más picantes.

Ese día, decoré el espacio con todo la dedicación y el cuidado necesario, usé un perfume de rosas, y elegí un vestido re provocador que sabía que lo dejaría embobado. Después de todo, me preocupaba la posibilidad de sentirme avergonzada en el momento más crucial, así que decidí tomar una pastillita especial para relajarme un poco y disfrutar mejor la experiencia.

Solo quedaba esperar a que Javier regresara por la noche para compartir un momento inolvidable juntos.

Sin embargo, el efecto de la pastilla llegó mucho más rápido de lo que esperaba. Un trémulo recorría cada rincón de mi piel, como diminutas hormigas invisibles que me picaban aquí y allí. Una ligera sensación tan intensa que resultaba casi imposible de aliviar.

Me apoyé en la manija de la puerta, mirando preocupada el reloj y preguntándome, "¿Dónde está Javier? ¿Por qué no regresa todavía?"

Marqué su número una y otra vez. El silencio fue mi única respuesta.

El malestar me invadía por completo. La intensidad de las sensaciones en mi cuerpo era tan molesta que sentía que me derretía por dentro, como si una fiebre desconocida me consumiera desde adentro.

Me acerqué a la ventana panorámica. Desde allí, observé el estanque donde Javier solía llevarme para dar de comer a los peces.

De pronto, una brillante idea cruzó mi mente, “Tal vez me sentiría mejor si me voy a dar una vuelta cerca del agua y agarro un poco de aire fresco. Capaz que mirar a los peces me ayude a despejar la cabeza.”
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